Nuria Espert: "No he querido hacer una Electra política"
La actriz dirige un montaje de la ópera de Strauss en Bruselas
La actriz Nuria Espert estrena esta noche, en el teatro La Monnaie de Bruselas, Elektra, su segundo montaje operístico, tras el éxito alcanzado el pasado año con una Madama Butterfly presentada en la Ópera de Glasgow. Gwyneth Jones, Eva Randova, Lisbeth Balslev, Jean van Ree y Victor Brawn son los principales intérpretes de esta obra, que cuenta con decorados de Ezio, Frigerio y vestuario de Franca Squarciapino. La dirección musical corre a cargo del alemán Hans Zender. Pese a haber ambientado el drama en plena II Guerra Mundial, Nuria Espert afirma no haber querido hacer "una Electra política".
El estreno en el Lyric Theatre de Londres, en septiembre de 1986, de La casa de Bernarda Alba, con Glenda Jackson, abrió a Nuria Espert las puertas de una carrera internacional, en el campo de la dirección escénica.Tras aquel acontecimiento, saludado por la prensa internacional con los mejores elogios, sus pasos se han dirigido con sorprendente fijeza hacia el mundo de la ópera.
Primero fue una Madama Buttefly de Puccini, presentada en la Ópera de Glasgow durante la primavera del 87, montaje adquirido por el Covent Garden para inaugurar, el próximo noviembre, su temporada lírica. Ahora es Elektra en el Thêatre Royal de La Monnaie de Bruselas, que posiblemente se verá en el Liceo de Barcelona la próxima temporada, según desvela la propia Espert. Para el futuro tres proyectos más: Rigoletto para el Covent Garden, en diciembre de este mismo año; una coproducción entre la ópera de Glasgow y el teatro La Zarzuela de La Traviata, que se estrenará en la ciudad escocesa en el 89 y llegará a Madrid en el 90; y una Carmen también para el Covent Garden en 1991, que estará dirigida por Zuvin Metha y cuyo contrato Nuria Espert ha firmado hace apenas dos días.
Queda en el tintero una "propuesta muy grande, la más grande de todas" de la que la directora se niega por el momento a dar más detalles, a la espera de tener atados todos los cabos. No sería extraño que en este proyecto secreto participara Montserrat Caballé, la primera persona que, hace ya años, propuso a Espert la dirección de diferentes montajes, entre ellos Terra baixa en el Liceo y Julio César para La Zarzuela.
La Electra de Bruselas está ambientada durante la Segunda Guerra Mundial: ante la destartalada fachada de un palacio neoclásico, un coche auténtico de la época sirve de ineludible referente objetual. Ante él, la salvaje Electra trama su venganza contra su madre Clitemnestra y el amante de ésta, Egisto, indeseado sustituto del asesinado Agamenón. Orestes, ataviado con uniforme nazi, cumplirá cuanto ha sido escrito por el destino.
Mundo violento
Pregunta. ¿Por qué la Segunda Guerra Mundial?Respuesta. La idea inicial que me puso en marcha fue que tenía que evitar por todos los medios los vestiditos cortos y las antorchas de los griegos sobre el escenario. Desde el Ben-hur de Hollywood no los he podido soportar nunca más. No concibo la violencia sobre la nada, así es que me puse a pensar qué es lo que debería ocurrir para que consiguiera creerme a una Electra llena de violencia. La respuesta fue lógica: que Electra misma estuviera metida en un mundo violento, no como heroína solitaria, sino simplemente como una persona más en un medio hostil y rebosante de odio. Ese momento lo encontré en la Segunda Guerra Mundial, cuando el ser humano perdió todas las distancias entre el bien y el mal. Pero cuidado: no he querido hacer un espectáculo sobre la guerra, sino devolver a Electra su propia credibilidad como ser torturado. He de añadir, sin embargo, que todo esto ya está en el espléndido libreto de Hoffmannsthal, sin duda el mejor texto de ópera de cuantos yo conozco. No he querido hacer una Elektra política: ya ha habido muchas, quizá no en ópera, pero sí en el teatro.
P. Hábleme de la Butterfly de Glasgow.
R. Yo no soy de las que lo tiene todo claro desde el primer momento, las cosas las voy construyendo desde el primer día que me hablan de un espectáculo hasta el ensayo general. La primera decisión, laboriosísirna, que tomé junto con Frigerio fue que ese americano protagonista, Pinkerton, no le había comprado a Cio-cio-san una casa fantástica con jardín, sino que la había metido en lo más barato que había encontrado. Por lo poco que ella significaba para él, creo que había que sacar a la obra de ese contexto japonés, tierno, que hace la tristeza mucho más soportable y dulce. Situé pues a la protagonista en un ambiente rodeado de gente, la gente del coro que permanece siempre en escena y la mira de forma hostil por haberse casado con un americano y querer ser ella misma americana. La soledad, cuando se produce entre la gente, es a mi entender mucho más profunda y eso era lo que yo quería remarcar.
P. ¿Es muy diferente dirigir la puesta en escena de una ópera de la de un texto dramático?
R. Para mí, la ópera me resulta más fácil. En las grandes óperas texto y música forman una sola cosa. La sordidez de Butterfly está más determinada por Puccini que por el libreto, y lo mismo con Elektra. La absoluta modernidad de la música de Strauss ha sido la que me ha impedido ver el montaje con clámides y antorchas, más que el texto de Hoffinannsthal.
P. Se diriría que usted va a ser especialmente una directora de óperas con nombres de mujer.
R. Sí, yo también lo diría y además es lo que tengo ganas de hacer. En el caso de Rigoletto fueron los directivos del Covent Garden quienes me lo propusieron y se dio la casualidad de que es una de mis óperas favoritas. Diferente habría sido si me hubieran propuesto Trovatore o Ballo in maschera, cuyos argumentos, pese a gustarme la música, me ponen enferma de lo malos que son.
P. ¿No piensa dirigir nunca una ópera con un libreto malo? El repertorio podría quedársele pequeño muy pronto...
R. De momento no podría, no creo que tenga la suficiente profesionalidad aún como para trabajar en algo que no creo. Ahora bien, si de repente se me propusiera hacer una determinada ópera con el director musical que más admiro quizá aceptaría.
Babelia
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