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Semana clave para la continuidad de Noriega en el poder

Antonio Caño

La oposición considera que la semana que hoy comienza será clave para la caída del general Manuel Antonio Noriega, que continúa sin hacer declaraciones sobre la crisis que vive el país. Entre hoy y mañana, el Gobierno deberá hacer frente al pago de los sueldos quincenales de la mayor parte de los 120.000 empleados públicos, con los que las autoridades han mantenido conversaciones para estudiar fórmulas alternativas de cobro ante la imposibilidad de que el Estado consiga los cerca de 30 millones de dólares necesarios.

El fin de semana ha servido de tregua. Como suele ser habitual en esta revuelta muy especial, la oposición se tomó el sábado y el domingo de descanso, dejando todo el terreno libre para la especulación, el rumor y la conspiración de salón. Y en esa tranquilidad, que desde luego no es síntoma de fin de crisis, aparecieron los dos Panamás en los (que se libra esta lucha por el control del país.Hay un Panamá de casas de madera en los alrededores de la avenida Central, donde los negros juegan al baloncesto los sábados por la noche entre el ruido estruendoso de los radiocasetes. Un Panamá de cholos, mulatos y chinos que nunca han tenido un talonario de cheques ni han usado una tarjeta de crédito, para el que la situación actual es un pelea ajena de la que se resentirá cuando la crisis se convierta en escasez.

El otro Panamá, el que opina y presiona, quiere un país en el que se pueda seguir haciendo dinero sin interferencias políticas ni militares. Un país de fenicios contemporáneos, reacios al sonido del nacionalismo y el latinoamericanismo. Un Panamá de blancos que cree estar haciendo una revolución contra los que son sus enemigos de clase y de raza, pero sobre todo sus competidores y su estorbo en los negocios. Una revolución motorizada en la que las señoras gritan "¡Esto es un infierno!" desde detrás de las ventanillas ahumadas de sus BMW y los jóvenes bajan de los Toyota todo terreno para quemar barricadas.

También se pueden encontrar entre ellos algunos modernos empresarios bien intencionados que procuran la democracia como un arma contra la corrupción, pero eso no le da mayor autenticidad a una revolución que actúa simplemente para los objetivos de las cámaras de la televisión norteamericana. "Esto es como si tuviésemos una revolución en New Jersey", decía un periodista estadounidense.

Entre esos dos mundos quedan unas fuerzas armadas, cuyo medio natural es el Panamá de las mayorías, pero que están faltas de la credibilidad y del prestigio suficiente para que su precipitado discurso nacionalista pueda sonar hoy como algo distinto a una argucia para mantener el poder.

[Por otra parte, el ministro de Asuntos Exteriores español, Francisco Fernández Ordóñez, declaró ayer a este diario, poco después de regresar de su viaje a Colombia y Venezuela, que la situación de Panamá empeora como consecuencia de factores internos y externos, y que el Gobierno sigue de cerca su desarrollo. Sobre un posible asilo político español al general Manuel Antonio Noriega, Fernández Ordóñez dijo que el Gobierno "está dispuesto" a considerar esa posibilidad si ello ayuda a resolver la crisis panameña, pero que no hay ninguna petición en ese sentido.]

[En Washington, el dirigente opositor a Noriega y ex embajador panameño ante la Casa Blanca Gabriel Lewis insistió en que el hombre fuerte aprovechara la buena voluntad de España y solicitara su asilo en este país, informa Reuter.]

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