_
_
_
_
_

"Cada vez vuelvo más a los mitos de la infancia", dice el último premio Nadal

Juan José Saer, un argentino hijo de sirios, publica 'La ocasión'

Alfonso Armada

Juan José Saer se ríe y la risa le come el rostro. Casi desconocido en España donde publicó algunas obras en los años setenta que pasaron inadvertidas, espera que La ocasión, novela con la que obtuvo el último Premio Nadal, convocado por la editorial Destino, le sirva de trampolín para aumentar su cota de lectores. "Cada vez vuelvo más a los mitos de la infancia", dice Saer, que asegura no saberlo todo de sus personajes. El filósofo José Ferrater Mora (Barcelona, 1912), con su novela El juego de la verdad, quedó finalista del mismo premio.

Hijo de sirios que emigraron a Argentina huyendo de los turcos, Saer nació en Serodino, provincia argentina de Santa Fe, en 1937. Tiene una cara de árabe criado en la pampa y es difícil ganarse su enemistad. Nunca vivió en Buenos Aires. Aunque tiene acento, no es muy intenso. Se sorprende de las cosas como si el niño que lleva dentro no se le hubiera muerto en absoluto. Reconoce que le marcó su infancia en medio de la pampa. Leyendo La ocasión es fácil adivinarlo: la tierra está muy sólida bajo los pies, y el paisaje es masticable.En su casa había un solo libro, pero le da pudor contarlo, como si su padre perdiera con ello. "Era un libro en árabe. Un libro árabe en la pampa". Pero su padre construyó una librería con sus manos y llevó a la familia a Santa Fe para que los hijos se educaran.

Empezó a leer muy pronto y a escribir a los 13 años. Dice que siempre quiso ser escritor. Cuando llegó a adulto pensó que quería escribir para integrarse en una comunidad a través de la lengua, y para ser querido. Ahora apunta que para vivir vidas que de otro modo no es posible vivir: "Escribo porque escribir es una forma de vida mucho más intensa que la vida misma".

"Silbando bajito"

Saer se conmueve con los pequeños misterios de cada día, de estar en Madrid, de hablar con un desconocido, de hablar incluso. "No he perdido la capacidad de fascinarme. Los niños lo saben todo, sólo preguntan para verificar". Le interrumpen para que dedique su libro, y observa: "La dedicatoria es un género difícil". Dice las cosas como poniéndolas en cuarentena, sobre todo las más arduas, como si demostrara que no hay que tomarse a uno mismo en serio. Eso hace que sea casi imposible enemistarse con él.De Santa Fe, donde daba clases de cine en una mítica escuela, en la universidad de Litoral, se fue a París. Tenía confianza con sus alumnos de la escuela de cine. Se casó con una mujer hermosa -"¿Y a quién no?", dice cuando se le pregunta por su pasión por las mujeres hermosas-, hija de un hacendado que no parecía muy orgulloso del yerno escritor. Cuando volvió de los funerales, cuentan que comentó a sus alumnos: "Mi suegro y yo hemos pasado a mejor vida". Se ríe cuando le recuerdan la frase que había olvidado. "A veces, los otros recuerdan mejor que uno mismo".

Se fue a París por seis meses y se quedó 20 años. "Silbando bajito", asegura, que es como decir: "Fue a por tabaco y tardó 20 años en volver". Relata que se fue detrás de una bailarina. O tal vez porque había carreras de caballos todos los días. A él le gusta jugar.

Sentido del humor y sabiduría provinciana. En París, adonde llegó un mes y medio después de mayo del 68 -"desgraciadamente", señala-, padeció nostalgia hasta que descubrió que la distancia le permitía escribir historias ambientadas en Argentina con una luz distinta.

Le gusta perderse en los garitos y los asados argentinos. Le gusta más leer que escribir: "Hay mucho más goce en la lectura que en la escritura. Escribir es siempre más doloroso que leer. Los libros me cambian, me modifican, alteran mi vida, mi sistema de pensamiento, mi sensibilidad, mis emociones. Nunca he estado en Dublín, porque prefiero imaginarlo desde Joyce. El riñón que comía Leopold Bloom [el protagonista del Ulises, en el primer capítulo] es el mejor riñón. El riñón de la literatura es el mejor de todos, porque los otros están demasiado cocidos".

Dice del título de su novela que ocasión es también acontecimiento. "En toda mi narrativa el acontecimiento es algo problemático". Cree que sus personajes son de una determinada manera, pero no está seguro, "porque tienen vida propia". En La ocasión, revela su autor, hay ecos de Kierkegaard, el filósofo nórdico. "Para él, la ocasión es la opción de la salvación o de la perdición. Hay una frase honda en Kierkergaard, 'la noticia del día comienza la eternidad'. Hace alusión a la muerte de Cristo. Esa noticia, la muerte de Cristo, no es sólo un hecho policial, inicia la eternidad. Yo, que no soy creyente -me basta con esta vida-, creo que en cada acontecimiento, por pequeño que sea, se inicia la eternidad, hay un encadenamiento de acontecimientos".

-¿Cree en el destino?

-Ahora creo en la editorial Destino.

Y Juan José Saer, hijo de sirios nacido en la pampa, se ríe con una risa que le come la cara.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_