El humanismo poético de Leos Janacek
Yuri Lyubimov dirige la puesta en escena de la ópera 'Jenufa' en el Covent Garden
Tenía que suceder. La emoción, la sensación de verdad, la intensidad expresiva, los retratos de ambientes, la fuerza de los personajes, la inmensa vitalidad que desprenden sus obras, hacían de Leos Janacek (1854-1928), compositor checo, especialmente sensible para la ópera, contemporáneo de Puccini -y afin a él en varios aspectos- y heredero de Mussorgsky, el candidato idóneo para un descubrimiento por parte del gran público. Obras como Jenufa o Katya Kabanova se han incorporado al repertorio estable de los grandes teatros, y otras como El caso Makropoulos, Desde la casa de los muertos y La zorrita astuta están en un proceso de difusión creciente.
Fue Max Brod, el biógrafo de Kafka, gran admirador de la obra, quien al realizar la traducción alemana preparatoria de una producción en Viena en 1918, sustituyó el título original Jeji pastorkyna (Su hija adoptiva), basada en la obra teatral de Gabriela Preissova (1862-1946), por el de Jenufa, con el que ha llegado hasta nosotros.Un cambio de residencia, por razones matrimoniales, de su natal Bohemia a las zonas colindantes de habla checa entre Moravia y Eslovaquia permitió a la escritora la dedicación durante nueve años al estudio y observación de la gente local, sus formas de vida, folclor, historias y tradiciones, que se plasmaron en varios relatos, uno de los cuales dio origen a la segunda ópera de Janacek, El comienzo de una novela, que preparaba el camino para Jenufa, la primera de sus obras maestras.
En los años de la composición de Jenufa, Janaceck estaba ocupado en la recopilación de cantos del folclor checo, moravo y eslovaco, prestando especial atención a las melodías de la palabra hablada, de cuyo desarrollo se derivaron unas interesantes teorías musicales. Como sus predecesores Dvorak y Smetana, siguió trabajando en la línea de un nacionalismo checo, luchando por una cultura eslava como señas de identidad frente a lo germánico.
Lleno absoluto
La versión ofrecida en el Covent Garden de Londres no es la original, sino la revisada por Karel Kovarovic, director artístico del Teatro Nacional de Praga, con permiso del autor, e incluye la obertura Zarlivost (Celos). Es significativo asimismó el corto período de tiempo transcurrido entre el estreno absoluto de la producción de Lyubimov, el 17 de noviembre de 1986, y esta reposición. Asistí a la sexta representación con un lleno absoluto y un público totalmente entregado a la obra.No era para menos. El equilibrio de la ópera, drama rural en que las pasiones individuales se complementan con el retrato colectivo de una forma de sociedad represiva a través de la religión la familia y las costumbres, en que la estructura de melodrama deja paso a sutiles reflexiones de los protagonistas femeninos, en que la original y dramática orquestación está abierta a momentos de gran lirismo melódico e indagación en las raíces folclóricas, fue, en esta ocasión, realzado por una puesta en escena del director Yuri Lyubimov, muy adecuada para poder desentrañar los matices que posee la historia.
La madera, la casa, la tierra, son el soporte realista básico, en cuyo nivel los cantantes expresan los sentimientos fundamentales. Hojas secas del otoño, nieve y hojas verdes de primavera, esparcidas por un grupo de mimos al comienzo de cada acto, dan una tenue nota de color sobre la madera oscura e introducen de una forma poética el sentido del paso del tiempo.
Efectos de luz, paneles giratorios en los lados y fondo del escenario, del negro al blanco, y proyección de sombras con motivos con cruces y tumbas, completan la acción y la dotan de una estructura de subconsciente, de remordimientos, de pesadilla o de culpa.
Sencillez
Todo ello con sencillez, con economía de medios, sin alardes gratuitos, no impidiendo en ningún momento que el peso principal del desarrollo de la acción lo tengan los cantantes con sus intervenciones. La belleza plástica no disminuye la efectividad dramática. Sobre este espacio escénico se movieron excelentemente la checa Eva Randova en el papel de Kostelnicka y la norteamericana Asliley Putnam en el de Jenufa.Sin una gran densidad en sus voces, sin la grandeza que sus personajes requieren, supieron, no obstante, hacerlos creíbles con su entregada actuación y transmitieron calor y autenticidad. Cumplió correctamente el resto del reparto, incluyendo el coro en sus breves y brillantes intervenciones de los actos I y III, y mantuvo la orquesta su buena tónica habitual, bien concertada por el joven director alemán C. Thielemann, más tendente a subrayar los aspectos líricos que los dramáticos, en concordancia con las voces.
La ópera fue cantada en checo, contribuyendo eficazmente al resultado global del espectáculo, la subtitulación (o sobretitulación) en inglés en la parte superior al escenario, costumbre cada vez más extendida en los países anglosajones y que permite un seguimiento, continuo de la trama argumental.
Babelia
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