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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Por Sevillanas

SEGÚN SE aproxima el V Congreso del PSOE de Andalucía, previsto para los días 24, 25 y 26 de marzo, crece la sensación de que el reinado de José Rodríguez de la Borbolla en el entramado del poder socialista andaluz se acerca a su fin. La soterrada batalla que viene librándose dentro del aparato del partido entre guerristas y borbollistas puede concluir con la defenestración del máximo dirigente socialista en Andalucía. O si no se llega a ese extremo, colocarlo en una situación tal que sus actuales funciones al frente del Ejecutivo andaluz y del partido se conviertan en algo decorativo y estén sometidas en todo al dictado de sus antagonistas. A no ser que constatando la mayoría existente hoy en su contra -sólo dos de las ocho organizaciones socialistas andaluzas aprobaron en sus respectivos congresos la gestión de la ejecutiva saliente- el actual secretario general abandone el campo sin otra espera.Una vez más existe el peligro de que las rencillas internas de un partido oscurezcan el debate político que justifica la convocatoria de un congreso. El que va a celebrar próximamente el PSOE andaluz debería servir ante todo para evaluar y clarificar la gestión de los socialistas en la región de donde salieron sus principales líderes nacionales. Pero corre el riesgo de convertirse en mero foro de disputas familiares y que todo su debate se centre en si el secretario general y presidente de la Junta debe o no seguir y cómo. Que esto pueda, ser así en una región como Andalucía, en donde más que en ninguna otra los socialistas están obligados a hacer balance y a rendir cuentas, resulta altamente preocupante. En la autonomía andaluza el índice de paro sigue siendo el más alto de Europa, la droga pone constantemente en jaque la seguridad ciudadana, los municipios, salvo contadas excepciones, siguen sin despegar de su atraso, el analfabetismo aún es desolador y los grandes proyectos políticos del Gobierno autónomo, la reforma sanitaria y la reforma agraria, malviven ante el peligro del retroceso, en el primer caso, y el atasco jurídico, en el segundo. En Andalucía es donde primeramente se escucharon en la época actual los términos corrupción y amiguismo y donde más escandalosamente se percibe la pasión de los socialistas por arrimarse a las clases poderosas aunque ello implique el alejanúento de sus bases políticas. La pésima gestión de los preparativos para 1992 y sus celebraciones es, por lo demás, el corolario de una gran cantidad de problemas aparecidos en el feudo político natural de González y Guerra y en el que ambos parecen pretender comportarse efectivamente como dueños de la finca.

Todo este panorama, que merecería una clarificación por parte de los actuales gobernantes, puede quedar desdibujado por una historia de rivalidades personales que entró en su larga crisis cuando en 1985 Rodríguez de la Borbolla se sintió con fuerzas para expulsar de la presidencia del PSOE andaluz a Luis Yáñez, uno de los hombres que nutre el grupo originario de socialistas andaluces trasvasados a la política nacional. No es de extrañar que Yáñez sea ahora uno de los que con más ahínco intenta arreglar la cuentas a Borbolla y afirme que el presidente andaluz cometió en aquella ocasión "un grave error" y que ya ha cumplido una etapa dentro del socialismo. Desde entonces, el aparato del PSOE, obediente a Alfonso Guerra, aunque él niegue que existan los guerristas y aun pretenda prohibir el uso público de este término, no ha hecho sino socavar los apoyos con que cuenta el presidente andaluz.

De aquí a la celebración del congreso el margen de maniobra de que dispone Rodríguez de la Borbolla es estrecho. La celebración de un debate extraordinario sobre política general en el Parlamento autónomo a principios de marzo, aprovechando que se cumplen cuatro años desde que pasó a ocupar la jefatura del Gobierno tras la precipitada salida de Escuredo, no tiene otro objetivo que reforzar su posición tanto en el Ejecutivo como en el partido. Pero es difícil que lo consiga cuando el principal triunfo que tiene en sus manos, el miedo al escándalo que supondrá una segunda defenestración de un presidente andaluz, no parece ser bastante obstáculo para un partido que se permite el lujo de no haber explicado aún la dimisión del primer presidente de la Junta, hoy dedicado al mundo de los negocios y al tráfico de influencias.

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