La yerba de Woody
Hay una célebre frase de Woody Allen, en la que se burló con dureza, gracia y desparpajo de la lentitud característica de una buena parte del cine europeo. Dijo el saxofonista neoyorquino: "vengo de ver una de esas películas francesas donde se ve crecer la yerba".
Woody Allen perdió entonces una buena ocasión para cerrar la boca, porque ahora su burla se ha vuelto contra él. En las imágenes, teñidas de estudiadísimos amarillos y cremas otoñales, de su Septiembre, ciertamente no vemos crecer la yerba, pero en cambio sí vemos cómo les crece el pelo a Mía Farrow y los demás actores, ya que la falsa y tediosa película es una, por suerte corta, sucesión de interminables planos medios y primeros planos de sus rostros.
Cuando Woody Allen se acuerda de Ingmar Bergman y Anton Chejov, la yerba le crece a él en la oquedad de sus interiores, carentes de profundidad, poblados por personajes tan vacíos como pompas de jabón y deudores fantasmales de un cine de ideas que, cuando lo practica, convierte al buen cómico Woody en el pretencioso seudointelectual Allen. Película banal y esquemática, Septiembre no convence ni siquiera a sus ejecutantes, que bostezan delante de la cámara y ésta ni se da cuenta de ello. Y es que Allen, por desgracia, se prodiga cada vez más, a costa de Woody.
Babelia
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