El humor atroz
El actor Barry McGovern es irlandés, como Samuel Beckett. Los textos agónicos del escritor son universales, han desafiado a los actores más importantes del mundo -hasta Buster Keatony cada uno ha buscado el fondo -más bien, el abismo invisible- de sus textos.McGovern -en una sola noche, la del pasado jueves, en el teatro Español de Madrid, en un recital que coincidió con la inauguración de la exposición sobre la Irlanda de Beckett en la Biblioteca Nacional- toma de ellos lo que llamaríamos lo irlandés: el humor ácido, el contraste de palabras enormes con las cotidianas y la teatralidad de los fines de frase, del epigrama en cuya última palabra reside el sentido de todo.
Interpretó -apoyado en los libros, pero trascendiendo la mera lectura- fragmentos teatrales, poemas, trozos de novela. Apenas se mueve del entorno de una mesa en la que se apoya, se sienta a ella o encima de ella. El rostro es expresivo y subraya las líneas del humor atroz.
Otro de los grandes irlandeses, James Joyce, escribió sobre lo que llamaba "tremendas trivialidades", y en ese sentido de colocar cosas enormes junto a lo que parecen naderías, de forma que los sentimientos eternos se carguen de futilidad y lo cotidiano, en cambio, crezca de tamaño hasta ser aplastante, es donde reside la entraña del humor irlandés, o por lo menos una parte de él, que Samuel Beckett ha llevado hasta un extremo que resulta difícil de sobrepasar.
La forma en que este actor dice las palabras de Samuel Beckett es precisamente una manera de horadar en ello, coloreando su lenguaje hasta sacarle toda la capacidad expresiva del texto, lo cual no le retira nada de lo que tiene de universalidad.
Antiguo actor del Abbey Theatre de Dublín -de donde ha salido toda una gran tradición teatral y literaria-, músico e intérprete, últimamente Barry McGovern viaja por el mundo con su montaje a partir de textos de Beckett. Encontró en Madrid un público de estudiantes y profesores de inglés, e intelectuales irlandeses, pero casi nadie del teatro español; hubieran tenido buena ocasión de ver con qué limpieza se monta un recital sin más valores que texto y actor. Obtuvo aplausos y bravos, y muchas risas en los efectos buscados.
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