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FERIA DE VALDEMORILLO

Casta torera

Tres toreros jóvenes buscaron ayer la oportunidad de que los tomara en consideración la afición de Madrid, desplazada a Valdemorillo para disfrutar de la fiesta y emitir sus juicios inapelables. La aprovecharon, porque tienen casta torera, y la itinerante afición de Madrid los tomó en consideración. Hay torero, en los tres, cada cual según su estilo y su temperamento, y sólo necesitan ahora esa suertecilla crucial consistente en que les salga un toro bueno el día D, a la hora H, que suelen ser una tarde de mayo florido en Las Ventas, por ejemplo.

Los tres estaban hasta ayer marginados, quizá también desilusionados -a pesar de su rabiosa juventud- por esa suertecilla que se les mostró esquiva otro día D, hora H; por el frustrante taurinismo, de cuyas injusticias ya han sentido la mordedura, y por sus propios errores, que se producen con facilidad cuando se es tan joven. Pero todo puede ser ahora distinto. Juan Rivera ya tiene cierta veteranía, que -se vio ayer en Valdemorillo- le ha dado madurez. El Fundi era muy valiente y pundonoroso, de pequeñín en la escuela taurina, y no ha perdido estas virtudes. Bote conserva la calidad técnica que ya exhibía cuando empezaba en la misma escuela.

Segura / Rivera, Fundi, Bote

Toros de Francisco Segura, con trapío y dificultades. Juan Rivera: dos pinchazos y estocada corta (vuelta); pinchazo saliendo trompicado, metisaca y descabello (vuelta). El Fundi: pinchazo hondo, rueda de peones y descabello (aplausos y saludos); estocada trasera (dos orejas). José Luis Bote: pinchazo hondo y tres descabellos (vuelta); pinchazo y estocada (dos orejas). Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Tercera corrida de feria.

Aquellos ayudados por bajo con que Juan Rivera prologó su primera faena tuvieron el sabor torero de la tauromaquia eterna. Ayudados rodilla en tierra, obligando a humillar y volver, ganando terreno suave, limpia, poderosamente, hasta rematar en el centro del redondel. Cuando el toreo es así, se paladea. Luego instrumentó las suertes clásicas y culminó la construcción de la faena con ayudados a dos manos. El cuarto tenía más dificultades y expuso mucho para ligar redondos y pases de la firma.

Cogida impresionante

El Fundi se dejó ir sin torear un toro manejable, porque poniéndose muy encima él pero colocando muy atrás la muleta se renuncia de plano al toreo. En cambio resurgió El Fundi del valor y del pundonor en la lidia del quinto, que era reservón y de apabullante envergadura. Lo banderilleó con enorme mérito pues el toro estaba a la defensiva y ni siquiera humillaba cuando El Fundi se le metía entre los pitones para cuadrar. Aunque nada más empezar la faena de muleta el pundonoroso espada resultó cogido por la barriga de forma impresionante, se levantó sin mirarse siquiera los desgarrones de la taleguilla y siguió toreando ceñido, despreciando el peligro.Toda la tarde estuvieron barriendo el coso ráfagas de viento helado y las peores fueron cuando Bote toreaba a su primero. Hubo de luchar con el viento y con el toro, que era correoso, reservón y con tan sordo peligro que en un gañafón apenas perceptible le rasgó la taleguilla desde los machos a la cadera. Al sexto le hizo Bote una faena de su estilo, impecable en el toreo en redondo, que interpretaba con facilidad; mejor diríamos con naturalidad, pues este diestro lleva el toreo en la cabeza y en el corazón, y tiene una disposición innata para ejecutarlo puro.

La corrida se dio, a pesar del diluvio que cayó sobre la comarca, para lo cual una afanosa cuadrilla achicó el agua del ruedo, metió una pala mecánica, sacó dos camiones de fango, esparció serrín, que el ventarrón arrojaba luego sobre los ateridos espectadores, en forma de revuelta nevada siberiana. Se dio la corrida para bien, pues en medio de toracos reservones y vientos gélidos floreció la casta torera de unos jóvenes diestros que quieren llegar muy alto y se jugaron el tipo. Entre estornudos, moqueos y trasiegos de coñá, la itinerante afición madrileña emitió su juicio y les dio el sí.

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