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Mil experimentos con un mismo próposito

Es difícil imaginar otro acontecimiento artístico que legítimamente despierte una expectación semejante a la que ha creado esta gran exposición antológica de Jorge Oteiza (Orio, 1908), el legendario escultor vasco, ganador del primer Premio de Escultura de la Bienal de Sao Paulo de 1957 y, sobre todo, fuente desbordante de energía poética. Energía poética verdaderamente descomunal la de quien, habiendo abandonado la escultura en 1959, por hablar en los términos profesionales al uso, casi 30 años después, y en el mismo año en el que cumple los 80 de edad, vuelve, entero y verdadero, con la naturalidad que corresponde a los poetas y a los profetas, los seres puestos en pie, de inspiración vertical, los únicos capaces de dar vueltas al mundo y ponerlo del revés para que no se caiga.Este estar yendo y viniendo es en sí muy de poetas y de profetas, sumergidos en las profundidades en pos de la revelación. Su actuar no es nunca una actividad laboriosa y, por tanto, contable, en el sentido en que se puede calcular la rentabilidad de un trabajo productivo de fabricación de objetos. Por eso, ¿qué se quiere decir exactamente con eso de que Jorge Oteiza abandonó la escultura el año 1959? ¿Acaso será que dejó la fábrica?

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La primera exposición antológica de Oteiza revela su íntima relación con las vanguardias europeas

Hay otros célebres huelguistas modernos, como Rimbaud, Duchamp y, en la manera en la que aquí me parece más próxima a Oteiza, como el proio Malevitch, una manera sin quebranto y sin quiebro; esto es: sin desesperación ni ironía. No un cambio de tercio -un dejar de hacer aquí para hacer lo mismo allí-, sino, una inmersión: un dejar de hacer para mejor acceder. Esto último, definitivamente, me parece la mejor forma para entender la activa improductividad de Oteiza, que, entre tanto, no se ha dedicado a jugar al ajedrez como el burlón cartesiano del país vecino.

Entre tanto, Oteiza no ha parado, y, entre otras cosas notables, ahí está el Quousque tandem ... !Ensayo de interpretación estética del alma vasca, publicado en 1963, al mismo tiempo prácticamente que S. Giedion, el más notable ideólogo del arte moderno, daba a conocer su Presente eterno, donde llegaba a parecidas conclusiones de la intríseca relación entre prehistoria y vanguardia. Y es que el proyecto creador de Oteiza es más que un simple proyecto artístico: es un proyecto metafísico, una cosmovisión.

Oteiza ha tratado de sumergirse en los ritmos de la naturaleza y en esta exploración ha soltado el lastre de la historia. Se ha situado en el antes de la historia, lo que él llama situarse en ese vasto territorio de lo preindoeuropeo. Pero, ¿qué hay ahí?, se preguntan perplejos filólogos y gramáticos. ¡Imágenes! El fluido excéntrico de las de Lascaux, la compacta bóveda de Altamira. Mas, por encima de todo, o, si se quiere, por debajo, las marcas anímicas, los ecos de las profundidades, los gestos primarios.

Para explorar en lo más profundo hay, no obstante, que elevarse, como para avanzar hay que dar muchos pasos atrás. Esta paradoja sitúa a Oteiza en la experimentación vanguardista, a la que accede, por sendas en algún momento coincidentes, fundamentalmente, con Mondrian o Malevitch, a la consciencia del vacío, una consciencia plástica o poética, mas, en todo aso, una consciencia reconstructiva, pues en ella el hombre ha de reconstruirse y hallar su lugar en el cosmos, lejos del centro, fuera del centro.

Fantástica aventura

La actual exposición antológica es una maravillosa reunión de las más significativas piezas conservadas de Oteiza, a través de las cuales se puede seguir lo que toda esta fantástica aventura ha supuesto en el campo escultórico como propósito experimental. Ahí están, en efecto, desde las esculturas de los años treinta hasta las que en los años cincuenta le dieron una fama internacional que aún permanece viva. Este recorrido por su obra llega hasta haberse trasladado aquí su laboratorio experimental, cientos de pequeñas piezas que son otras tantas reflexiones e ideas. Se trata, pues, de una retrospectiva mediante la que se sintetiza la vida creativa de uno de los más notables artistas de nuestra época, pero además una oportunidad excepcional para convivir con una obra en su riquísima complejidad de vías experimentales y en su poética unidad de propósito.

Tras visitar la muestra, uno se queda abrumado por la potencia inventiva, que nos lleva a constatar cómo están allí muchas de las sendas surcadas por cubistas, constructivistas y minimalistas, por no citar las mil curiosas interpretaciones puntuales que, como si nada, reabren discursos formales que parecían cerrados. En cualquier caso, este escultor genial es más que un escultor; este poeta es más que un poeta; este pensador, este inventor, este profeta... es siempre más que lo que hace. Es lo que es. Es.

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