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El miedo de algunos hombres

La autora considera una gran victoria para la mujer el establecimiento, en el reciente congreso del PSOE, de una cuota del 25% de todos los puestos directivos del partido para las militantes de la organización. Este paso supone, según la autora, un hito en la lucha contra la tradicional dominación de la mujer por el varón. A juicio de la autora, todavía hoy los hombres intentan mantener una falsa superioridad, convenciendola las propias mujeres de que todo lo hacen peor que ellos, o que socialmente se considere de menos valor.

A raíz de la aprobación en el 31º Congreso del PSOE de una reforma de sus estatutos, estableciendo una cuota de representación de mujeres no inferior al 25% en sus órganos de dirección y decisión, así como en las listas de candidatos a las elecciones legislativas, autonómicas y locales, algunas voces y firmas masculinas han criticado la decisión, calificándola de paternalista, propia del despotismo ilustrado o regalo demagógico.En dichas críticas hay, sin duda, diversos componentes. Por un lado, una interpretación rígida y excesivamente teórica de la igualdad y la democracia, un desconocimiento de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y de los convenios, acuerdos y recomendaciones internacionales suscritos por España, ignorancia sobre los resultados positivos producidos por medidas semejantes en otros países y organizaciones, crítica a todo lo que hace el partido en el Gobierno, sea lo que sea, y sobre todo, me temo, una gran parte de núedo al 52% de la población.

Durante muchos siglos de la historia humana los varones sometieron a las mujeres gracias a su mayor fuerza física, y a medida que se fueron civilizando, convirtieron en normas jurídicas lo que anteriormente no era sino la ley del más fuerte. Al fin y al cabo, no hay tanta diferencia entre pegar o violar a una mujer que no quiere hacer lo que su hombre la ordena y, por ejemplo, establecer legalmente que las mujeres casadas no puedan trabajar sin permiso del marido o negarles la patria potestad sobre sus hijos.

Los hombres españoles que tienen ahora más de 30 años nacieron, se educaron y crecieron en una sociedad que consideraba a la mujer jurídica y culturalmente una menor incapaz de hacerse adulta. Ello les permitió sentirse durante mucho tiempo muy superiores respecto a la mitad de las personas de su alrededor y ejercer sin problemas el poder, al menos en el ámbito familiar.

Pero a medida que España se fue modernizando todo comenzó a evolucionar; llegaron las turistas europeas, se permitió la coeducación, se organizó el movimiento feminista, se restableció la democracia, se legalizaron los anticonceptivos, se aprobó la Constitución -que obligó a reformar los diferentes códigos-, se ratificó la convención de las Naciones Unidas sobre eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer, se creó el Instituto de la Mujer, se aprobó la ley del aborto, España se adhirió a las Comunidades Europeas... Hechos que, además de otros muchos, han contribuido a modificar de manera importante las relaciones hombre-mujer.

Más seguras

Las mujeres nos hemos ido sintiendo así cada vez más seguras de nosotras mismas. Cada vez tenemos menos hijos y trabajamos más fuera de casa; hemos ido conquistando espacios sociales tradicionalmente masculinos, y hay gobemadoras civiles, directoras generales de la energía y del tráfico, secretarias generales de comunicaciones, consejeras de industria y economía, presidentas y directoras de empresa, mujeres policías, bomberas, mineras del exterior... Las chicas obtienen mejores resultados escolares que los chicos en todos los niveles educativos, y después de tanto tiempo de tenernos convencidas de las irrefrenables necesidades sexuales masculinas, ahora resulta que las suyas son inferiores a las nuestras.

Tanto cambio hace que algunos varones se sientan perdidos. ¿Cómo conservar la creencia, que desde niños les inculcaron, en su superioridad sobre las mujeres? ¿Cómo mantener el tipo sin sentirse superiores a las mujeres? La solución más generalizada consiste en minusvalorar, a veces de manera inconsciente y sutil, todo lo que hacemos las mujeres, quitando importancia a cualquier éxito femenino, ya sea individual o colectivo. Porque el único recurso que los varones tienen hoy día para mantener su falsa superioridad es convencemos a nosotras de que todo lo hacemos peor que ellos, porque si lo consiguen, efectivamente lo haremos peor o, aunque lo hagamos mejor, permitiremos que socialmente se considere de menos valor.

Un gran éxito

Por ello tenemos que levantar la voz muy fuerte y en todas partes, diciendo que la cuota del 25% ha sido un gran éxito de y para las mujeres, que compartimos con nuestros compañeros del PSOE y otros varones que nos han apoyado. Pero no nos la han regalado, porque el poder no se regala nunca, el poder se conquista. ¿Acaso cuando los representantes sindicales consiguen formar parte de un consejo de administración es porque alguien se lo ha regalado? Las mujeres del PSOE hace ya tiempo que estamos trabajando eficazmente en favor de nuestros derechos, fuera y dentro de la organización, especialmente en estos últimos años. Hay también otras muchas mujeres que luchan colectivamente, desde los sindicatos y las asociaciones, exigiendo que sus reivindicaciones sean tomadas en consideración. Nuestra fuerza reside no sólo en todas las que estamos organizadas, sino en nuestra capacidad para ser portavoces de la mayoría de las mujeres.

Nuestros compañeros saben que ahí está nuestro poder, en ese 52% de la población que está cambiando el curso de la historia. Por ello, siendo ellos mayoría en la organización, han votado a favor de la cuota del 25%, que es una gran victoria para las mujeres, un pacto hombre-mujer y una prueba de la inteligencia y coherencia ideológica de nuestros compañeros, de hombres que no tienen miedo, de hombres que, como nosotras, tienen esperanza en un futuro al 50%.

Carlota Bustelo es directora del Instituto de la Mujer.

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