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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La otra cara de la comedia

¿Cuál es el más divertido de los juegos? La película responde a la pregunta en su primer plano al mostrar unas sábanas de seda rosa debajo de las cuales se mueven con suavidad dos cuerpos. Y el problema de los protagonistas de El juego más divertido consiste en que nunca pueden jugarlo. Se trata de dos actores, famosos gracias a una serie televisiva. Y lo son hasta el punto de que para poder cometer un vulgar adulterio necesitarían estar solos en un lugar adonde no llegase la televisión.El enredo es el propio de una comedia, y su sucesión de equívocos está muy bien trabada. Ada y Bruno, amantes en la pantalla, permanentemente encamados para la cámara, nunca logran estarlo para su satisfacción. Y si lo consiguen es por poco rato. Los teléfonos, las visitas inoportunas y, sobre todo, sus miedos, los mantienen en continuada abstinencia sexual mientras sus respectivas parejas oficiales aprovechan la ceguera de los enamorados para sucesivos devaneos.

El juego más divertido

Director: Emilio Martínez-Lázaro. Intérpretes: Victoria Abril, Antonio Valero, Maribel Verdú, Antonio Resines, Santiago Ramos, Miguel Rellán, Nacho Novo, Manuel de Blas, Ricard Borrás y El Gran Wyoming. Guión: Luis Ariño y E. Martínez-Lázaro. Producción: Fernardo Trueba y E. Martínez Lázaro. Fotografía: Joan Amorés. Montaje: Nieves Martín. Música: Ángel Muñoz-Alonso. Vestuario: Renée López de Haro. Española, 1988. Estreno en Madrid en cines Roxy A y Vergara.

Como Todo va mal o Lulú de noche, este filme de Emilio Martínez-Lázaro es, al mismo tiempo, una comedia y un comentario de las exigencias del género que va desde su construcción a partir de un flashback, con mirada a cámara incluida, hasta el continuo alimentar la ficción con las ficciones de la telenovela.

Papel y práctica

Sobre el papel, la película es espléndida; en la práctica no lo resulta tanto. ¿Por qué? Por varias razones, entre ellas un irresoluble problema de reparto: Antonio Valero no es el rey de la comedia, un físico y actor que posean la riqueza y elegancia necesarias; tampoco el ritmo de montaje y la planificación son los clásicos y típicos en una comedia, y eso se nota, pues las situaciones divertidas sólo en una ocasión devienen gag. Puede que se trate de una opción, pero se ha tomado a costa de la intensidad de la historia; el estilo de El juego más divertido es demasiado próximo al de Lulú de noche, cuando el tono no debiera ser el mismo; una cuarta razón nace de haber desaprovechado algo que está sugerido en el mejor plano de la película, un lento acercamiento a Victoria Abril, a su rostro. En ese instante aparece la seriedad real, la reflexión moral que acompaña a toda buena comedia, la otra cara de la risa. La película no explota esa vía y prefiere dispersarse.A la película le falta, en definitiva, seriedad para ser divertida, aunque nada le impide ser un trabajo ingenioso y con un estupendo acabado profesional. Además, Victoria Abril, Antonio Resines y Santiago Ramos están espléndidos, y Maribel Verdú resulta muy convincente en sus intuiciones. La fotografía tiene una gran continuidad, y la música y el cuidado que se ha puesto en la elección de decorados y vestuario hacen de El juego más divertido un producto de aspecto rutilante.

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