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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Víctimas universitarias

Como continuemos así, el caso Lledó, el caso Cencillo y el caso que cada uno quiera hacerse acabarán desbancando al mismísimo ablativo absoluto, para constituirse a la postre en materia de tesis doctoral. Ele esta suerte, sus virtudes formativas serían encomiables, pues bien podría toda esta casuística deparar algún mérito que ofrendar en el altar de los concursos.Los estimados colegas que, en número de 66, firman una apasionada defensa del profesor Cencillo en aparente refutación de una frase mía yerran al menos en un punto. Yo no establecí relaciones entre el caso Lledó y el caso Cencillo -entre otras cosas porque me parecían visibles de por sí-, sino que me limité a constatar que otros lo habían hecho con anterioridad, concretamente en las hospitalarias columnas de esta misma sección, que, por lo demás, está sirviendo para que en la Universidad nos veamos mejor las caras. Por otra parte, fui alumno de don Luis Cencillo bastantes años antes que el señor Sedano y sus amigos, y comparto plenamente la valoración que les merece nuestro antiguo profesor. El problema, en consecuencia, me parece que es otro.

Si algo se desprende de esta monumental polémica es el extremo hasta el cual la Universidad actual nos resulta insatisfactoria, así como el descontento con el que estamos presenciando la desigual pugna entre intelectuales y burócratas, si se me permite designar así a las facciones. Lledó, Cencillo y algunos otros (¿es que sólo los catedráticos sufren injusticias?) son víctimas de una situación que emana de la aplastante superioridad de los segundos sobre los primeros. Ése es el auténtico mal, en gran medida porque éstos no son muy abundantes ni se reproducen a placer, a diferencia de aquéllos, que últimamente proliferan como hongos.

Denunciemos, pues, los desmanes y cuidemos de nuestros maestros, ya que su talento es nuestro único patrimonio. Pero limpiemos también nuestra casa en la práctica diaria, mostrando más rigor, inteligencia y honestidad en el trabajo y rechazando la estupidez, la vileza y la fatuidad cotidianas. Imitemos, en fin, a la Liga de fútbol, que por aceptar la universalidad del buen juego sabe que tan necesario es importar a Futre como conservar a Butragueño-

Catedrático de la universidad de

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