Ortega abre el juego
EL ACUERDO logrado por los presidentes centroamericanos en San José de Costa Rica es un motivo de satisfacción para cuantos anhelan que la paz se restablezca en esa región. La esperanza que surgió en agosto pasado en la reunión de Esquipulas no se ha extinguido. En cierto modo, la superación en la última reunión de las discrepancias indica que la voluntad de paz ha predominado sobre las otras consideraciones en la conducta de los presidentes.Varias razones estuvieron a punto de hacer fracasar la cumbre de los presidentes, pero cabe resumirlas con un solo nombre: Ronald Reagan. El presidente de EE UU, enemigo desde el principio del plan de paz de Esquipulas 2, movilizó en las últimas semanas todos los recursos de su diplomacia para presionar a los presidentes de Guatemala, Costa Rica, Honduras y El Salvador, exigiéndoles que convirtiesen la reunión de San José en una acusación contra Nicaragua, como culpable de todos los retrasos en la aplicación del plan de Esquipulas 2. Al visitar a dichos presidentes, el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, general Colin Powell, amenazó con la suspensión de las ayudas norteamericanas, esenciales para esos países. La gestión fue tan cínica que The New York Times la ha calificado con expresiones de una dureza insólita: "Esa diplomacia proconsular", escribe, "es profundamente ofensiva. Es el método por el que Moscú podría obligar a sus vecinos del Pacto de Varsovia a ponerse en fila". El objetivo de Reagan era evidente: una acusación de los cuatro presidentes centroamericanós contra Nicaragua ayudaría a que el Congreso vote a inicios de febrero la ayuda a la contra.
Este plan acaba de fracasar, a pesar de la actitud inicialmente intransigente de los presidentes de Honduras y El Salvador, Azcona y Duarte, respectivamente. Ante los resultados obtenidos en la reunión de San José conviene tener en cuenta cierta evolución general en el continente americano que se traduce en un peso creciente de los factores regionales. Los centroamericanos quieren de verdad resolver los problemas entre ellos, sin injerencias. Disminuye la efectividad de las amenazas de EE UU, sobre todo cuando a Reagan le queda menos de un año, y un giro de la política de Washington en Centroamérica no es descartable.
Sin embargo, la reactivación de Esquipulas 2 ha sido posible sobre todo gracias a las concesiones sustanciales que ha hecho Ortega, que en algunos puntos suponen un viraje de 180 grados en sus posiciones anteriores. El alcance de estas concesiones es considerable: Ortega ha anunciado el levantamiento del estado de emergencia, negociaciones directas con la contra y una amnistía total, después del cese el fuego, que permitirá a los rebeldes en armas reintegrarse en la vida civil. Asimismo, la próxima celebración de elecciones municipales y al Parlamento Centroamericano.
La realidad es que Nicaragua había dado ya pasos de gran significación para aplicar Esquipulas 2, como autorizar la reaparición de La Prensa. Pero si un sector del sandinismo se ha mostrado dispuesto a hacer concesiones en aras de la paz, otros sectores se han resistido a esta evolución. Lo confirma la detención en Managua de un líder de la oposición poco compatible con los compromisos aceptados por Daniel Ortega, que implican legalizar a toda la oposición sin excepciones. La perspectiva que dimana de1o que Ortega ha anunciado es que el sandinismo tendrá que competir con las demás fuerzas políticas exclusivamente en el terreno electoral. Y que sólo conservará el poder si dispone de la mayoría de los votos. Ahora, como ha dicho el presidente Cerezo, de Guatemala, la pelota está en EE UU. Una firme actitud europea en apoyo de la paz debe contribuir a que Washington comprenda que ha llegado la hora del realismo y de poner fin a su desastrosa política centroamericana.
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