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Escalofríos, suspense y trampillas

¿Qué podría propiciar el más estimulante cambio de estilo después del romance del ferrocarril que fue Starlight Express? Para Andrew Lloyd Webber, sin duda, el atractivo de un romance al viejo estilo. Lo encontró en la obra del novelista francés Gaston Leroux, publicada en 1910 y titulada Le fantôme de l''Opéra (El fantasma de la Ópera), que ya había suffido numerosas adaptaciones en teatro y en cine. (destaca la película de horror realizada en, 1925 por Lon Chaney).La versión de Lloyd Webber y del libretista Richard Stilgoe prescinde de gran parte de la superestructura narrativa de: la novela, para centrarse en (los personajes: el genio horriblemente desfigurado que habita La ópera de París y la joven soprano sueca Christine Daaé, que es el objeto de su pasión.

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El imperio del musical se llama Andrew Lloyd Weber

Como letrista principal, Lloyd Webber escogió a un principiante, Charles Hart, de 26 años, que sólo tenía en su haber un musical sin estrenar. Como contrapartida, Lloyd Webber llamó al director Hal Prince, de 59 años de edad, que tanto contribuyó al éxito de Evita.

La selección

Lloyd Webber compuso el papel de Christine con la cristal¡na voz y el aspecto prerrafaelita de su esposa en mente. La clave era encontrar al fantasma de la ópera. Su elección fue el actor británico Michael Crawford, de 45 años, a quien había oído cantar en 1979 en el espectáculo londinense Flowers for Algernon, y que apareció en películas como A funny thing happened on the way to the Forum y The Jokers.

"En el momento que le vi con Sarah por primera vez supe que ya no había por qué seguir buscando", recuerda Lloyd Webber. "La forma en que la hipnotizó con su visión de lo que podría ser el fantasma.

Salí de la habitación de puntillas y los dejé allí. Telefoneé a Hal y le dije: "Ya tenemos reparto".

Crawford, que se había formado como niño soprano con el compositor Benjamin Britten, respondió inmediatamente a los requisitos de voz que se requerían para el tenor.

"Sólo tuve que escuchar los primeros siete u ocho compases para saber que El fantasma era algo especial", dice. "La partitura me produjo escalofríos desde la primera vez que la oí, y aún me sucede ahora. Andrew me hace cantar con todo el sentimiento".

Como en sus anteriores producciones Cats y Starlight Express, El fantasma de la ópera será probablemente una obra a prueba de repartos, porque mucho de su atractivo reside en los espectaculares trucos teatrales inspirados en la maquinaria escénica victoriana.

Entre los momentos cubninantes de la puesta en escena, un barco deslizándose en un tétrico lago subterráneo y una lámpara de araña que parece que va a caer sobre el público al final del primer acto.

Las múltiples trampillas que consiguen la mayoría de estos efectos (hay 102 para las velas que surgen de la oscuridad e iluminan el reino subterráneo del fantasma) son controladas por ordenador. Como apunta Will Boweri, asistente-jefe de producción en Londres, "el brillo es victoriano, pero hubo que utilizar alta tecnología para que resultase así".

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