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Entrevista:

Duby reivindica el derecho del historiador a soñar

El investigador de la colección 'Historia de la vida privada' representa una nueva tendencia en su campo

Marc Bloch, Lucien Febyre y Fernand Braudel han sido los grandes artífices de la polémica nueva historia de los sesenta. Georges Duby (París, 1919) es considerado uno de sus más conocidos representantes. Profesor en el Collége de France, con un pie en la Académie, Française y presidente de la emisora de televisión Canal 7, sigue atareado con su pasión de historiador. Ha asumido, junto con el fallecido Philippe Ariès, la dirección de la colección Historia de la vida privada, en cinco tomos. Duby, investigador de la escuela de los Annales, fuertemente influido por el marxismo de Althusser y Balibar, reivindica en este trabajo el derecho del historiador a soñar. Taurus ha publicado el primer volumen de la colección.

Pregunta. En las últimas décadas hemos asistido a una serie de cambios drásticos en el terreno de la historia. Ha habido una renovación radical en al marco de los métodos, de los objetos, de los registros.Respuesta. La situación arranca de la tarea llevada a cabo por Marc Bloch y Lucien Febvre contra la historia historizante. Ambos han contribuido apuntalar una historia de las estructuras. Han tenido en cuenta las aportaciones de la economía, de la antropología, de la etnología. De modo que han planteado otras cuestiones que hunden sus raíces en las relaciones de parentesco, en los mitos, etcétera. A raíz de ese procedimiento se ha desarrollado lo que se ha mal llamado la historia de las mentalidades. Es decir, una especie de antropología, histórica que englobaría el conjunto de los comportamientos humanos. Se trata, evidentemente, de un cambio de perspectiva radical de la historia social. Hemos avanzado mucho en ese campo, y eso nos ha llevado a tocar una serie de temas: los problemas del poder, las formas políticas. Hemos hecho hincapié en todo lo que rodea el acontecimiento.

P. Desde una óptica subjetiva... Usted mismo lo ha dicho: "El que habla soy yo, no pienso ocultar la subjetividad de mi discurso".

R. He reivindicado el derecho del historiador a soñar. Le corresponde poner un poco de sí mismo, y en ese sentido hay que tener en cuenta su personalidad El historiador tiene su propia ideología, está sometido a la influencia de las ideologías de su tiempo y está bajo el yugo de sus propias pasiones. Recientemente, los historiadores han tomado conciencia de los límites del conocimiento histórico. Han admitido que no se puede resucitar el pasado. Cuando interrogo unos textos, unas fuentes, unos testigos, no me interesa saber si lo que se dice es cierto. Lo que me importa es lo que ese testigo tiene en la cabeza, lo que piensa No podemos alcanzar la realidad. La historia objetiva es imposible. De hecho, si no fuera un poco apasionada se quedaría en algo frío.

P. La elección de las fuentes también es arbitraria.

R. Trabajo con un período histórico en el que los testimonios eran más bien escasos. De modo que procuro no desaprovechar lo que tengo a mi alcance. Con Guillermo el Mariscal, por ejemplo, he utilizado la biografía que hizo de él su propio hijo. En otros casos, por ejemplo, si cojo el amor cortés, tengo acceso a ese fenómeno por medio del elemento literario. Las obras literarias reflejan una parte de la realidad. Por otra parte, también influyen sobre la realidad, ya que fabrican pautas de conducta. Es como si intentáramos hacer una sociología de nuestro tiempo con las canciones de Raimon.

Medievalista

P. Usted es considerado un gran especialista de la Edad Media; ha investigado sus estructuras sociales, sus matrimonios, su sexualidad. ¿En qué ha modificado la idea que nos hacíamos de esa rúbrica?R. En un principio trabajé el tema de los fundamentos. De hecho, publiqué un libro sobre la economía rural en los siglos XI y XII. De ahí surgió mi interés por la creación artística y el ambiente social. Estoy convencido de que la historia de las ideas sólo es posible si se tiene en cuenta el sustrato, lo político, lo social. Por otra parte, he investigado las estructuras de parentesco. He abordado el tema del matrimonio, de la situación de la mujer.

P. Acaban de ser publicados los últimos tomos de la Historia de la vida privada, que recoge unos 2.000 años de experiencia de lo oculto, de lo que no se dice. Ha definido la vida privada como "aquello que se sustrae a los poderes". ¿Cómo se le ocurrió volcarse en esa odisea?

R. Nos hemos planteado trasladar a los siglos pasados una noción propia de los tiempos modernos. Yo ya lo hice hace años con la noción de lucha de clase; la utilicé para analizar las relaciones económicas y de poder en la sociedad feudal. Pues bien, con el concepto de privacy entramos de lleno en la Inglaterra de los, siglos XVIII y XIX, en el marco de una sociedad burguesa. ¿Era posible trasladar ese concepto a la antigüedad? Yo he dicho que sí. De modo que hemos intentado averiguar si existía una vida privada en los siglos XI y XII, cuáles eran sus modalidades, cuál era la postura del individuo en el grupo, cuál era la conciencia que el grupo tenía de sí, cuáles eran los instrumentos de defensa contra las amenazas exteriores.

P. De modo que lo que se modifica son las formas que adopta ese privado. Concretamente, si tomamos el caso del individualismo, vemos cómo en el siglo XX deja de ser un epifenómeno del universo familiar y, paradójicamente, pasa a convertirse en el instrumento que permite resistir a la familia.

R. En el siglo XI se aprecia ya el germen de ese conflicto entre el individualismo y el sentimiento de solidaridad familiar. No es cuestión de hacer una antropología estructural como la que hizo Lévi-Strauss. Tenemos unas estructuras; ahora bien, se producen cambios en esas estructuras.

P. Por eso la cronología es fundamental.

R. La historia es el tiempo. Lo que distingue la historia de las otras ciencias humanas es su conciencia de las fechas. No la historia de las batallas, pero sí unos puntos de referencia cronológicos en los que se inscriben unos datos y unas relaciones entre esos datos.

P. La historia tradicional consta de una serie de secciones canónicas. En la Historia de la vida privada aparecen genéricos inhabituales como la historia de los corazones, del arte de amar, de la amistad.

R. Con ese método hemos podido explorar el territorio humano. Hemos tratado de ver cómo se leía, cómo se intercambiaban cartas, cómo se conservaban los secretos. En las épocas remotas cuesta indagarlo por que lo privado era lo ocultado por definición.

P, ¿A qué se debe su interés por la condición femenina?

R. El historiador debe poner de relieve las falsas ideas que, propaga la novela histórica de hoy. Por otra parte, tenemos una constante que interviene en el transcurso de la historia: la lucha entre los sexos. Esa lucha toma formas diferentes según el momento histórico. Hasta hace poco han sido los hombres los que han conseguido hablar de las mujeres. Puedo reconstituir la imagen que los hombres se han hecho de las mujeres. Dicho esto, no puedo hablar en el nombre de las mujeres. Otro de mis problemas ha sido que sólo he tenido acceso a la cúspide de la pirámide: carecemos de documentos sobre las mujeres del pueblo del siglo XI. En lo que concierne a la vida privada, queda de manifiesto que el universo femenino coincide con el espacio doméstico. Le ha tocado a la mujer detentar el poder en esa esfera específica. Ahora bien, el capitalismo ha puesto a trabajar a las mujeres, ha querido utilizarlas en un momento dado, y ellas han sabido aprovechar la ocasión.

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