_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amenaza del hambre

Los RECUENTOS de fin de año vuelven a medir el hambre en el mundo. Las proporciones siguen siendo las mismas: tres cuartas partes de la humanidad sufren del hambre y la miseria, los niños mueren en oleadas estadísticas de 50.000 por día, las ayudas apenas llegan a prolongar estas vidas en dos o tres años siniestros y las soluciones no se encuentran. La estampa trágica se realza con los datos de la abundancia despilfarrada y se ilustra con imágenes -ya salen de los archivos-, más que patéticas, desgarradoras. Pero nadie se desgarra ya en el mundo opulento y todos nos hemos hecho a esta contemplación que apenas merece un murmullo de disgusto. Llevamos poco más de un cuarto de siglo agobiados por este problema: tuvo algunos momentos de exaltación, pero ahora está pasado de moda.La realidad es que el mundo occidental, y especialmente Europa, estuvo sobre todo preocupado por su propia hambre, descrita por los novelistas del siglo pasado -Dickens, Zola o Galdós-, que no sólo producía movimientos de conciencia, sino revoluciones muy considerables, desde la francesa hasta la soviética, y luego las fascistas y la II Guerra Mundial. Cuando descansó de todo ello y empezó a sentirse libre de su hambre y sus revoluciones, Europa comenzó a preocuparse por los países colonizados. Hasta entonces aquellos desgraciados eran víctimas de sí mismos, de su incapacidad racial, de su falta de impulsos: las colonizaciones, con vanguardias y retaguardias de misioneros de todas clases, se explicaban para introducir la civilización a la manera europea y adiestrar a los, indígenas de manera conveniente.

Fue a partir de los años sesenta, tras las últimas guerras coloniales de retirada, cuando comenzó a surgir esta preocupación por un autodenominado Tercer Mundo y por su desarrollo, incluyendo el respeto por las civilizaciones y las culturas originales que habían sido arrasadas por los colonos. La miseria, 25 o 30 años después, sigue existiendo en las mismas proporciones, pero mayor en números absolutos debido al crecimiento demográfico: nos hemos habituado, y ahora estamos emitiendo la idea de que esto es inevitable, y la mortandad, una defensa de la especie, una limpieza que tiene que hacerse y frente a la que no caben ayudas, sino una manera de introducír en los países afectados los medíos de producción y de cultivo que les eviten la tragedia. Hay ya ensayos y doctrinas sociológicas (André Glucksmann, Thierry Wolton, François Jean ... ), generalmente apoyados en el caso de Etiopía, porque es el escaparate mayor, según los cuales el hambre es la consecuencia de la explotación política de los regímenes independientes y una forma de fabricar revoluciones. La solución estaría en la creación del hombre nuevo (François Jean) que fuera capaz en esos países de superar "la cultura ancestral y los modos de producción campesinos". Otra visita de la colonización.

Mientras tanto, lo que está llegando a Europa es el principio de unas revoluciones que podrían ser paralelas de las que hubo en este continente. Londres, París, los arrabales industriales de Alemania Occidental se han coloreado ya con la devolución de la visita de los antiguos colonizados, con una inmigración ardorosa y desesperada que va transportando con ella la miseria. La contabilidad de fin de año arroja 13 millones de inmigrantes oficiales de ese tipo en los países de la Comunidad Europea: puede contarse fácilmente con que sea el doble.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Los acontecimientos de violencia de todas clases proceden de estas situaciones de hambre, y en algunos puntos, como Centroaméríca, tienen ya el carácter de revoluciones. En el grupo de noticias aparecidas estos días, las matanzas de Brasil, la guerra de Afganistán, la represión de Israel en los territorios ocupados, la guerra del Golfo, son partes de esa revolución. La mentalidad occidental ahora es defenderse de ellas con la fuerza y el principio de distinción entre hambrientos buenos y malos. El riesgo está en que con el tiempo estas revoluciones, disfrazadas con motivos muy variados -fronteras, ideologías, integrismos, modernismos-, pero dependientes del hambre, lleguen a desestabilizar el mundo occidental como las de los dos últimos siglos desestabilizaron Europa. Y por los mismos motivos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_