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LA ECONOMÍA DE LA A.S.E.A.N.

El patio trasero de Japón

Los países del sureste asiático se han convertido en el espacio natural de la economía nípona

Tras el desastre de Wall Street del 19 de octubre, la caída del dólar y la correlativa apreciación del yen, los países del sureste asiático, irónicamente aquellos por cuya defensa Estados Unidos se dejó la piel en dos ocasiones (frente a Japón, primero, y la amenaza comunista de Indochina, después), empiezan a mirar hacia el Este en busca de un nuevo foco para su desarrollo económico. Lo cual no deja de ser penoso para una región que aún recuerda la brutalidad de la ocupación japonesa de 1942-1945. Hace sólo unos días, los periódicos locales recogían el descubrimiento en Japón del primer testimonio documental, por los propios invasores, de las matanzas por ellos perpetradas en el sureste asiático, especialmente contra las comunidades chinas: el diario personal de un oficial del Ejército que participó en las mismas y recogió fielmente desde las órdenes impartidas hasta los detalles de su ejecución.

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Los seis países del sureste asiático forman parte del área estratégica que Japón quiso convertir en la pasada contienda en zona de co-prosperidad, o su patio trasero, tras expulsar a las potencias occidentales; 40 años más tarde, Japón está a punto conseguir el objetivo sin un tiro.

Tras haberse convertido en el principal socio comercial y haber sobrepasado a Estados Unidos en inversiones directas, el sentimiento antijaponés sigue vivo en la zona, especialmente en Indonesia y Filipinas. En entrevistas con comerciantes e industriales resulta patente tanto la admiración por la calidad y la tecnología japonesas como el resentimiento por la dominación de los mercados y una estrategia de mercadotecnia que tiene a compañías y sectores enteros en una situación de dependencia casi total.

Entre los más fervientes admiradores de Japón se cuenta Lee Kuan Yew, primer ministro de Singapur, quizá el líder de la ASEAN con mayor visión global. El objetivo de los países en desarrollo de Asia -ha dicho Lee- ya no es alcanzar el bienestar occidental, sino emular el poder económico de Japón. "Este fenómeno ha llevado a los observadores a designar al siglo XXI como el siglo del Pacífico. La expectativa es que, si la receta del libre mercado continúa extendiéndose, 1.000 millones de chinos en el continente, 20 millones de norcoreanos y 60 millones de vietnamitas se sumen a 40 millones de surcoreanos, 20 millones de chinos de Taiwan y 290 millones de personas de la ASEAN para igualar o estrechar la diferencia respecto a la industrialización y el nivel de vida de los japoneses. Tal exportación no es una fantasía: puede hacerse realidad en el próximo siglo. Los newly industrialized countries (NIC) Corea del Sur, Taiwan y Hong-Kong pueden llegar a la actual renta per cápita de Japón en 20 años. Los países de la ASEAN, si mantienen la mediade crecimiento de la última década, alcanzarán la mitad del ingreso japonés en 30 o 40 años".

Sin embargo, esta esperanzadora extrapolación puede descarrilarse -advierte Lee- si Estados Unidos sucumbe a las actuales presiones proteccionistas en el Congreso y es incapaz de mantener un sistema de comercio mundial abierto.

Las economías de la ASEAN se encuentran en medio de un acelerado proceso de transformación estructural, convirtiéndose en exportadoras de productos industriales y tratando de sacudirse su dependencia de la venta de materias primas. Para los seis países del grupo, la producción agrícola constituye como media sólo un 20%, del PNB, y la producción industrial abarca ya un 20%. La ASEAN exporta petróleo, gas natural, estaño, caucho, madera, aceite de palma y de coco, tapioca, azúcar,arroz, café, té y pescado. La caída de los precios de estas pri meras materias en los mercados mundiales en 1985-1986 golpeó duramente a las economías, es pecialmente de Indonesia, Malaisia y Filipinas.

Exportar a tope

En la última década, sin embar go, han comenzado a exportar maquinaria, equipos de transporte, material eléctrico y com ponentes electrónicos, entre o tras muchas manufacturas, y a moverse a segmentos de produc ción de mayor contenido tecno lógico y valor añadido. Particularmente, Singapur y Tailandia (las economías que han surgido con más vigor de la crisis regional del año 1985), pero también Malaisia y, en menor medida, In donesia. En 1985, por ejemplo, la mitad de las exportaciones de laASEAN a la Comunidad Europea (CE) fueron productos MÍdustriales. Descontando las importaciones energéticas, los productos de la ASEAN constituyeron ese nusmo año el 14% de las importaciones comunitarias.

El dilema para la región es que tanto sus materias primas tradicionales como sus nuevas exportaciones tienen sus principales mercados en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Econónnico (OCDE), especialmente Estados Unidos. La actual situación de crisis de los mercados mundiales de capitales y y divisas, la debilidad de la banca internacional ante la deuda tercermundista y sobre todo los amagos de guerras comerciales entre las tres potencias de la economía mundial (entre la CE y Estados Unidos sobre la producción agrícola y entre éste y Japón sobre la de alta tecnología) podrían, de traducirse en proteccionismo y recesión el año que viene en los países ricos, dejar a sus economías estranguladas a medio camino del desarrollo.

Ello sería particularmente desestabilizador tras haber espabilado durante décadas de crecimiento fulgurante las expectativas de poblaciones sacrificadas que apenas se han estrenado en el consumo. La dependencia de los países de la ASEAN respecto del comercio internacional es mayor que la de ningún otro grupo de naciones: para Indonesia supone un 3 1 % del PNB; para Filipinas, un 33% para Tailandia, un 45%; para Malaisia, un 96%, y para Singapur, un 267% (debido a la reexportación). Sólo son superados por los tigres exportadores del Pacífico (Corea del Sur, 70%.; Taiwan, 88%.; Hong-Kong, 189%).

En este contexto, expuestos a la intemperie del mercado internacional, en un período de reajuste del poder económico en el mismo -que puede resultar en un período de balcanización del comercio mundial en grupos presididos por los tres principales actores (Estados Unidos, CEE y Japón)-, la ASEAN se encuentra con la casa por hacer. Menos del 20% del comercio exterior de los seis países se realiza entre ellos. Y tan sólo el 5% se realiza bajo el sistema de preferencias arancelarias puesto en marcha en los años setenta para estimular el comercio interregional. Los proyectos industriales conjuntos, y un esquema de complementación, por otra parte -la otra gran iniciativa de integración económica-, sólo han producido plantas de escaparate, más simbólicas que rentables. Poca sustancia para la ASEAN, creada en principio para promover una unidad económica.

El principal acuerdo alcanzado en esta cumbre apunta tan sólo a una extensión del sistema de preferencias hasta cubrir el 90% de los productos y el 50% del valor intercambiado para 1992. Lo cual no llega ni siquiera al modelo mínimo de integración: una zona de libre comercio entre los países miembros (los cuales mantendrían diferentes regímenes arancelarios de cara al exterior). Una unión aduanera resulta casi imposible, dada las enormes diferencias en estructuras económicas y niveles y estrategias de desarrollo entre Singapur y Brunei, por un lado -pequeños países ricos, dependientes de un comercio libre y sin restricciones- y Tailandia, Malalsia e Indonesia (esta última, un coloso demográfico), por el otro, que protegen sus industrias incipientes y cuya principal fuente de divisas siguen siendo las materias primas y la energía.

Cuando Manila propuso en 1986 la creación de una zona de libre comercio para el año 2000, fue considerado poco menos que una excentricidad por sus vecinos. La creación de un mercado común a la europea -con la cesión de soberanía nacional que requeriría- no entra ni siquiera en el marco de lo concebible.

Articulación económica

La presidenta Aquino ha denunciado esta falta de articulación económica, que, según ella, "vacía de contenido" al grupo y amenaza su cohesión. Paradójicamente, Filipinas, uno de los países más pobres, el menos estable internamente y el más dependiente políticamente de una potencia exterior (Estados Unidos) es el que más ha empujado por la integración económica y el que más necesita ser arropado por una mayor solidaridad regional. Ésta le proporcionaría quizá la vía menos penosa para superar las estructuras feudales y la corrupción de su sistema productivo, y el método de insuflar competencia y modernización. El país tiene poco que perder abriendo sus fronteras de par en par. Unos pocos perderían el parapeto de sus privilegios. Sin embargo, el instinto político contrano impide al resto de los paises -más fuertes- renunciar a una soberanía estatal, un control y una estabilidad arduamente conseguidos y todavía frágiles.

La integración, cuando existe, tiene un carácter unilateral, informal y, en buena medida, ilegal. Más del 60% de los intercambios regionales consiste en el flujo de mercancías vía Singapur -auténtico embudo comercial de la zona- hacia Indonesia y Malaisia. Si añadimos lo que va a Tailandia, la proporción llega al 75%. De ello, la parte del león son las importaciones de crudo y las exportaciones de refinados petrolíferos.

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