Seudofolclor de exportación

En el viejo teatro-cine Progreso, situado en la plaza que alternó tal nombre con el de Tirso de Molina, ha renacido, a su modo, el teatro Apolo, bajo el patrocinio del Banco de Vizcaya, justamente el mismo que se alzó en el solar del viejo Apolo de la calle de Alcalá. Es un local suficientemente espacioso, con un aforo no muy grande (1.341 localidades) que ha sido convenientemente aseado. El escenario, que es grande, resulta útil para las representaciones líricas de nuestro género popular, aun cuando no pueda hablarse de grandes posibilidades. Lo peor de todo es el foso, pues los nueve metros de anchura y cinco de fondo no representan una "capacidad para orquesta sinfónica" como tan optimistamente dice el programa de mano.Por ahora, la base del nuevo Apolo será la Nueva Antología de la zarzuela, de José Tamayo, que en sus sucesivas ediciones no modifica un ápice la intención inicial, el tono de la realización, la tendencia hacia una modesta espectacularidad, el canto coral, los bailes -¡qué taconeo desaforado!-, cristos, vírgenes, soldados maltrechos que regresan de las gloriosas derrotas, bellos faroles, suave caída de la nieve y descenso de banderitas (a la roja y gualda de antaño se unen ahora las de las diversas comunidades autonómicas). Seudofólclor de exportación, en suma, especialmente dedicado a públicos conformistas, a la curiosidad o extrañeza del foráneo, que causa en algunos, posibles empecinados en el error, una inevitable y creciente sensación depresiva.

Las grandes taquillas

Pero José Tamayo ha sido motejado muchas veces de mago, y debe de serlo, pues este conglomerado logra grandes taquillas y recorre el mundo. Bien es cierto que al célebre regista granadino le funciona todo bien, salvo en lo musical, lo que me parece bastante importante en el género zarzuelístico, antologizado o no. A los registros de la orquesta sinfónica se superpone un grupo de instrumentistas en persona, y a todo ello los solistas vocales y el coro, lo que nos llega a través de un sistema de amplificación que se parece a los utilizados por las más famosas formaciones del pop como un Mercedes a una manuela. Pero si de castizo vamos, ¡viva la manuela! El maestro Moreno Buendía trata de poner algún orden y a veces lo consigue.Para servir los pentagramas de Chueca, Bretón, Guerrero, Barbieri, Vives, Serrano, Guridi, Moreno Torroba, Caballero, Jiménez, Granados, Tarridas y Falla se ha montado un incesante desfile lírico-coreográfico en el que triunfan, sobre otra cosa, la frecuente belleza, gracia y calidad de los figurines. El resto se soluciona con elementos simples o proyecciones capaces de dar una mínima ambientación.

Cantan con mayor acierto Josefina Arregui, Carmen González y, muy especialmente, Carmen Plaza, que posee una voz bella y fácil de soprano coloratura. Mostró su estilo especializado la tan admirada desde siempre María Mérida. No está nada mal el tenor Valentín Aguirre, en tanto el barítono Vicente Lacárcel evoca, por el timbre, al lejano Marcos Redondo.

Parece ser que existe un nuevo interés hacia la zarzuela, pero ese mundo que es teatro, esto es, palabra, música, acción, ¿está fielmente servido al escenificar los fragmentos más célebres de la música, que en esto consisten las antologías de Tamayo? Me permito dudarlo.