Tensa sesión parlamentaria en el Reino Unido sobre la aceptación de la homosexualidad
Un acalorado debate en la Cámara de los Comunes británica sobre enseñanzas en los colegios sobre la aceptabilidad. de la homosexualidad provocó una trifulca nunca vista en los últimos 15 años en aquella sala. Gritos, silbidos, Insultos, aplausos y acusaciones de "¡fascistas!" y de intolerantes obligaron al presidente de la Cámara a suspenderla sesión durante cinco minutos y a desalojar la tribuna de los espectadores. El Gobierno, al final, hizo valer su holgada mayoría y derrotó los intentos de la oposición de poner matices a sus planes de impedir lo que considera una promoción de la homosexualidad.
La apasionada atmósfera existente entre los espectadores era la equivalente a la que mostraron los parlamentarios que discutían el martes por la noche enmiendas a la ley del Gobierno Local relativas a la capacidad de los ayuntamientos de incluir materias en los programas docentes de las escuelas estatales.Liberales y laboristas trataban de modificar la taxativa prohibición, introducida la pasada semana por el Gobierno, de enseñar en las escuelas "la aceptabilidad de la homosexualidad corno una pretendida relación familiar" y como una fórmula alternativa e igualmente válida de relación sexual. Laboristas y conservadores llevaron el grueso del enfrentamiento oportunamente jaleados o abucheados desde la tribuna por unas 100 personas afectas a la homofilia.
Ken Livingstone, conocido también como Ken el Rojo, comparó los propósitos de Margaret Thatcher con los del responsable de los campos de concentración nazis Heinrich Himmler, quien ordenó el exterminio de los "degenerados homosexuales". Según Livingstone, la ley significa "un pequeño paso en el camino que lleva a ese mismo final". Otro laborista, Tony Banks, consideró que la ley es una "carta de intolerancia" y "fascismo puro", y tras asegurar que "hay muchos miembros de esta Cámara que son gays", entre los que no se incluyó, dijo que no les culpaba por su pánico a salir abiertamente a combatir los planes gubernamentales.
En un momento del debate, un laborista protestó por la quema de una librería especializada en homosexualidad, y desde la filas de los conservadores una voz femenina replicó: "Bien hecho", palabras que suscitaron una encendida cadena de gritos. Cuando los apelativos de "¡fascista!" y "¡fanática!" remitieron, la parlamentaria conservadora contestó: "Está muy bien que haya fanatismo contra el mal".
A todos estos intercambios el público respondía en forma, y el presidente de la Cámara, tras advertir por tres veces que si no había silencio tendría que desalojar la tribuna, ordenó la suspensión del debate durante cinco minutos y la expulsión de los revoltosos. Para entonces ya se había votado, y el resultado, contrario a los deseos de parte del público, fue acogido con una monumental bronca en la tribuna.
Las voces menos apasionadas quedaron relegadas en el debate, como fue el caso del liberal que proponía la inclusión de una cláusula en la ley que autorizara "la enseñanza de la existencia de diferentes orientaciones sexuales" o la del conservador que reconocía la necesidad de proteger a los niños de la irresponsabilidad de algunas autoridades, pero creía que el proyecto gubernamental iba demasiado lejos.
Los parlamentarios conservadores insistieron en que se trataba de salvaguardar los valores familiares tradicionales y que ellos sólo seguían el principio bíblico de que la homosexualidad es intrínsecamente mala e inmoral.
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