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DANZA

Maia Plisetskaya puso la carne de gallina

Maia Plisetskaya puso la carne de gallina al público del teatro Principal el martes por la noche interpretando La rosa enferma, el ballet que Roland Pétit montó para ella hace 15 años (sobre el adagietto de la Quinta de Mahler), cuyo tema es la muerte de lo más tierno y lo más bello y que había dedicado a la memoria de las víctimas del atentado de Zaragoza.Los aplausos que recibió al final expresaban el agradecimiento, la bienvenida y el entusiasmo desbordante para saludar a una de las grandes bailarinas de este siglo, que acababa de ser adoptada definitivamente por el público español como algo propio.

Es innecesario, a estas alturas, añadir epítetos o comentarios a la capacidad interpretativa de Plisetskaya, en una parte muy importante aún intacta. Las giras que ha hecho por España en los últimos años quien desde hace dos semanas es directora artística de nuestro conjunto oficial la han dado a conocer a buena parte del público aficionado.

Ballet del Teatro Lírico Nacional

Las sílfides (Fokine / Chopin), La espera (Barra Roig Francolí), La rosa enferma (Pétit Mahier), Raymonda divertimento (Pétipa / Glazunov). Primera bailarina invitada: Arantxa Argüelles. Director estable: Ray Barra. Directora artística: Maia Plisetskaya. Teatro Principal. Zaragoza, 15 de diciembre de 1987.

Baste señalar que el flujo de su movimiento en La rosa -a la vez perfectamente: natural y perfectamente controlado, y que compromete al cuerpo entero consigue una emotividad envolvente y renovada en cada representación, que enciende todas las señales que diferencian a la excelente bailarina de la gran artista.

Progresos de la compañía

El resto del programa era el mismo que se presentó en el teatro de la Zarzuela de Madrid en el mes de septiembre: Las sílfides, La espera y el Raymonda divertimento, que permitieron ya entonces apreciar los progresos de la compañía en los escasos meses que lleva trabajando con el equipo formado por los maestros Azari Plisetsky y Valentina Savina.El resultado aparece como muy positivo si se valora en su conjunto, aunque los logros no sean parejos y haya que contar con los enormes inconvenientes que el debú zaragozano implicaba, especialmente los derivados de la ausencia de música en vivo y de las reducidas dimensiones del escenario.

Las sílfides -el ballet que Michel Fokine montó para demostrar a sus críticos de principios de siglo que no era un enemigo del ballet tradicional, como algunos sospechaban- es una reconstrucción cerebral de las esencias del ballet romántico, un homenaje póstumo a un estilo que había muerto por exceso de técnica dura hacía ya 50 años, hecho con voluntad de destilar la pureza y la autenticidad de lo que hizo grande y trascendental al ballet francés. El conjunto español tiene aún un largo camino por recorrer antes de dominar este estilo. No es sólo la rigidez de cuellos y brazos ni la falta de compenetración con la música o la disonante intensidad en el desarrollo del movimiento, es decir, no es sólo cuestión de escuela.

Los jóvenes llenos de talento que componen el conjunto -y también las solistas- dan la impresión de no haber conectado con la sensibilidad romántica, de no intuir o entender el porqué de Las sílfides, de serles éstas tan ajenas como una danza india que esforzadamente trataran de copiar. Lo que deja una interesante tarea para el nuevo equipo.

Extensiones y saltos

En La espera -el quinto ballet de Ray Barra que monta el Ballet Nacional- sí se encuentran a gusto los bailarines. Es un ballet contemporáneo, montado sobre la técnica internacional-indefinida pero contemporánea en la que se han formado, y disfrutan con sus extensiones y sus saltos. Los chicos especialmente, que aquí constituyen el cuerpo de baile, tienen una excelente ocasión de lucirse, aunque coreográficamente la obra no ofrece excesivo interés.En la Raymonda de Pétipa sí fue patente el progreso, y cuerpo de baile, solistas y pareja estelar -Arantxa Argüelles y Antonio Castillo- se desenvolvieron con soltura y acierto. Este divertimento, montado con sabor y viveza siguiendo la versión resumida del Ballet de Stuttgart, mostró el entendimiento básico del estilo que se tiende a llamar clásico, así como de las danzas de carácter, que se bailaron con gracia y desenvoltura, y la compañía se desplegó en todo su brillante potencial.

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