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Tom Waits: "Sólo soy un perro de la lluvia"

El músico norteamericano presentó en París su último disco, 'Los años salvajes de Frank'

"No tengo problemas con la bebida, / excepto cuando no puedo conseguir un trago". Así se expresa en las canciones el irónico Tom Waits, autor, cantante y actor californiano que cumple 37 años el próximo día 7, y que ha presentado en París su último elepé, Frank's wild years (Los años salvajes de Frank). España, uno de sus principales mercados discográficos, quedó excluida de su gira europea. Waits, autor de algunos de los mejores álbumes de los setenta, jugó con la Prensa a las contradicciones -"hago música inofensiva para una locura criminal"- y dijo ser "un perro de la lluvia".

Vestido con una chaqueta blanca, una camisa roja y unos pantalones negros, se presentó Tom Waits ante los periodistas. Quince horas antes había salido a escena con la misma, mugrienta ropa y con tres relojes rodeando su muñeca: "De esta manera hago mucho más larga mi vida", aseguró, camuflado tras unas gafas de sol y una tirita. Parecía un espantapájaros y olía a cárcel.Después de publicar 11 elepés -entre ellos clásicos como Small change (1976) y Heartattack and wine (1980)- y de rodar con directores como Coppola, Jim Jarmush o Robert Frank, Waits acaba de finalizar Ironwood, una película de Héctor Babenco, en la que también intervienen Meryl Streep y Jack Nicholson: "No me pregunte por mi futuro, porque lo único cierto es que no tengo suficiente tiempo para escribir canciones y hacer cine. Cada vez dudo más antes de aceptar algún trabajo, y lo más probable es que me limite a hacer pequeños papeles".

A diferencia de John Huston, Tom Waits no bebe té en botellas de Bourbon. En escena le acompaña un vaso de jerez, y durante el resto del día, whisky rebajado con agua y dramáticas confesiones: "Tengo el hígado jodido y el corazón roto, / me he bebido un río desde que me hiciste pedazos", ha escrito en una de sus canciones, muchos de cuyos textos han sido editados en un libro que ya se ha, publicado en España.

Sus composiciones son las bandas sonoras perfectas sobre las que relatar aventuras de perdedores, asfalto y neón, empapadas en licor y lágrimas. Son semblanzas de frente y de espaldas a Norteamérica, rítmicas y vibrantes.

Con una expresión seria, pero sin soltar el vaso, afirma: "En el momento de escribir una canción siempre estoy despejado, o al menos eso creo. Algunas veces el alcohol estimula a la bestia que llevo dentro, pero la mayoría de las veces sólo me duerme. Prefiero apoyarme: en mi propia locura que en mis borracheras, aunque las dos estén suscritas a las mismas leyes del universo".

En España, los teóricos personajes centrales de las canciones de Waits -perdedores y marginados- prefieren la rumba y el heavy metal a sus desgarradores llantos urbanos. Son los ejecutivos y los universitarios quienes más le siguen y compran sus discos. Tras una sonora carcajada, el personaje trata de defenderse: "Oh, Dios, ¿es eso cierto? Puede que tenga razón, pero yo no soy responsable de ello. Sólo soy un luchador que ve cómo gente que va vestida con trajes escucha su música".

Waits es aficionado a los sonidos primitivos. Cuando se habla de música española no puede reprimir un cálido comentario sobre Agustín Lara, "un Chopin español con un sinfín de influencias. También me gusta un guitarrista llamado Manitas de Plata...".

En París, el teatro Olympia había colgado el cartel de no hay billetes, con unos precios que rondaban las 3.000 pesetas, varios días antes de las fechas de los conciertos -lunes, martes y miércoles pasados-. Tres llenos totales.

Público vergonzoso

En el ecuador de un espectáculo en el que su banda le acompañó en una veintena de canciones, el hombre de la voz rota se sentó al piano y aulló cinco temas más ante un público "vergonzoso y torpe. Tal vez sea porque nunca han trabajado juntos antes", según dijo sarcásticamente."No me gustan los imitadores", dice. "Me gusta trabajar con tiempo, y ellos no lo tienen. Llega un momento en el que da igual que te copien o hagan versiones tuyas. Escribo para el público, el resto de lo que rodea este negocio no me interesa".

Waits es un camaleón, que juega con infinidad de músicas, bajo la máscara irónica del típico crooner norteamericano. Como buen actor, cree que "la vida no es ni una comedia ni un drama, pero sí tiene la mitad de cada cosa. Imagina que ahora te doy un billete de 100 dólares; para mí es una tragedia, y para ti, sin embargo, una alegría".

"La vida se siente débil, y ser cruel es su forma de defenderse. Es tan dura con nosotros que en ocasiones he notado cómo mis ojos hacen fuerza para salir de mi cara", afirma de forma entrecortada, que es su forma permanente de expresarse, mientras se mueve y se rasca como un poseso.

En Temptation, un tema de su último álbum, asegura que "todo, absolutamente todo, está en los sueños". "Pero reconozco que ya no me preocupo de eso, puesto que suelo soñar con cosas tremendamente normales, como por ejemplo con deportes. Una canción, si es realmente buena, puede llegar a ser un sueño en sí misma; esto es cierto e importante. Cuando escuchas uno de esos temas mágicos los ojos se dan la vuelta y miran al cerebro. Eso es un sueño".

Lejos quedan aquellos días de los setenta, de vagabundeo y poesía, en los que iba directo a la autodestrucción. Ahora Tom Waits va camino de convertirse en una estrella, incluso en España, por mucho que insista en que él sólo es "un perro de la lluvia. Uno de esos animales a los que el agua impide encontrar el rastro con el que regresar a su hogar. Mi música es música para la silla eléctrica, música para una locura criminal, música inofensiva. Sólo soy un narrador de historias, historias que cuento a cambio de dinero. Sólo soy un perro de la lluvia".

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