¡Ojo con Ferrán García Sevilla!
Tras haberse presentado con motivo de la inauguración de la nueva sede sevillana de la galería Juana de Aizpuru, ahora llega a Madrid esta exposición de Ferrán García Sevilla (Palma de Mallorca, 1949), uno de los artistas jóvenes de nuestro país que más éxito está cosechando internacionalmente.Esta merecida proyección pública de su obra en la presente década no debe confundirse con el súbito éxito de un improvisador, ayudado por el azar o por turbios manejos inconfesables, como se quiere dar a entender por aquí cada vez que alguien, joven o no, alcanza cierta resonancia en el extranjero.
Ferrán García Sevilla, vitalista, apasionado y pugnaz, lleva bastantes años en la brega, y, de hecho, ya andaba entregado a una actividad frenética en la pasada década, cuando formó parte de uno de los grupos conceptuales catalanes más radicales.
Ferrán García Sevilla
Galería Juana de Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid. Del 28 de noviembre de 1987 al 12 de enero de 1988.
El caso es que, tras una crisis, se puso a pintar al filo del comienzo de los ochenta, pero sin hacer tabla rasa en absoluto de las anteriores sendas recorridas. Desde mi particular opinión, la fuerza y el interés que posee la obra actual de Ferrán García Sevilla están en relación directa con la conservación de una memoria personal no recusada: reflexiones, estrategias e incluso ideas, no sólo artísticas, sino también morales y políticas.
Ferrán García Sevilla recuerda lo que le ha pasado, es consciente, o, si se quiere, tiene experiencia -esto me parece indudable-, pero, sobre todo, posee una mirada pictórica aún comparativamente más enriquecida, pues nuestra visión áprehende y asimila muchas más cosas que las que nuestra mente resulta capaz de procesar.
Fiel, por tanto, a lo que ha conocido, y más fiel todavía a lo que ha visto -y les aseguro -que este escualo óptico ha visto inteligentemente de todo-, Ferrán García Sevilla puede permitirse, encima, el lujo de la incontinencia, a la que está abocado por la propia naturaleza de su temperamento, nervioso, acelerado, ciclotímico, divertidamente teatral.
Malabarista
La verdad es que con sus al ardes de prestidigitación mental, llenos del mejor ingenio, uno está siempre tentado a hablar de su pintura a través de él, como si él mismo no fuera un malabarismo más de su obra. Pero, como no se está quieto un momento, nada más que se le sigue una broma, descubre un pozo de ansiedad, de cuyo vértigo no saca con una mueca de cinismo.¿Quién es entonces este fuguista de mil caras? Desde luego, como él mismo rotuló en uno de sus cuadros, su lugar predilecto para dejarnos mensajes, un ser transido de temporalidad; el ser más conscientemente moderno que conozco. Mas, requiebros aparte, al final descubrimos que el punto de observación perfecto para conocerlo mejor, donde se retrata más allá de cualquier disfraz, es en su pintura.
La pintura de Ferrán García Sevilla es directísíma, pero en absoluto simple. Mejor dicho: es quizá una de las pinturas más complejas que conozco. Esa complejidad está en el uso perversamente primario de símbolos y escrituras, las parodias groseramente chistosas de estilos de moda, su manera de revolcar lo divino con lo humano y otros brillantes efectos al uso podrían dar la impresión de hallarnos ante un interesante náufrago à la mode, pues nada hay hoy más apreciado que el ingenio artístico para sobrevivir.
Opacidad
Creo que más de uno ha hecho o seguirá haciendo esta lectura de la pintura de Ferrán García Sevilla, que yo, sin embargo, no comparto.Siempre me atrajo en ella un lado opaco, subterráneamente metafísico, intemporal, incluso me atrevería a decir que romántico, emergiendo en medio de la barahúnda de los fuegos de artificio. Esta intempestiva presencia me retordaba y me sigue recordando, por lo demás, los cortacircuitos mironianos, que resultan tan profundamente pictóricos.
En la actual exposición, este inquietante dispositivo se acenÚa. Está, por ejemplo, en la sombra amarilla que deja el neán sobre el blanco empastado o la distribución, aceradamente precisa y tambien concisa, de las figuras en el cuadro que lleva por título Ruc 40; en el clasicismo perfecto hasta la desazón de la obra Tot 13, o la sabia superposición de capas pictóricas en el cuadro supercontroladamente expresionista de Tot 9.
De manera que a la vista de todo lo descrito no se me ocurre más que advertir: ¡ojo con Ferrán García Sevilla!
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