141 jovenes sueñan ser elegidos por Plisetskaya
La estrella soviética seleccionará a 10 bailarines en su primer día como directora del Ballet Nacional
La mayoría de los 141 aspirantes a alguna de las 10 plazas convocadas por el Ballet del Teatro Lírico Nacional se reunieron ayer, domingo, a las nueve de la mañana, en el Conservatorio de Madrid. Con miradas envidiablemente frescas para una cita tan intempestiva, leyeron el programa de exámenes. A las 27 bailarinas del primer grupo -muchas acompañadas de nerviosas madres y tías- se les entregaron unos dorsales. Luego comenzó la prueba. En la cabeza de todos, una referencia: el perfil egipcio de Maya Plisetskaya, que mañana, en su primer trabajo como directora del ballet, presidirá el jurado que sentencie el arte potencial e ilusionado de los finalistas.
A Carolina, de 16 años, su madre no la ha acompañado a estas pruebas en las que 112 mujeres y 29 hombres se disputan seis y cuatro plazas, respectivamente. "Yo de pequeñita estaba gorda, y mi madre me puso a bailar para que adelgazase. Me gustó y seguí. Ella ahora quiere que lo deje. Tiene razón porque hay envidias y la competencia es enorme, pero en el fondo la lucha continua es contigo misma". La madre de Carolina al menos se salió con la suya en una cosa: a la niña no le sobra ni un gramo.Los bailarines, de edades que oscilan entre 13 y 29 años, intentaron demostrar ayer, y seguirán hoy y mañana, su inteligencia para concentrar los sentidos en los dedos de los pies. En la primera clase, las jóvenes se reflejaban en los espejos, realizando trabajos de barra, centro, variaciones y puntas. En otro reflejo, de espaldas, el jurado: Azari Plisetskya -hermano de Plisetskaya- y Valentina Savina, directores adjuntos del Ballet Nacional; Máximo Barra, ayudante de dirección; Jerri Kumery y Giselle Roberge, maestros de baile; Aurora Pons, profesora del Conservatorio, y Hans Tino y Daniel Alonso, representando a los bailarines de la compañía -sin voto-
A ellos se sumará mañana la diva, que hoy llega a Madrid. Azarin Plisetsky, al terminar la primera clase, dijo que si el porcentaje de buenas bailarinas continúa "tendremos posibilidades de escoger a gente muy buena".
Mientras las jóvenes esforzadas giraban, una fila de madres esperaba en el vestíbulo del Conservatorio. "Mi hija ha venido de Alemania Occidental para la pruebas", dijo una señora muy elegante. "Mi padre me prohibió estudiar ballet de pequeña; antes la cosa iba de estar en casa y casarse, de la mamá al marido y que no nos diese el aire. Por eso, cuando vi las posibilidades de mi hija, me dije: 'tú no estarás frustrada como yo".
Otra madre, también elegante, le recordó a su hija una frase de su profesor: "Los catalanes somos muy buenos en esto, pero muy secos'. Hay que vender un artículo; es cuestión de suerte, lo de vender una imagen".
En los corrillos, la impresión era reverencial respecto a la presencia de una personalidad como Plisetskaya en las finales. Para Cristina Cervantes, de 16 años, el que la juzgue alguien así "en cierto modo me enorgullece, porque se trata de recibir una opinión autorizada sobre lo que has hecho tú y tu profesora". José Luis Martínez, de 29 años, después de decir de la nueva directora que es "una profesional como la copa de un pino", esperaba "que los elementos de juicio sean justos". Los rumores ya habían corrido sobre supuestas influencias en una selección que para Hans Tino, miembro del Ballet, "es absolutamente transparente".
Al final de la primera clase, las jóvenes salieron más nerviosas que cuando entraron. "Sin ninguna esperanza", dijo una, de 16 años. "Me he caído una vez, pero bien", según otra, de 15. A una de las que pasaron en el siguiente grupo, su profesora le dio un beso y le deseó suerte.
Babelia
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