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Entrevista:

Chévénement: "Europa debe prepararse para la retirada de las tropas de EE UU"

El líder de la corriente Socialismo y República del PS francés visita Madrid

Lluís Bassets

Jean-Pierre Chévénement, diputado, dirigente del Partido Socialista (PS) y de la corriente Socialismo y República y dos veces ministro con Gobiernos socialistas, se presenta ya ante su partido como aspirante a la candidatura para la Presidencia de la República, o, como un nombre con el que contar si François Mitterrand decide no presentarse para su segundo mandato. Hoy se entrevista en Madrid con varios dirigentes del PSOE y con el presidente del Gobierno español, Felipe González.

Alrededor de su candidatura, la corriente que encabeza ha presentado un programa alternativo en el último comité directivo del PS, y su dirigente ha iniciado una suave precampaña electoral en la que hay un lugar también para los contactos internacionales, donde se labra la imagen de hombre de Estado.Pregunta. Su corriente Socialismo y República tiene unas especiales relaciones con la socialdemocracia alemana occidental. ¿Cuál es el interés ahora de un contacto específico con los socialistas españoles?

Respuesta. Se habla demasiado de las relaciones de nuestra corriente con el Partido Socialdemócrata Alemán y menos de nuestra proyección europea y de cuestiones complementarias como la defensa de Europa. España puede aportar muchas cosas al concepto de defensa europea, entre otras razones porque, como Francia, no reconoce otros mandos para sus fuerzas más que los nacionales, y no está, en consecuencia, integrada en la estructura militar de la OTAN. Esta situación permite encarar con mayor claridad la perspectiva de un mando europeo, independiente del concepto norteamericano, que se limita a concebir Europa como un campo de batalla.

P. España negocia actualmente la presencia de las bases de EE UU. ¿Qué piensa usted de las razones esgrimidas por el Gobierno español?

Prepararse para la marcha

R. Hace falta pensar en la transición entre la defensa norteamericana y la defensa europea. A medio plazo, hay que prepararse para la salida de las tropas norteamericanas de suelo europeo. No hay ninguna razón para que permanezcan. Tenemos la capacidad económica, humana y financiera. Las bases norteamericanas son un legado de la guerra fría. Pero, naturalmente, sólo puede suprimirse lo que se es capaz de sustituir. Comprendemos la situación del Gobierno español. Ha heredado una situación, la ha gestionado y ha intentado crear una nueva perspectiva.

P. Cuando usted propugna una defensa europea ¿afirma acaso la perspectiva de una nueva línea de rearme?

R. Constato que las únicas armas nucleares europeas son las francesas y las británicas. Ha habido conversaciones para coordinarlas, pero estamos aún lejos de una decisión más ambiciosa. La modernización francesa y británica permitirá en cuatro o cinco años llegar a 1.200 vectores nucleares, de tipo estratégico. Nuestro objetivo no es llegar a los 12.000 vectores propios de una tercera gran potencia. Sólo necesitamos estos 1.200, suficientes para garantizar la disuasión de débil afuerte. Pero la defensa no es únicamente una cuestión nuclear. También lo convencional cuenta. No hay contradicción entre el desarme y el mantenimiento de una disuasión suficiente que garantice la independencia europea.

P. Usted piensa en una Europa central, en los ejes del Rin, del Ródano, del Po, cuando habla de la Europa europea. ¿Qué interés tienen para usted países como España?

R. Hay una cuestión de hecho. Cuando se contempla Europa desde Japón o desde Nueva York, lo que cuenta se encuentra entre Zúrich y Rotterdam. Francia no se halla mucho mejor situada que España. Fuera de las aglomeraciones de Londres, París, Milán o Cataluña, poco más cuenta desde fuera. El Mediterráneo permite, en cambio, pensar en un eje distinto, articulado entre Francia, Italia y España. Y luego, el norte de Africa nos interesa a los países del Sur. El Mediterráneo debe ser un mar de paz y de prosperidad.

P. A pesar de su proyecto europeísta, usted desconfía de la coordinación monetaria.

R. Quisiéramos que España, como el Reino Unido, entraran en el Sistema Monetario Europeo y que el ECU fuera la auténtica moneda de reserva. La decisión francesa de 1983 de mantenernos dentro del SME nos obligó a hacer una política liberal y a situarnos en el mismo nivel que la RFA en cuanto al crecimiento. Para Francia es muy duro seguir un SME que depende del marco.

Cooperación antiterrorista

P. ¿Qué opina de la actual colaboración antiterrorista entre España y Francia?

R. Fue un Gobierno al que yo pertenecía el que inició esta política de extradiciones y expulsiones. España, como democracia, merece que se la ayude a resolver el problema vasco, pero con todas las garantías jurídicas, cosa que no siempre es el caso con el Gobierno conservador actual.

P. ¿Cree finalmente factible la idea del vicepresidente del Gobierno español, Alfonso Guerra, de un partido socialista federal europeo?

R. Antes hay que reforzar las relaciones de partido a partido. Si Europa tiene una crisis de identidad no es precisamente por falta de instituciones, sino de voluntad política.

P. ¿Qué queda del socialismo a la francesa?

R. La voluntad de no considerarnos derrotados.

Límites de la liberalización europea

Pregunta. La construcción europea implica liberalización económica, y usted no parece muy dispuesto a esta orientación. ¿Cómo es su europeísmo?Respuesta. Hay muchos aspectos de la construcción europea que no corresponden a una política liberal: la política agrícola común; los programas Eureka, Ariane, o Airbús, o la política científica, y tantas otras cosas. Hay que pensar en organizar Europa de forma solidaria. La liberalización tiene sus límites. España, por ejemplo, pide y debe desarrollar políticas estructurales. Europa es un mercado, pero no es única mente un mercado. Hay un lugar para la intervención de los hombres, es decir, de los Estados. Para dominar la recesión hay que lanzar una iniciativa de crecimiento europeo, que significa el relanzamiento de la actividad en cada uno de los países. La realización de pro gramas tecnológicos comunes, la disminución concertada de los tipos de interés -que sería más fácil si el ECU fuera la moneda de reserva e integrara la peseta y la libra- y la creación de un mercado único protegido en sus fronteras, para no regalar Europa a las multinacionales norteamericanas y japonesas. En los próximos años se podría crecer con estas premisas un 4% y se ayudaría a la vez a evitar la recesión en Estados Unidos y en el resto del mundo. Pero este new deal europeo requiere una voluntad política firme, pensar que no estamos sometidos a la fatalidad.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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