Final para dos guitarras
Barry Harris. Herb Ellis y Joe Pass
VIII Festival de Jazz de Madrid. Teatro Albéniz. 21 de noviembre.
Para empezar el último concierto del Festival de jazz de Madrid estaba anunciado el quinteto de Barry Harris. Pero luego el quinteto se quedó en cuarteto por la ausencia del guitarrista Jimmy Ponder. No era cosa de lamentar, o, al menos, yo no lo lamenté: en la segunda parte íbamos a tener guitarras para dar y tomar, y se da, además, la circunstancia de que he dejado de comprar muchos discos precisamente porque en ellos toca Jimmy Ponder.Los cuatro músicos en que ha quedado el grupo salieron de uno en uno con Autumn leaves, e hicieron en conjunto profesión de fe en el be-bop con el Shaw 'nuff de Dizzy Gillespie. A continuación la harían de uno en uno. Dave Blasser, que dio al principio la impresión de ser un saxo alto agradable y desigual como tantos otros saxos altos agradables y desiguales, se destapó con un brillante Embraceable you donde dosificó con inteligencia los ecos de Charlie Parker, a quien pertenece esta canción en jazz para siempre. Fue una balada tocada como debe ser, siempre como balada con el sobrio comentario del piano de Barry Harris y el con trabajo, mucho más protagonista, de Chuck Israels. Luego Israels, que trae fama de haber tocado con Coltrane y Bill Evans, haría un Tricrotism que no hizo olvidar ni el original de Oscar Pettiford, ni muchas otras versiones que se han hecho después. Bastante mejor estuvo en el Stella by starlight que dieron de regalo.
Barry Harris es un músico discreto, y la amplificación le hizo aún más discreto. Su piano se oía poco, y no se advertía ese canturreo -de pianista de jazz, de pianista bueno, con que también él acompaña sus solos según demuestran las grabaciones. Se mostró simpático en la despedida, pero estuvo como ausente del concierto. Había un cierto desacuerdo en el grupo la razón principal no creo que fuese que Harris es negro y los otros tres blancos, aunque algo de eso había; lo más importante era que Harris y el grupo hablaban idiomas distintos, Harris un bop tomado directamente de Bud Powell, y los otros uno más parecido al de Lennie Tristano.
Las guitarras disfrutan encontrándose. El dúo de guitarras, elogiado por Chopin, es una invención afortunada desde los tiempos de Fernando Sor y Dionisio Aguado, y aún habría que remontarse más, a la época del gran Dowland, que componía hasta para laúd a cuatro manos. El dúo de guitarras ha seguido produciendo excelentes resultados en nuestro tiempo, y en jazz resulta especialmente adecuado.
Joe Pass, que salió primero, puede sonar él solo como dos guitarras sin necesidad de técnicas revolucionarias, y aún le sobra para llevar el ritmo con el pie. Entiendo, sin embargo, que Pass debería moderar sus exhibiciones. Se explayó tanto el hombre que parecía que Herb Ellis no iba a salir y aquel iba a ser el concierto de los guitarristas que se caen del programa. Pero al fin, después de que Pass demostrase que toca Satin doll mejor que el otro millón de guitarristas que también la tocan, cosa que tampoco tiene tanta importancia, salió Herb Ellis y se completó el dúo.
Pass y Ellis se compenetran bien. Cuando uno hace el solo, el otro es un piano, un contrabajo o una sección rítmica entera. Pero lo mejor -y en esto recordábamos un concierto no lejano de Philip Catherine y Niels Pedersen- no era cuando los músicos se cedían el turno, sino cuando rivalizaban improvisando a dúo. Entonces las ocurrencias de ambos se superponían, se entrelazaban, se rechazaban y se atraían, creando una especie de parloteo feliz, de afortunado galimatías, en el que se perfilaba el espíritu de una música blanca y sin sombras. Una música que brotaba espontánea, sin esfuerzo, como por casualidad. Y ya lo dijo Silvina Ocampo: la casualidad existe, y a veces conviene.
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