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Stanislawski, años sesenta

Andrés Fernández Rubio

"El método más sólido es el de huir", dice Eusebio Poncela, de 42 años, que recuerda con irónica distancia la época de finales de los sesenta en la que en España se introdujeron métodos de teatro experirriental. "Aquí no supo nadie nunca quién era Stanislawski; no sé en qué consiste ese método, no se ha sabido en España y a lo mejor ni falta que hace; sólo distingo las actuaciones buenas de las malas".Poncela comenta que intervíno en el montaje de Miguel Narros Sabor a miel, de S. Delaney, "y se empeñaron en decir que seguíamos el método de Stanislawski, un método que no ha sabido en qué consistía ni William Layton ni nadie". "No hay método que valga", añade, y se refiere al Teatro Estudio Independiente (TEI), de Madrid, como a "una panda de palurdos, mediocres y amas de casa, de los que sólo se han salvado los que se podían salvar".

Poncela piensa que, si es cierto el eclecticismo de actores más jóvenes que él, y su falta de una metodología dogmática, esto es algo positivo. "Al final lo único posible es lo que hacemos todos", dice, "coger de aquí y de allá". Cree que un actor, ante una historia buena, no tiene que estudiar nada, y que lo último en aprenderse de memoria debe ser el texto. "Éste tiene que salir después de un trabajo de investigación, que consiste en consultar y ver".

Luis Escobar, director teatral y actor, se muestra partídario de las escuelas, aunque no las considera indispensables. "Yo creo en el impulso de una vocación y en fijarse más en las cosas que en los cursillos. Yo no los hice, y no me ha ido mal en la dirección".

Las mejores escuelas

Escobar lamenta que hayan desaparecido aquellas compañías de repertorio, "que eran las mejores escuelas, las de empezar sacando un vaso de agua al escenario e ir subiendo poco a poco". Considera que existen buenos actores jovenes en España, y recuerda sus tiempos como director teatral: "Cuando venía alguien con lo del método Stanislawski -aquel actor colosal-, yo me horrorizaba. Recuerdo a una actriz que para pronunciar unos monosílabos no paraba de motivarse. Yo le decía: 'No te motives tanto, hija, y dilos".

Para el director profesor Miguel Narros, un actor debe contar con un método, pero no para desesperarse con él, sino para "conocerse y defenderse". "Considero absurdo", añade, "que un actor renuncie a su personalidad en beneficio de la que va a interpretar; de lo que se trata es de conducirla, de cederle sus propias emociones al personaje".

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