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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Luego vino la banda

Chick Corea Akoustic Band Spyro Gyra

VIII Festival de Jazz de Madrid. Palacio de Deportes, 15 de noviembre.

Con el muy inmodesto tema Trío número I comenzó el concierto la Chick Corea Akoustic Band. En los 90 minutos siguientes explicitaron que la modestia es una virtud que vale dejar libre a quienes no pueden acercarse a otras. Hace tres años que Corea se entiende con Patitucci y Weckl, tanto en formación acústica como en banda eléctrica, y todo ello se hace patente en cuanto pisan el escenario.En esta semana, he podido escuchar en dos ocasiones al Corea Trío, y, si el resabio sirve para verificar que el numerito de desplegar la partitura del Cuarteto número 1 es un chiste obligado, también ayuda a asegurar que en cada momento estos tres músicos, que repiten programa y destrezas, son capaces de nacer cada noche.

La partitura de Corea

Cuando despliega la partitura, Chick Corea explica al público que se trata de una pieza muy difícil, pero que, en cualquier caso, intentara hacerlo. Él sabe que puede hacerlo, como sabe que puede escoger a sus músicos con el mayor de los tinos. Corea, además de ser un gran pianista, es alguien particularmente inteligente. Así, suma a su inteligencia sensible la sensibilidad inteligente de su contrabajista, John Patitucci. Dave WeckI, en la batería, apunta el nervio.

En anteriores conciertos, de la gira española que están desarrollando, el contrabajista logró aplausos, que, en los solos, se escatimaban al líder. En Madrid, Corea salió mandando y sólo a media velada dejó explotar las virtualidades independientes de sus compañeros. Patitucci es un contrabajista prodigioso y en un largo concierto puede fijar en nuestra memoria su irrupción como solista.

Dave Weckl es un baterista de un exigencia insospechada, pero no parece encontrarse cuando se le deja solo. Sabe seguir mejor a los demás que a sí mismo. Pero como tercio de un trío también resulta irrenunciable.

Corea es el maestro, claro, y en esta comparecencia no se le vio trabajar sobre las escalas, para que la inspiración le encontrara trabajando. Dieron un gran concierto, y, en turno de bises, Corea volvió al Sur en homenaje a Paco. de Lucía.

En cuanto salió la banda, se vio que en Spyro Gyra hay mucha vistosidad escénica, y también mucha industria. Y no sólo por los muchos discos que han vendido. Entraron con uno de sus recientes temas estrella, Cayo hueso, y ya se vio que la afición -la afición a ellos, la que no compareció en anteriores jornadas de mayor sustantividad identificaban el asunto. Luego se fueron identificando ellos mismos. Como banda, parecen haber encontrado el mejor acierto de su fórmula en la progresiva latinización; en una particular variante de sustitución de la sensibilidad por la contundencia.

Marimbista arreglado

Dave Samuels se presenta como un muy arreglado marimbista y Jay Beckenstein, el líder, como uno de los 50 saxos más interesantes de los últimos años. Luego, Tom Schuman da la clavija del acústico en su teclado electrónico, y no encuentra inconveniente en mostrarnos que toca el blues bastante mal. Tan mal como para conseguir que, por su parte, los vistosos percusionistas, en este género, también lo hagan fatal.

Para animar la cosa, está Julio Fernández, un guitarrista que a veces sabe moverse como Carlos Santana, pero que en general consigue sonar como él mismo; lo que no viene a ser, exactamente, una ventaja. Eso sí, muestra una gran desenvoltura para exhibir sus limitaciones. También a la percusión, le tocó el turno protagonista, y Manolo Badrena llevó timbales y timbalinas hasta las costas de África, en un acercamiento simpático a la latinidad.

Era domingo y día de fiesta, y la banda, a retrancas y barrancas, consiguió a golpe de clisé que aquello resultara animadísimo. Spyro Gyra es una formación que busca a quien busca y fue capaz de convocar auditorio y aplausos en el Palacio de los Deportes. Quizá tan solo estemos hablando de unfestival de jazz, algo que tan difícilmente tuvo que ver jamás con el gesto y con la industria; y tanta animación reverberaba como un no particularmente brillante ejercicio de industria gestual.

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