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El irresistible ascenso del DDD

El disco compacto comienza a ganarle pequeñas batallas de ventas al de vinilo

Andrés Fernández Rubio

En España, las grabaciones de música clásica en disco compacto -sistema de lectura por rayo laser-empiezan a superar en ventas a las producidas en soporte de vinilo. El lanzamiento de series de compactos a bajo precio, tanto en clásica como en pop-rock, y el progresivo abaratamiento de los aparatos reproductores creará en 1988, según los expertos, un punto de inflexión que tenderá de forma progresiva a equilibrar la balanza de ventas. El comprador habitual, cuando es esnob tecnológicamente, busca en los rótulos las letras DDD, símbolo de que la grabación, edición y transcripción del disco han sido digitales.

La irresistible ascensión del DDD, sinónimo de una compra que garantiza la audición más perfecta -lo que no quiere decir que sea la audición más inteligente-, ha llegado, sobre todo, al mundo de la ópera.En España, el precio más alto de un disco compacto va desde las 2.600 hasta las 3.300 pesetas, frente a las alrededor de 1.000 que cuesta un elepé. La ópera de Verdi La forza del destino, por ejemplo, en la grabación de G. Sinopoli, con Carreras, apareció en mayo y ha vendido 500 compactos, 400 álbumes y 300 casetes. En música sinfónica también se han dado casos similares, la interpretación del fenómeno sería la avidez de los compradores del nuevo sistema -muchos, recién llegados al mundo digital-, y la fiebre de los fanáticos del DDD.

En 1982 se introdujo en el mercado el disco compacto. Se trataba de una idea "para jugársela", según dice Melchor Hidalgo, jefe de mercadotecnia de Polygiram, pero el proyecto no fracasó, al encontrar un perfil de comprador entre 30 y 45 años, con poder adquisitivo, que coincidió con personas aficionadas a la música clásica. "El sistema, ahora, está consolidado", dice Hidalgo, "aunque se hable ya de otras innovaciones". En países como Japón, ya se plantean lanzamientos directamente en compacto. En Occidente, y concretamente en España, la situación es distinta. "Aquí hay menos de 200.000 aparatos", añade Hidalgo, "frente a millones de tocadiscos o magnetófonos, por lo que éstos se mantendrán; cuando el aparato y el disco compacto bajen de precio, el disco morirá".

Cuestión de aparatos

En España, la oferta de compactos es, ahora mismo, superior a la demanda, y la venta de reproductores cada vez más accesibles a un público joven ha sido un factor tenido en cuenta por las empresas de música pop-rock.Hasta el pasado viernes, por ejemplo, el disco de Madonna Who's that girl, que, salió a finales de agosto en España, había vendido 55.193 elepés y 1.856 compactos. Merche Martínez Heras, de la discográfica WEA, dice que cuando empezaron a lanzar los compactos se vendían 25 copias digitales, frente a las 700 que fácilmente se alcanzan ahora. La empresa, al igual que empiezan a hacer otras compañías, acaba de lanzar fondos antiguos de su catálogo, en compacto, a un precio similar al de los elepés.

Según datos de la Asociación Fonográfica y Videográfica española (AFYVE), en 1986, frente a unas ventas de 2,7 millones de discos singles y maxisingles, 13,9 millones de elepés y 18 millones de casetes, los compactos lograron 325.000, -en 1985, en cifras aproximadas, se habían vendido 198.000, y 96.000 en 1984- "En estos momentos", dice Martínez Heras, "cualquier elepé se lanza también en compacto, y a veces en este soporte se incluye un tema extra para potenciarlo".

La creciente fiebre del simbólico DDD es una cuestión de precios, pero también de educación del oído, y en este sentido, según diferentes expertos, el avance del público rockero potencial es imparable. Frente al DDD, se sitúan símbolos humildes pero intensos: el ADD y el AAD (en el primero, el magnetófono ha sido analógico durante la grabación, y digital durante la edición y la transcripción; en el segundo, muy escaso, el magnetófono ha sido analógico durante la grabación y la edición).

De ahí que un buen melómano pueda renunciar al DDD por el ADD, porque sabe que una grabación antigua de Maria Callas resulta insustituible; en el caso del rock, tampoco será lo mismo oír a Sam Cooke, aunque sea en ADD, que a un ectoplasma de Sam Cooke en DDD.

Para José María Quero, director de Radio 2, quien posee una colección de 40.000 discos de vinilo y 200 compactos, "muchas veces, para tal o cual obra, uno tiene en la cabeza la versión que te parece única. Por eso, yo prefiero un intérprete o una versión a un tipo de sonido".

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