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La chispa salta de nuevo en Kosovo

Las minorías étnicas y los nacionalistas desestabilizan a los países del Este europeo

Las minorías étnicas y los nacionalismos desestabilizan a los países del Este. La provincia autónoma yugoslava de Kosovo vuelve a ser escenario de enfrentamientos entre serbios y albaneses. En Moscú se manifiestan los tártaros de Crimea para solicitar el regreso a su tierra de origen. Letones, lituanos y estones protestan públicamente contra la rusificación de sus repúblicas bálticas. Hungría y Rumanía tienen sus relaciones políticas prácticamente paralizadas por la represión cultural de la minoría húngara bajo el régimen de Bucarest.

En Croacia y Eslovenia, las dos repúblicas católicas y de mayor bienestar de Yugoslavia, la población muestra, cada vez con mayor ímpetu, su malestar por la catastrófica situación yugoslava que achacan a Serbia y a las repúblicas y provincias pobres del Sur, y advierten que no tolerarán una reforma constitucional para retomar a un centralismo bajo hegemonía serbia.En Bulgaria, las autoridades practican desde hace años una política de erradicación de la minoría turca por el simple método de bulgarizar los nombres de los ciudadanos de origen turco. La minoría turca se ha resistido, y en los últimos años se produjeron atentados protagonizados por miembros de la misma.

El problema de las minorías étnicas en el Este, Centroeuropa y los Balcanes, cuyo potencial desestabilizador y explosivo ya demostró sobradamente la I Guerra Mundial, comienza de nuevo a manifestarse con fuerza. Causa de ello es, por un lado, la nueva política del Kremlin: la mayor tolerancia de la expresión y crítica pública ha hecho resurgir las voces de las naciones sometidas al silencio.

Por otra parte, en Yugoslavia, está la grave crisis de Estado. Siete años después de la muerte de su legendario líder, Josep Broz Tito, el sistema yugoslavo de no alineamiento y socialismo autogestionario hace dudar ya a muchos de su capacidad de subsistencia. Un fuerte endeudamiento exterior, que sitúa al país al borde de la insolvencia; una inflación que hace caer continuamente el nivel de vida; una clase política desacreditada por incapaz y corrupta y la ancestral intolerancia y hostilidad entre los diversos pueblos balcánicos plantean graves interrogantes sobre el sistema yugoslavo.

Seis años después de los acontecimientos sangrientos de 1981 en Kosovo, que comenzaron con protestas estudiantiles y terminaron en graves enfrentamientos entre la población albanesa y la policía, con el resultado de 11 muertos, según cifras oficiales, y muchos más, según estimaciones occidentales, fuerzas especiales de la policía yugoslava patrullan de nuevo por esta provincia y su capital, Pristina.

La tensión está en aumento en Yugoslavia, ante la posibilidad de un nuevo brote de violencia en esta provincia, limítrofe con Albania, en la que el 77% de la población se declara albanesa. Los albaneses se consideran discriminados económicamente y reprimidos culturalmente. Los serbios en Kosovo se consideran discriminados y amenazados por los albaneses en la provincia. Hace semanas, ciudadanos serbios se manifestaron en Pristina contra las "violaciones de mujeres serbias por albaneses".

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El nacionalismo no ha desaparecido con la aplicación oficial del internacionalismo. En todos los Estados surgidos de los imperios que se hundieron tras la I Guerra Mundial, entre ellos el austro-húngaro, resurgen las luchas por la hegemonía cultural, política y económica. En varios de estos Estados, los regímenes comunistas reactivan oficialmente este nacionalismo como elemento integrador, papel que ya no puede jugar la ideología desacreditada entre la población.

Los polacos, nacionalistas siempre, sienten hostilidad hacia prácticamente todos sus vecinos y se ha considerado tradicionalmente el pueblo elegido por Dios en su lucha contra la Rusia ortodoxa y la Alemania protestante. Los húngaros están abiertamente enfrentados a los rumanos por Transilvania. Los búlgaros tienen continuas tensiones con Belgrado por Macedonia.

Así las cosas, sólo puede ser una buena noticia que próximamente se reunirán, por primera vez en la historia, ministros de Asuntos Exteriores de todos los países balcánicos para tratar sobre los problemas de esta región, el polvorin de Europa, donde más peligro conlleva una radicalización de los nacionalismos.

Cuadros de ejércitos occidentales han tratado en los últimos años en sus maniobras la hipótesis de una guerra mundial originada por un conflicto regional en los Balcanes. Algunos observadores han advertido que, de no resolver Yugoslavia sus problemas internos, aquí podría estar el próximo Líbano.

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