Rotación
El Sol sale siempre por el Atlántico. La vida en este planeta comienza cuando en Europa ya es de noche. A esa hora, sobre Washington amanece, y allí se producen los hechos que marcarán nuestra existencia al día siguiente. Mientras nosotros dormimos, en Norteamérica suceden las cosas. La Bolsa de Nueva York hierve o se hunde, Reagan suelta una soplapollez escandalosa, el Pentágono decide un ataque, aquel Congreso aprueba leyes monetarias y se debate entre la leche en polvo y los misiles, las multinacionales emiten órdenes por todas las redes nerviosas y mil millones de computadoras bailan. Después de semejante frenesí, el Sol cae dulcemente por el Pacífico y se va hacia Japón, donde una legión de hormigas se despierta y al instante se ve excitada. La Bolsa de Nueva York acaba de fecundar a la de Tokio, la luz de la madrugada enciende las páginas de los periódicos nipones con las noticias calientes. Europa permanece a oscuras en ese momento. Aquí la gente está todavía roncando. Pero el Sol avanza hasta el centro de la Unión Soviética, y entonces Gorbachov se entera de la declaración de Reagan, la ensaimada le revienta en el estómago porque un minuto antes una plataforma petrolífera ha sido bombardeada.Antiguamente el Sol salía por Turquía, como Alá manda, haciendo llamear primero las esmeraldas del sultán. Luego la aurora derramaba ánforas de vino en el Mediterráneo. Los voceadores de prensa anunciaban hecatombes recién lavadas por el rocío de la mañana. Ya no es así. Ahora el Sol amanece sobre nuestro territorio declinando. Aquí se despiertan los pájaros y en el mundo todo está hecho y decidido. La realidad ya ha pasado. Reagan duerme a pierna suelta. De forma tardía, la Bolsa de Tokio excita a la de Francfort. Cualquier acción se halla consumada, consumida, puesto que Europa sólo se alimenta de rescoldos. La Tierra da vueltas sobre su eje en sentido contrario, y cuando el Sol alcanza el Atlántico, el Oriente se inicia otra vez. En Europa siempre es el día siguiente.
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