_
_
_
_

Fuera de las rejas

Ocho presos y cinco funcionarios de la cárcel de Jaén conviven cuatro días en la sierra de Segura

La serranía andaluza, lugar señalado en la literatura histórica como secular refugio de bandoleros, ha sido el marco elegido por cuatro funcionarios y un educador de la cárcel de Jaén para realizar una convivencia de cuatro días de duración con ocho internos de este centro penitenciario. Todos se han divertido en tan extraña acampada, lo que no ha impedido que también todos -presos, funcionarios y educador- hayan concluido afirmando que "la reinserción social es mentira tal y como están las cosas".

El lugar elegido ha sido la Fuente de la Pascuala, justo enfrente de la Torre del Vinagre, edificación pretenciosa donde el general Franco se ejercitaba en la caza mayor. En pleno corazón de la Sierra de Segura todavía es posible que un zorro corretee entre las piernas o que un ciervo te dé un susto de muerte al volver un matorral.El domingo pasado, 13 hombres llegaban a tan idílico paraje a bordo de dos vehículos todoterreno. Los expedicionarios, nada más tomar tierra, montaron tres tiendas de campaña cedidas por la Cruz Roja, alguna de las cuales sirvió para cobijar a los gitanos de Martos (Jaén) que hace algo más de un año fueron expulsados de sus casas, quemadas por el vecindario.

El objetivo de la excursión era bastante simple: "Convivir" y, de paso, "estar en contacto con la naturaleza, conocer y distinguir los animales y las plantas y hacer vida sana". Francisco Aguado, preso de 25 años y cocinero de la expedición, cuenta con carcajadas que "nos han pegado unas caminatas exageradas". Su compañero Andrés Peña se ha revelado como un auténtico andarín, habilidad indemostrable entre rejas. "No veas como corría el tío monte arriba, y eso que fuma...", cuentan. Andrés Peña, de 22, el más joven, además de andarín es articulista de Estación 41, publicación de la prisión de Jaén.

Andrés, como sus compañeros, dice que Alfonso Hervás "es un tío enrollao". Hervás, joven psicólogo que lleva dos años trabajando en prisiones como educador, es uno de los promotores de la acampada. Como educador confía en la buena aceptación de la experiencia y en que sea positiva, aunque desconfía de la reinserción de los internos, "tal y como están las cosas". "Cómo voy a animar a un tío para que lea un libro", comenta a manera de ejemplo, "si veo cómo tiene que utilizar las mañanas en matar las chinches que no le dejan dormir por la noche".

La cárcel de Jaén, ideada por un Gobierno del general Primo de Rivera, data de 1932. Cuando Hervás llegó a trabajar allí, un compañero le señaló un pasillo y le advirtió: "Por ahí no pases mucho que hay ratas".

Estricto cumplimiento

El reglamento de la cárcel exige su estricto cumplimiento. Entre otras cosas, todos se hablan de usted, los funcionarios son tratados de "don" por los presos y no se puede jugar a las cartas ni, obviamente, fumar canutos. Todas estas normas se han cumplido en la acampada. Alguna de ellas por inercia: "A nadie se le ha ocurrido traer una baraja de cartas", explica uno de los funcionarios."Nunca he salido con presos", dice José Antonio García, funcionario de 40 años, ecologista y ex karateka, quien opina, al igual que Hervás, que "es un planteamiento ingenuo la reinserción en las cárceles". García maneja con soltura una navaja de campo, a las que los internos tienen fácil acceso aquí -en medio de la sierra, sin más vigilancia que la habitual ronda de la Guardia Civil caminera-, mientras afirma que "esto es lo más eficaz, se olvidan de las drogas y son otras personas que en la prisión".

Juan Alberjón, preso de 24 años, opina como García y es firme partidario de repetir la experiencia, "sobre todo porque despeja de la depresión que tienes allí". Muñoz Palacios, de 26, bromea diciendo que "ya oía la berrea de los ciervos en la cárcel", antes de salir para la sierra.

Uno de los funcionarios dice que todos los días tiene que ir al pueblo para telefonear a su esposa, que no entiende por qué tiene que ser a su marido a quien se le ocurra embarcarse en semejante acampada.

Las edades de estos internos oscilan entre los 22 y 41 años. La de los funcionarios, entre los 30 y 40. Los internos lo son de segundo y tercer grado; es decir, o ya han salido con algún permiso o disfrutan de régimen abierto.

Los funcionarios dicen que no han tenido ninguna dificultad para organizar la acampada porque "jugábamos la baza de que ya está próxima su libertad". Alguno de los ocho internos ocupa algún destino en la cárcel, lo que les supone cierta responsabilidad. Piensa que una vez de vuelta -la acampada finalizó el miércoles- le tomarán el pelo por haber participado en ella. A otros no les preocupa, porque "todos saben que hay más chivatos en patios (lugar de permanencia de los desocupados) que en destino".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_