El faraón
Veinte años, lo menos, llevan público en general y taurinos sin graduación desahuciando a Curro Romero. En cuanto sus inhibiciones promueven broncas -y las promueven, seguro- unos quieren que se vaya, otros aseguran que está viejo para ser el faraón del toreo. El escándalo del pasado mes de julio en Las Ventas dicen que fue definitivo. Negarse a matar un toro, provocar las iras del público, acabar en una comisaría, fueron sucesos que acabarían con el prestigio de cualquiera.Pero cuidado con Curro, que no es cualquiera y ahí sigue. Torea a la verónica en Las Ventas como ayer en la Maestranza, y pone la plaza boca abajo; dibuja allí la misma media verónica, y no es que no lo echen; es que se forman piquetes para que no se vaya. La media docena de muletazos que logró cuajar también tuvieron su sello. Mientras a Curro le quede gusto para torear, no hay quien lo destrone.
Sucede con los toreros artistas: unas veces salen de la plaza a almohadillazos, otras por la puerta grande. Ahí tenemos a El Gallo, cuyas espantás hicieron historia; ahí Cagancho, un genio gitano irrepetible. Y Paula. Sin olvidar a Pepe Luis, que aún no ha destapado toda su torería.
El mando del toreo podrán ostentarlo otros. Los hay cabos chusqueros que ejercen de mariscales, porque la fiesta está así de revuelta y así de mediocre. Pero el faraón es Curro, aún. A sus 54 años.
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