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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Visión amable de la guerra

John Boorman es un cineasta británico de especie rara. Basta con recordar que es director, entre otras películas, de A quemarropa, Deliverance, Zardoz, Excalibur y La selva esmeralda, para no tener que insistir en esa su rareza. Cada una de estas obras está planteada de manera muy distinta y aparentemente parecen de mano y procedencia variada. Se diría que John Boorman es un cineasta muy preocupado por dejar en cada uno de sus trabajos el sello de su afán de originalidad.Pero no es lo mismo ser original que parecerlo y esto le ocurre con frecuencia a este cineasta londinense, que si aportó un enfoque inédito al cine negro en A quemarropa, al de aventuras en Deliverance y al de ambientes históricos en Excalibur, en cambio no pasó de la rutina originalista en La selva esmeralda y Zardoz. En esta Esperanza y gloria, su última película, se queda a mitad de camino entre las primeras, que eran realmente originales, y las segundas, sólo originales de intento y no de logro.

Esperanza y gloria

Dirección y guión: John Boorman. Fotografía: Philippe Rousselot. Música: Peter Martin. Producción: John Boorman. Reino Unido, 1967. Intérpretes: Sarah Miles, David Heyman, Derrick O'Connor, Susan Wooldridge, Sammi Davis, Ian Bannen. Estreno en Madrid: Bellas Artes (en V. O.), Lope de Vega y Novedades.

La originalidad de Esperanza y gloria está en la antesala de la película, en la manera de orientar la mirada del espectador en un relato de guerra, identificándolo con la mirada de un niño que vive bajo esa guerra. Esto se ha hecho ya otras veces en cine -recordemos Juegos prohibidos, de René Clement; El puente, de Bernhardt Wicki; o Ven y mira, de Elem Klimov- pero la novedad que pretende, y consigue sólo a medias, introducir Boorman está en el tono del relato. Si las películas citadas estaban relatadas cada una desde un ángulo del patetismo, Esperanza y gloria adopta un insólito tono de comedia, poco apto sobre el papel para narrar una historia de destrucción y muerte bajo los bombardeos nazis a Londres en los comienzos de la segunda guerra mundial.

Obra autobiográfica

Esperanza y gloria -y ahí probablemente reside el secreto de su rareza- es una obra autobiográfica, en la que John Boorman pasa la trepidante aventura de un niño, durante los sombríos días de los primeros ataques hitlerianos a la población civil londinense, por el tamiz de la propia memoria, una memoria suave y amable, que endulza formalmente la dureza de los contenidos argumentales del filme.En realidad el asunto que expone Boorman en Esperanza y gloria hace referencia, más que a los sucesos históricos exteriores, al que fue su primer encuentro con la libertad, a la luz que penetró en sus ojos en el primer despertar a la vida. La guerra es tan sólo el fondo de este fondo. De ahí su conversión en pretexto de película lírica, en comedia incluso o en soporte para una relajada historia de andanzas infantiles entre los escombros de un suceso dramático y enorme.

El único hallazgo de Esperanza y gloria se resume en este chocante precipitado, repetido una y otra vez en la película, hasta que por abuso pierde buena parte de su eficacia humorística inicial: la reconstrucción de un mundo interior expansivo en medio del angosto cerco de un mundo adulto quebrantado por el terror y por la destrucción. Funciona este contraste en escenas como la del paracaidista alemán; funciona también en las escenas del pandilleo de los niños y en los esbozos de la vida familiar en la idílica casa del abuelo cascarrabias; y funciona otras veces, siempre de manera aislable del conjunto.

Sin embargo, ese conjunto no asume el referido choque de contrarios y es brillante pero insatisfactorio. Es un filme con escenas notables, concebido con imágenes de plástica poderosa y, en ocasiones, con una curiosa combinación de patetismo y gracia, pero el balance global de la metáfora se queda corto, no pasa de superficial. Boorman no desarrolla bien su buena idea y sus intenciones pueden más que sus habilidades: es mucho más lo que quiere decir que lo que dice.

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