Maravillosos perdedores
Hay gente que ha nacido, inevitablemente, para perder. Los Flamin' Groovies no han dejado de hacerlo desde que nacieron como grupo, hace 20 años, en San Francisco. Veinte años esperando que la leyenda visitase nuestro país, en un desesperado intento por romper el halo maldito que les envolvía. Veinte años de magia destrozados en apenas 100 minutos de actuación.Pero esta situación de desengaño era fácilmente previsible, no nos confundamos. De los viejos Groovies sólo quedan unos Jordan y Alexander con visibles síntomas de cansancio en la voz, flotando continuamente en el ambiente la ausencia de los inolvidables Roy Loney, Chris Wilson o MIke Wilhelm. Sus dos sustitutos, ex miembros del grupo The Yanks, rozan el heayy, golpeando guitarra y batería como auténticos posesos. Así las cosas, era francamente difícil mantener el viejo espíritu del grupo, con suaves rasgueos y cálidas voces.
Recital de Flamin' Groovies
Flamin' Groovies: Cyril Jordan (guitarra y voces), George Alexander (bajo y voces), Jack Johnson (guitarra y voces), Paul Zahi (batería). Actuación previa de The Bumpers. Sala Astoria. Madrid, 5 de octubre.
Los sentimientos se cruzaron, entre un público tremendamente predispuesto a favor. Amor y odio, frío y calor, rock and roll y heavy metal flotaron, enrevesados como una tela de araña, sobre la gente que abarrotaba la sala Astoria. Nada más finalizar la actuación, los viejos y aturdidos fans de la banda se agolparon en las puertas del local, buscando una explicación, una justificación basada en la lógica. Hubo quien llegó a decir que no eran sino un buen grupo de pueblo haciendo versiones de temas clásicos; evidentemente, exageraban.
Dos son los poderes actuales de estos remozados Flamin' Groovies. El primero, sin duda, es su historia, su poderoso currículo. El segundo es su apabullante buen gusto a la hora de escoger temas ajenos para versionear, aspecto éste que cuidan desde la aparición de su primer elepé, Sneakers, en el año 1968. Desde una tosca pero emotiva interpretación del Feel a whole lot better, de The Byrds, hasta la explosión pop del A million miles away, de The Plimsouls, pasando por composiciones de Dave Edmunds (Falling in love again), los Them, de Van Morrison (Baby please don't go), o los australianos Hoodoo Gurus (Bittersweet). Grandes canciones que, nos guste o no, no recibieron el tratamiento único y tremendamente personal de antaño, careciendo de feeling que todo grupo mítico necesita para continuar siéndolo.
Babelia
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