Maltrato
Habiendo sido objeto de un robo domiciliario, acudí a la comisaría próxima a denunciarlo con ciertas esperanzas, ya que conocía al autor. Una vez en la entrada, al dar mis datos, las reacciones a mi condición de gay no se hicieron esperar. Una patrulla a punto de partir y sin que tuviesen ninguna obligación de atenderme se tapa la boca y se desternilla de risa: "Vamos a ver, hombre, qué es lo que te han quitado". Una vez dentro y ante el funcionario que redactaba el acta, oigo frases como éstas: "¿Por qué quieres denunciarlo"; "si pierdes el juicio puede que tengas que indemnizarlo por difamación"; "si te has acostado con él puede que te haya pegado alguna enfermedad" (yo no había insinuado ninguna relación sexual). La repintada mujercita del funcionario interrumpe el trabajo, me echan y más tarde continuamos. MePasa a la página siguiente
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siento en los sillones de la sala de espera como acabados de recuperar de la basura. El ambiente de trabajo el mismo como el de cazar moscas, el comisario jefe mirándome con displicencia, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Cada vez que tengo que ir a un lugar oficial donde haya funcionarios relacionados con el Ejército en general me invade la angustia. Nunca falla, siempre salgo humillado; incluso sacar el DNI para mí es una tortura. Voy pensando que policías y chorizos, aunque diferentes, se mueven en la misma galaxia. Me siento un negro en Suráfrica, un judío en el nazismo. La policía en este país... ¿no podía mejorar algo más, por favor? (Comisaría zona de Lavapiés.).- Santiago Rodríguez Vasalo.
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