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La Reina asiste a las clases magistrales de Rostropovitch

El maestro del violonchelo enseña en la Escuela Superior de Canto

La reina Sofía asistió ayer a las clases magistrales que el violonchelista y director de orquesta Mstislav Rostropovitch imparte gratuitamente en la Escuela Superior de Canto de Madrid. Doña Sofía adelantó su viaje de regreso de Estados Unidos para asistir al concierto que hoy, lunes, interpretarán los alumnos que participan en estas clases, organizadas por el Instituto de las Artes Escénicas y de la Música (Inare), del Ministerio de Cultura.

Rostropovitch imparte estas clases como homenaje a doña Sofía. En la sesión de ayer escuchó a cada alumno, pidió, a veces, que repitieran para corregir los defectos técnicos que apreciaba y dio consejos claros a los futuros intérpretes."Deben sorprender al público", precisó. "Es como si una esposa esperara un beso de su marido al llegar de la calle y recibiera una bofetada".

Rostropovitch, cuya actividad pedagógica se inició en Moscú, recibió el pasado mes de mayo en la Sala Pleyel, de París, el homenaje de Michael Plasson, Anne-Sophle Mutter, Salvatore Accardo, Yehudi Menuhim, Jean-Paul Tortellier y Jean-Pierre Rampal, con la Orquesta de Montecarlo, que se reunieron en honor del vetarano maestro con ocasión de su 60 aniversario.

Con el mismo motivo, el mítico violonchelista soviético ha querido rendir homenaje a la Reina de España, ofreciendo un curso de interpretación en Madrid, al que asisten grupos de cámara que, en la Escuela Superior de Canto, escuchan cada día la palabra (traducida por el violinista Comesaña) y los ejemplos de Rostropovitch.

Sentimiento

"Slava no interpreta,. siente", afirmaba de Rostropovitch el director japonés Ozawa. Lo que es cierto, si no se olvida la fabulosa y múltiple preparación del artista, que simultanea el violonchelo, el piano y la dirección, y en todos los casos da ejemplos de alta musicalidad.Significativo en la historia instrumental de nuestro tiempo, no lo es menos Rostropovitch en la de la creación, al propiciar la composición de obras como las de Shostakovitch, Britten, Dutilleux, Jolivet, Landowski, Halffter y tantos otros. El mismo artista capaz de impulsar la música de hoy erige la esplendorosa belleza de su Bach, su Haydn o su Dvorak.

Estos días los músicos madrileños más interesados tienen a Rostropovitch a su alcance, gozan de su saber y de su humanidad, de su firme orientación y de su sentido del humor.

Conviven con un grande, lo que no suele ser fácil, sin mayor retórica ni gesto de divinización. El homenaje de Rostropovitch a España, a través de su dedicación y su amistad con doña Sofía, dejará recuerdos imborrables. Es emocionante y útil; cálido y con huella. Merece, por todo ello, viva gratitud.

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