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La apertura en Burma

Burma, considerado el país más cerrado del mundo, se enfrenta a la necesidad de establecer relaciones exteriores. Desórdenes estudiantiles y revueltas ocasionadas por la carencia de arroz han obligado al inmóvil y testarudo jefe del Estado, Ne Win, a trazar e iniciar una serie de reformas.Ne Win, en plena era de las computadoras y de las tarjetas de crédito, viajó el pasado mes de abril a Estados Unidos. Como si de un rey asiático de cuento oriental se tratara, portaba dos maletas llenas de oro, jade y piedras preciosas. No trataba de pagar con el contenido de ambas maletas las elevadísimas minutas de los médicos que le habían reconocido. Lo que intentaba era comprar armas para su desolado Ejército y obtener ayuda militar norteamericana. A su regreso a Burma quedó la interrogante de si logró llevarse a casa algo más que un costoso palo de golf que le regaló Reagan. Ne Win ha sometido a su pueblo a un régimen socialista agrario y evitado a toda costa la industrialización y la modernización por medio de un Gobierno que mezcla el budismo, la autarquía y el militarismo. Pero el extravagante jefe de Estado, que ha mantenido durante un cuarto de siglo a su selvático país aislado para que su pueblo de campesinos no fuera contaminado por la peste de la civilización occidental, sabe que ahora no tiene otra alternativa: debe descorrer la cortina de bambú tras la que durante tanto tiempo ha ocultado a Burma.

3 de octubre

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