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La utopía española de California

Un eminente historiador norteamericano que dedicó su larga y fecunda vida a la historia de la expansión española en América, Herbert Bolton (1870-1953), solía decir a sus alumnos (por ejemplo, a los que trabajamos con él en 1945 en el Archivo Nacional de México), que Estados Unidos tenía dos polos de equiparable significación fundadora: las tierras de la Nueva Inglaterra colonizadas por los llamados peregrinos ingleses a principios del siglo XVII y el conjunto de misiones establecidas por fray Junípero Serra (1713-1784) en lo que los españoles llamaban Alta California, desde 1769 hasta su muerte. Quizá para algunos o incluso muchos historiadores, el profesor Bolton exageraba el papel fundador de fray Junípero, pero para la generalidad de los californianos no andaba descaminado cuando realzaba la importancia de las misiones de la antigua Alta California.En 1864, un senador propuso que el Congreso honrara a dos figuras de cada Estado erigiendo sus estatuas en una sala especial. California, por motivos que no vienen al caso, tardó en enviar a Washington sus estatuas representativas. Pero cuando se decidió escoger las dos figuras, no hubo discrepancia respecto a una, la de fray Junípero Serra. Y así el 1 de marzo de 1931, la estatua de fray Junípero fue presentada al público en una ceremonia con varios oradores. Uno de ellos resumió el sentimiento colectivo al decir que "hoy el nombre de Junípero Serra es el más querido de California, sin distinción de clase ni creencias". Añadiendo: "Su memoria es honrada y reverenciada por todo el pueblo". Y en forma más coloquial "fray Junípero es una palabra casera". Añadamos que, en cierto grado, la imagen de Bolton sobre los dos polos de la historia norteamericana quedó confirmada por haberse situado su estatua frente a la del presidente Washington.

El homenaje más reciente a fray Junípero ha sido en el segundo centenario de su muerte, en 1984: el servicio postal norteamericano emitió un sello aéreo con la efigie de fray Junípero que circuló profusamente (aunque fuera de California ni de los hispanohablantes muchos usuarios postales no habrán sabido, ni se habrán esforzado por saberlo, quién era el fraile honrado por el sello). Pero fray Junípero recibe diariamente el homenaje de los visitantes de las misiones que California cuida con esmero: y propongo que los turistas que las visitan descubren una España hasta entonces, con frecuencia, desconocida. Porque desgraciadamente aún abundan los norteamericanos (y lo mismo podría decirse de otros países) para los cuales España y su historia se reducen a la imagen de la llamada leyenda negra. Propongo también que justamente el mismo fray Junípero quería mostrar al establecer las misiones que España quería implantar en tierras inhóspitas una civilización humanitaria y próspera. Llevó así a California plantas, sobre todo mediterráneas, que constituyeron la base de la riqueza agrícola futura del Estado de California. Y es legítimo conjeturar que fray Junípero quería enlazar en la segunda mitad del siglo XVIII con lo que se llamó en el siglo XVI conquista espiritual, representada particularmente por el obispo Vasco de Quiroga en Michoacán.

Aunque hay una marcada diferencia en propósitos y temperamentos, entre las dos máximas figuras de la conquista espiritual. Fray Junípero fundó la primera misión en Alta California cuando tenía 56 años, y puede así decirse que actuaba en él un impulso quijotesco, además de un profundo sentimiento igualitario de la vida. Pero fray Junípero (presidente de las misiones) tenía también mucho de ejecutivo contemporáneo y mostró extraordinaria valentía. En suma, podría mantenerse que fray Junípero es una compleja figura de la segunda mitad del siglo XVIII español, muy reveladora de aquella hora de España que aún no se ha estudiado suficientemente. Y cuyo estudio es muy pertinente para mostrar que ha habido más de una España.

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Mi maestro, Américo Castro (1885-1972), uno de los grandes españoles de este siglo, expuso un concepto que es particularmente útil al hablar de fray Junípero y de sus misiones, por las que Castro sentía veneración. Es el concepto de lo que Américo Castro llamaba "lo historiable". Para Américo Castro no todo lo que sucede en un país es merecedor de ser objeto de historia, de ser recordado como un hecho de significación valiosa. "Lo historiable" es, en cambio, lo que vale la pena ser recordado. Esto es, "lo historiable" es aquel hecho pretérito que es en sí mismo una incitación a elevar las miras de los seres humanos, un fortalecimiento de las aspiraciones a humanizar crecientemente la vida humana. Las misiones de fray Junípero Serra en la Alta California son un perfecto ejemplo de "lo historiable" español de una época en la que se sigue dando excesiva importancia a actividades políticas y a hechos bélicos. Y los españoles que visiten las misiones deben sentirse muy orgullosos de poder contar con ese episodio muy "historiable" de su pasado colectivo.

La California de hoy no es, por supuesto, la utopía de fray Junípero. Y es mucho más importante en la vida norteamericana que el polo de Nueva Inglaterra, en la contraposición del profesor Bolton. Es más bien un espejo de todas las complejidades de la historia actual. Es también el Estado norteamericano con mayor población de lengua española, una gran parte de la cual se encuentra en difíciles condiciones sociales y económicas. Aunque también California es un lugar de respiro para las masas latinoamericanas que quieren escapar a la tiranía y a la miseria. La visita de los Reyes españoles, representantes de un país crecientemente identificado con el progreso democrático, será acogida por todos los californianos como un símbolo de unión con su padre fundador y sus ideales de civilización humanitaria.

Juan Marichal catedrático de la Univerisidad nortearnericana de Harvard, es especialista en la vida y la obra de Manuel Azaña y autor, entre otras obras, de los ensayos Cuatro fases de la historia intelectual latinoarnericana, Teoría e historia del ensayismo hispánico y Tres voces de Pedro Salinas.

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