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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Israel y la bomba

EL INTERÉS del proceso del antiguo técnico nuclear Mordejai Vanunu, que se sigue actualmente en Israel, estriba en que ha sacado a la luz un hecho que muchos intuían: que su país es ya hoy una verdadera potencia nuclear, lo cual reviste suma gravedad en el complejo escenario político de Oriente Próximo. Es un golpe a la política de no proliferación y una incitación a los países árabes a desarrollar sus esfuerzos en ese mismo sentido.La actitud del Gobierno de Israel ante el proceso demuestra que le guían dos preocupaciones contradictorias: no renunciar a dar a entender que tiene la bomba y a utilizar esa amenaza, pero tampoco quiere modificar su posición oficial de que Israel nunca será el primero en introducir la bomba atómica en Oriente Próximo. Ahora bien, si tiene la bomba, y todo indica que la tiene, es obvio que sí es el primero y que sus afirmaciones en sentido contrario están hechas para la galería, y sobre todo para que no surja en Estados Unidos, donde la actitud contraria a la proliferación nuclear es influyente, una oposición a las ayudas a Israel.

En el proceso a Vanunu hay aspectos realmente kafkianos. El fiscal pide contra él penas gravísimas, acusándole de espionaje y de ayuda al enemigo en tiempo de guerra, pero al mismo tiempo, por orden del gobierno y de las autoridades militares, el proceso no podrá establecer si las informaciones que Vanunu ha facilitado al periódico británico Sunday Times son verídicas o no. Ahora bien, es obvio que si esas informaciones no son verídicas, si son "patrañas", como dijo en una ocasión el ministro Simón Peres, es imposible considerar como espionaje el hecho de haberlas comunicado a un periódico británico.

El proceso se viene desarrollando a puerta cerrada -lo cual se puede justificar si están en juego secretos de la defensa nacional-; el acusado está sometido a unas condiciones de incomunicación absoluta. Cabe preguntar si se trata de ocultar también que salgan a la luz los procedimientos del servicio secreto israelí, el Mosad. En una nota que pudo hacer llegar a un familiar, Vanunu cuenta que una mujer, agente del Mosad, le convenció con engaño para que fuese de Londres a Roma, y que luego fue secuestrado en esta ciudad y trasladado a un barco que le llevó a Israel. No es la primera vez que el Gobierno tiene que disimular acciones escandalosas de sus servicios secretos, que actúan con escaso respeto hacia las normas de las relaciones entre Estados.

Vanunu se ha proclamado inocente ante el tribunal. Su defensor explica su conducta por razones políticas, pacifistas, religiosas y no de espionaje. Si fuese un espía dedicado a hacer daño a su patria, su decisión de salir al extranjero y de facilitar datos a un periódico no sería lógica. No actúan así los espías. Pero aceptando ese fin político, si Vanunu ha entregado a Sunday Times documentos secretos auténticos, obtenidos en su lugar de trabajo, la existencia de un delito no parece ofrecer duda. ¿Cómo negar entonces que su gravedad depende de la veracidad de los documentos?

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