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Los indios de EE UU exponen sus reivindicaciones al Papa

Francesc Valls

El papa Juan Pablo II, entre penachos de plumas multicolores y solideos rojos y púrpuras, defendió el lunes (madrugada de ayer en España) en Fénix, capital de Arizona, los derechos de los indios. Con el Memorial Coliseum de la ciudad prácticamente lleno, el Papa reconoció los errores cometidos por la Iglesia y por los colonizadores con los primeros pobladores de Estados Unidos, país en el que el Pontífice se encuentra desde el pasado jueves, día 10. Los indios expusieron su problemática social y económica ante Karol Wojtyla, que escuchaba complaciente sus reivindicaciones sentado en un gran trono giratorio.

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La etapa más difícil

La entrada del Pontífice en ese recinto fue precedida por la de un grupo de jefes indios, que con cantos rituales le condujeron hasta la plataforma giratoria central. Entre los miles de asistentes se encontraban miembros de los navajos, arapajoes, chipennas, apaches o crees, como Mirada de Acero, jefe de la tribu cree, que, ataviado con un vistoso penacho de plumas, había estado firmando autógrafos hasta la entrada del Papa en la sala de actos.Juan Pablo II, que observaba con cara complacida cómo un grupo de indios realizaban ante él un ritual para entregarle una pluma de águila, que simboliza la paz, escuchó una tras otra las duras reivindicaciones de los pieles rojas. La encargada de la lectura fue Alfretta Antone, miembro de la tribu de los navajos, que solicitó que el Gobierno de Estados Unidos respete los acuerdos y tratados que ha contraído con las tribus en el pasado. Antone explicó los problemas de marginación económica y social de su comunidad -integrada por un millón y medio de personas-, en la que se registra un alto índice de suicidios, drogadicción y alcoholismo. La representante india recordó a Kateri Tekakwitha, una joven de la tribu de los mohawk a la que el Papa beatificó en 1980 sin que se le probara milagro alguno, tan sólo por una vida de entrega en favor de su pueblo, en el siglo XVII. Cuando murió, dos jesuítas allí presentes pudieron observar cómo las cicatrices que la viruela le había dejado en su rostro desaparecían, según relatan sus biógrafos.

El Papa también se refirió a la beata, de quien glosó el hecho sin precedentes en su tribu, de que consagrara su virginidad a Dios. Juan Pablo II, en un discurso sin ambigüedades y en medio de continuas interrupciones por parte de los indios que lanzaban gritos rituales, destacó que la Iglesia ha contado con misioneros defensores de la causa de los pieles rojas. Debajo de una cruz decorada a modo de tótem, Woityla citó al apóstol de California, el mallorquín fray Junípero Serra, y a Francisco de Vitoria, como paladines de la causa indígena; pero reconoció que el choque de culturas había comportado opresión e injusticia.

"Responsabilidades cristianas"

"Desgraciadamente, no todos los miembros de la Iglesia vivieron de acuerdo con sus responsabilidades cristianas, pero no debemos profundizar excesivamente en errores y equivocaciones e incluso en aquellos cuyos efectos aún vivimos", dijo el Pontífice en un ambiente entusiasta. Juan Pablo II animó a los indios a defender su cultura, lengua y costumbres como base para el futuro. Asimismo exhortó a la Iglesia a respetar a los indígenas y sus tradiciones.

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El viaje papal por el estado de Arizona concluyó con una multitudinaria misa en el estadio universitario de Fénix en la que Juan Pablo II, en una línea habitual de homilías y ante 60.000 personas, insistió sobre temas como la teología de la cruz y la Iglesia como misterio.

A primera hora de la noche de ayer (hora peninsular española), Wojtyla comenzó a afrontar el tramo más dificil de su segundo viaje a Estados Unidos: la Costa Oeste, con ciudades como San Francisco y Los Ángeles, y con problemas tan candentes para la Iglesia como la homosexualidad y el SIDA. La policía de Los Ángeles ha desalojado a centenares de personas sin hogar que viven alrededor de la catedral de la ciudad. A la llegada del Papa a la ciudad, las medidas de seguridad sólo eran comparables al despliege realizado en 1959, durante la visita del líder soviético Nikita Jruchov y sobrepasaban a los operativos de seguridad de los Juegos Olímpicos de 1984.

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