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MOSTRA DE CINE DE VENECIA

Aplausos para 'Divinas palabras', presentada ayer a concurso

La jornada veneciana de ayer puso en competición el filme del americano Alan Rudolph, titulado Made in heaven, junto a la producción española de José Luis García Sánchez Divinas palabras. Es decir, una fábula sobre el amor, buena parte de cuya acción transcurre en el cielo, comparada al esperpento valle-inclanesco y a una tierra que tiene mucho de infierno. El resultado de tal confrontación es explosivo, y la película española sale ampliamente beneficiada del emparejamiento. El público que asistió ayer a la proyección de Divinas palabras se puso en pie al finalizar la sesión y aplaudió con calor a los actores y al director, que se encontraban en la sala.

Estas Divinas palabras cinematográficas están planteadas desde la fidelidad a la obra literaria, que se adapta procurando eludir la teatralidad y buscando la mayor carga de realismo y espectáculo posible. Es una opción muy respetable y tan lícita como cualquier otra.Discutir sobre si el espíritu de Valle necesita de un país más estilizado, de una imagen contrastada y de trazo grueso, pues la exactitud de la palabra ya les dará entidad a lo que se dirían caricaturas al carboncillo, no tiene ningún sentido. Lo que cuenta es que la película alcanza sus objetivos; que es un verdadero espectáculo, a veces hermoso, siempre feroz y desgarrado; que la Galicia de tullidos, capellanes, campesinos incultos es una imagen tremenda, una mezcla extraña y dificil de horror y humor.

Rodada con un presupuesto más que considerable, con un acabado técnico muy satisfatorio y un reparto muy ajustado, la película es, según palabras de su director, "una obra profundamente gallega y española, culturalmente enraizada con nuestra tradición, al margen de esos géneros cinematográficos de naturaleza multinacional que se nos imponen desde la televisión".

Lo cierto es que esta recreación de Valle sorprendió, aunque es posible que muchas de sus referencias sonaran en el vacío, que las citas goyescas o las habaneras cantadas por Ana Belén no se comprendieran. En cambio, la caracterización de Imanol Arias como versión hispana del gran amante, cruce entre John Gilbert y Fairbanks, puede que fuera más asequible para una platea sustancialmente cinéfila.

La labor de Gerardo Vera como director artístico es espléndida, y queda en un tono menor la aportación musical, tópica de concepto y utilización.

Made in heaven es un auténtico fiasco. Según parece, Rudolph ha tenido que someterse a las exigencias de los productores, consistentes en suprimir muchas páginas de guión y rodar otras no previstas. El resultado es una comedia tan azucarada y falta de humor que no tendría sitio en este festival si no fuera por el prestigio de su autor. Exceptuadas las magníficas secuencias iniciales en blanco y negro y el reencuentro entre el protagonista -Timothy Hutton- con sus padres cuando él ha regresado a la tierra en busca de la chica que conoció en el cielo, el resto es menos que mediocre.

También se ha presentado en Venecia Oridathu, del hindú Aravindan, pero lo ha hecho dentro del horario reservado a los filmes y países, a los que se trata como meros comparsas. Es injusto. La película es interesante y divertida, atravesada por una marcada voluntad de crónica popular.

La acción transcurre en los años cincuenta y cuenta los cambios que causa en un villorrio la llegada de la electricidad. De una vida equilibrada, modesta y feliz se pasa a una existencia fundada en la charlatanería y en espejismos del progreso.

Y, para acabar, una pincelada de humor, aunque sea negro: la señora Simone Veil, presidenta de la comisión que prepara las actividades e iniciativas que acompañarán al Año Internacional del Cine, ha propuesto a sus colegas que los spots de promoción cinematográfica los ruede Rainer Werner Fassbinder.

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