Un extraordinario balance
ENVIADO ESPECIALCon Ricardo Muti y la Orquesta de Filadelfia se ha cerrado el festival de Salzburgo del presente año; 140 espectáculos oficiales se han sucedido a lo largo de un mes y otros muchos han tenido lugar paralelamente. Los 250.000 espectadores, que se han dejado en taquilla 1.600 millones de pesetas -aproxímadamerite, el 60% del coste total del festival-, han podido verificar cómo cada año va siendo más factible conseguir localidades sobre la marcha para los diversos actos, aunque más del 40% de las entradas son vendidas al extranjero. Tan sólo Don Giovanni, los tres conciertos de Karajan y los respectivos de Giulini, Mehta, Abbado y Bernstein han resultado más problemáticos en este sentido.
Tres de las seis óperas programadas pertenecían a Mozart: Don Giovanni, El rapto del Serrallo y Las bodas de Fígaro. Repetían además Capriccio, de Strauss, y el Retorno de Ulises, de Monteverdi-Henze, con unas bellísimas direcciones escénicas de Schaafs, y Hampe, respectivamente. Moisés y Aarón, de Schönberg, ha constituido, en cambio, una nueva producción del presente año, que, naturalmente, se repondrá el próximo. Jean-Pierre Ponnelle, una vez más -aunque ya son muchas las voces que opinan excesiva su presencia en el festival-, ha creado una estética e interesante escenografía made in home pero netamente diferente a la que realizara años atrás para Munich. Mención especial merece toda la escena del Becerro de oro por su originalidad. Sin embargo, el ataque de soldados nazis a los judíos con que se abre la obra resulta discutible, y más en estos días, aunque por circunstancias ajenas a Ponnelle. James Levine, con una dirección plana y sin contrastes, no consiguió sobrepasar la mediocridad a la que tenía acostumbrado al público con las Bodas de Fígaro.
Sección sinfónica
La sección más sobresaliente de la presente edición del festival probablemente haya sido la sinfónica. La citada agrupación vienesa,las filarmónicas de Berlín e , Israel, las orquestas de Filadelfia y de Cámara de Europa, la Staatskapelle de Dresde y la Sinfónica de la ORF han alcanzado cotas ejemplares de la mano de Giulini, Karajan, Abbado, Tate, Bernstein, Mehta o Muti. Si admirable ha sido el paso de estos últimos por Salzburgo, y muy especialmente en su primer concierto, los mayores triunfos han correspondido a Bernstein y Karajan. El primero abrió con el Concierto para clarinete, de Mozart, del que fue espléndido solista el primer clarín de la filarmónica, para recrear con una profunda y sentida Quinta de Mahler que conmocionó al auditorio.Si esto lo consiguió el americano, Karajan logró algo más: levantar de sus asientos al público con una Sinfonía fantástica como sólo se escucha una vez y en donde la juventud de espíritu se impuso a la decadencia física. Pero difícilmente podrían olvidarse otras jornadas como Cuadros de una exposición o la Novena beethoveniana de Abbado.
Babelia
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