El camino de la convivencia
El modo como se acabe con la violencia y el terrorismo en Euskadi condicionará en buena medida el futuro de la sociedad vasca; de ahí que debamos aplaudir todos los intentos de diálogo y negociación que lleven a que ETA acabe abandonando el terrorismo y aceptando la convivencia democrática.Si el fin de ETA se debiera a la mera acción policial, a la de grupos parapoliciales o de extrema derecha o a una especie de terrorismo de Estado, tendría como resultado no sólo, según los casos, de ningún modo equiparables, un fortalecimiento del aspecto más coercitivo del Estado entre los ciudadanos con la puesta en marcha de grupos que luego pudieran ser empleados contra otros colectivos sociales no precisamente violentos, sino también que en Euskadi quedaran grupos sociales automarginados de la sociedad democrática. Colectivos que no quemarían coches franceses por el solo hecho de serlo ni pondrían bombas en supermercados o asesinarían a ciudadanos no por lo que han hecho o dicho, o incluso pensado, sino por algo aún infinitamente más cruel: porque ello crea problemas al Gobierno; pero no lo harían por estar convencidos de que cualquiera de estas acciones es intrínsecamente una canallada fascista, sino que se reprimirían por miedo a ser detenidos por la policía por comportamiento anticívico.
Ante los enormes retos que tiene que afrontar la sociedad vasca, que todavía no ha alcanzado la plena convivencia democrática, que experimenta el mayor paro juvenil de Europa, convertida en una zona de declive industrial, pero a la vez deseosa de recuperar su lengua nacional, de desarrollar su cultura al tiempo que pone en marcha el autogobierno, hace falta el esfuerzo de todos los sectores sociales. Pero además esos sectores automarginados serían el caldo de cultivo para la violencia en nuevas situaciones conflictivas. Recordemos que en otros países, por ejemplo en el Ulster, también el IRA ha sido un Guadiana que ha tenido años de sequía y casi de desaparición, pero los nuevos conflictos sociales en los primeros años sesenta, debidos al desarrollo industrial -algo que los nacionalistas irlandeses estaban muy lejos de prever-, hizo que tomaran viejas formas. Porque muchas, demasiadas veces, el fantasma de los muertos oprime el cerebro de los vivos (si se me permite citar a Marx).
La solución ideal, pues, es que los colectivos vascos que no aceptan la autonomía ni la democracia, poniendo mil reparos al Estatuto de Guernica y a la Constitución, algunos, por supuesto, justificados, pero que en el fondo nacen por un mero rechazo a la democracia y a lo que ello implica, acaten, respeten y acepten la democracia. Ello implica la renuncia de la idea de que en política todo vale (asesinar, secuestrar, poner bombas, quemar coches, etcétera), el empleo de los cauces democráticos (las instituciones representativas del pueblo) y el acatamiento de unas reglas del juego que se ha otorgado a sí misma la ciudadanía.
No parece sencilla esta evolución, máxime en un país donde la democracia tiene tan poco arraigo como en Euskadi (¿quién iba a pensar hace diez años que acabaríamos diciendo esto?) y donde a lo sumo se ha confundido democracia con reuniones campestres bajo un árbol, por cierto bellotero.
En cualquier caso, teniendo en cuenta que en el complejo mundo de los sectores que rechazan la democracia en Euskadi se sabe lo que fue primero, si el huevo o la gallina; pues el huevo de ETA Militar fue lo que dio origen a la gallina batasunera, y constatando que la gallina no ha sido capaz de imponer ninguna evolución positiva al huevo, en ese círculo vicioso ETA Militar parece ser el elemento que puede evolucionar, no sin problemas y resistencias. Desde luego, no HB, partido que no ha hecho ningún congreso ni tiene intención, que sigue como el primer día, teniendo como rasgos característicos de su acción política el aplauso y la justificación de lo que hace ETA y ofreciendo como salida al problema vasco una vía que es la absoluta negación de la democracia: que ETA, como representante del pueblo vasco, negocie con el Ejército español como representante del pueblo español. No suele ser el capitalista quien suele criticar al matador ni la claque al actor.
La evolución podría venir menos difícilmente por ETA Militar. Y el sentido de la negociación del Gobierno con ETA no podría ser otro que tender un puente a fin de que esta organización acabe acatando la democracia.
En contra de lo que decía Arzalluz hace exactamente un año ("ETA está dispuesta a negociar y el Gobierno central no"), creo que esta negociación es más fácil de ser asumida por el Gobierno, el PSOE, la policía, el Ejército y la Administración, en fin, eso que en mi pueblo se llama Madrid, que por parte de ETA. "Madrid" negoció con los poli-milis en una situación más difícil. En cambio, ETA Militar tendría que dar un salto mortal sin red y aceptar un montón de cosas, que otros vascos y no vascos las hemos ido aceptado en un suave deslizamiento, casi como una mera madurez biológica:
1º No hay una nación vasca ni un Pueblo Trabajador Vasco (PTV), ni un Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) distinto de ese colectivo de gente que vive en Euskadi y expresa su voluntad política en las urnas.
2º No se puede decir que se está en favor del pueblo vasco, de la democracia, del autogobierno y de la autodeterminación y a la vez despreciar la voluntad concreta libremente expresada de este pueblo, en concreto, el Estatuto de Guernica.
3 º El pueblo vasco no tiene otros representantes que los que ha elegido democráticamente: Parlamentos y Gobiernos.
En fin, obviedades, pero que no lo eran tales hace diez años ni para todos los nacionalistas ni para todos los izquierdistas.
La aceptación de estas obviedades se ve dificultada porque lo característico de ETA Militar y HB es que ha nacido y engordado funcionando como un frente de rechazo, condenando cualquier posibilismo que nacía precisamente del acatamiento de estas obviedades. Y cuando incluso los que ahora la Prensa presenta como los posibles negociadores y líderes de ETA Militar son los mismos que rechazaron la negociación cuando ésta era posible, en 1977, y fue llevada a cabo por ETApm, para crear primero los bereziak y luego entrar en ETA Militar.
A favor de la negociación existe el hecho de que ese camino de lo que hasta ahora han llamado reformismo y claudicación ha sido hollado por otros muchos de planteamientos no menos radicales en su día, y segundo, que si a los mitineros y a los curas (o ex curas, que no es mejor) les caracteriza el dogmatismo y la insensatez, entre los militares siempre prima el posibilismo. El comentario más oído en verano de 1977 en los medios de ETA, cuando salí de la cárcel, era: "Bueno, resulta que llega la democracia y la autonomía cuando más comandos y más apoyo tenemos. ¿Qué podernos hacer? ¿Cómo podemos licenciarlos? Cualquier persona nos pondría en funcionamiento para intentar sacar algo".
Si ahora el recuento de comandos no es tan optimista y saben que dentro de dos años será todavía más pesimista, se pueden sentir capaces de negociar con la misma indiferencia hacia los problemas políticos e ideológicos que mostraban el verano de 1977.
Pero con este final feliz parece imprescindible una actitud clara de los partidos políticos, de la Administración y de todos los ciudadanos demócratas. En primer lugar, el abandono de soluciones represivas. Pero no me parece menos peligrosa la actitud de líderes políticos y alguna prensa cuando han apoyado una negociación con ETA para tratar temas políticos que sólo a las instituciones democráticas corresponde resolver (Navarra, etcétera).
El mayor obstáculo para que ETA evolucione hacia el acatamiento a la democracia es la actitud de los que no descartan firmemente la negociación de estos temas políticos.
Es más, mientras quede algún partido político (descartando HB, desde luego), algún cura o algún periódico que hable de la posibilidad de negociar temas políticos con ETA, ningún líder de esta organización tendrá valor de: proponer el diálogo con el Gobierno, y si lo hace, será tildado por sus colegas de ser menos nacionalista y menos izquierdista que el citado periódico o líder político.
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