_
_
_
_

Ser cura, enamorarse y casarse

Los sacerdotes secularizados se reúnen en las cercanías de Roma para analizar su situación

Francesc Valls

Casi todos se secularizaron por querer vivir con una mujer. Algunos cuentan con dispensa vaticana. Otros han prescindido de ella. Pero existe el denominador común de haber sido ordenados sacerdotes y haber vivido períodos de dudas y vacilaciones antes de tornar la decisión final. Todos son creyentes y se consideran hijos legítimos del Concilio Vaticano II. Durante esta semana han puesto en común sus experiencias: el descubrimiento de la mujer, su inserción en la sociedad y en la comunidad eclesiástica. En Ariccia (Roma), a unos 15 kilómetros de la residencia de Castelgandolfo, donde los papas suelen pasar sus vacaciones, los curas casados han celebrado su tercer congreso internacional.

Más información
Dispensa o nulidad

Carmen Trueba y Guillermo Lanseros se casaron civilmente hace siete años, pero se conocen desde hace más de 20. "Mi proceso fue tranquilo", explica Guillermo Lanseros, licenciado en Teología por la universidad pontificia de Comillas y ex párroco de Villalón, en la provincia de Valladolid. Él le expuso sus problemas al obispo y éste le facilitó ir a Lyón, donde entró en contacto con la comunidad de sacerdotes obreros. "Luego me trasladé a Cataluña y tras dos años de reflexión comencé a estudiar Magisterio, una decisión para encaminar mi vida civil en una dificil circunstancia que más que depresión me producía vértigo".

La úlcera que sanó

Carmen y Guillermo viven ahora en Santander, donde ejercen como profesores de EGB en un centro público. El sacerdote afirma que en una primera fase vivió una etapa un poco vergonzante, pero luego, en contacto con miembros del Movimiento pro Celibato Opcional (Moceop), se sobrepuso. "Mi cambio de vida fue tal que incluso llegué a curarme de una úlcera de duodeno que sufría", añade. El matrimonio se conoció realizando labores de catequesis. "Cuando Guillermo decidió secularizarse, yo le di mi apoyo y le dije que, saliera por donde saliera, podía contar conmigo", agrega su esposa. Guillermo Lanseros destaca el comportamiento de su obispo, Delicado Baeza, a quien le gustaría tener la oportunidad de saludar.

Obispo era también Ángel Suquía, en Santiago de Compostela, cuando en 1976 el sacerdote Angel Álvarez Casal solicitó secularizarse. "El actual cardenal de Madrid me remitió al entonces vicario y ahora obispo José Diéguez de Reboredo, que la tramitó sin ningún tipo de problema", explica. Ángel Álvarez, que ahora es responsable, junto a su esposa, Ana María Serto Álvarez, de los cursillos de cristiandad de Santiago de Compostela, es en la actualidad administrativo y teniente de alcalde independiente de Dena (Pontevedra), donde nació. "Después de contraer matrimonio, del que tengo tres hijos, nos fuimos a vivir a Buenos Aires", afirma. A los tres años volvieron a su pueblo natal, donde los comentarios sobre su situación ya habían acabado.

Al contrario que Ángel Álvarez, Andrés Muñoz de Miguel no pidió dispensa. En 1979 dejó el ejercicio y se casó en 1981. "Cuando me planteé secularizarme, soñaba por las noches con la parroquia: unas veces la veía llena y otras veces vacía, tenía pesadillas", dice. "Las esposas hemos tenido que desmontarles a los curas su cerebralismo", explica Teresa García Cortés, compañera de Andrés Muñoz. Ambos mantuvieron correspondencia durante 10 años. Él no dejaba traslucir sus sentimientos. "Un día le llamé telefónicamente y le dije: ¿tanto te cuesta decirme que me quieres?", explica su esposa. Ahora ambos trabajan en una comunidad de base de Usera, en Madrid, a la búsqueda de una nueva vía de ejercicio sacerdotal, manifiestan ambos. Como otros sacerdotes sin dispensa, Andrés Muñoz se casó civilmente.

Quizá uno de los que más tardó en casarse después de su secularización fue José Antonio Carmona, profesor de Teología, Ética y Teodicea en el seminario de Cádiz. "De pequeño, por las noches pensaba que llegaría a ser catedrático de Teología y a menudo me quedaba llorando", afirma. Sin embargo, cuando acabó la licenciatura, su sueño no se cumplió, ya que fue enviado de coadjutor a una parroquia de un pueblo de Cádiz. "Mi secularización fue fruto de un choque contra la estructura no sólo por el tema del celibato, sino por el de la obediencia". Trasladado al seminario, José Antonio Carmona vio cumplidos parcialmente sus deseos. Pero sus dudas comenzaron. Primero se negó a impartir el sacramento de la extremaunción y posteriormente decidió abandonar.

"Me secularicé en 1973 y me casé a finales de 1974 con Paquita Vallejo; ambos somos andaluces y vivimos en Badalona", dice. Los dos trabajan en una carnicería de su propiedad y su hijo, de 11 años, será bautizado en los próximos meses, "porque ahora tiene cierta edad y así lo quiere", añade José Antonio Carmona.

Este profesor de Teología, que no ha abandonado nunca el estudio, reconoce que el matrimonio le ha beneficiado: "He pasado de entender la sexualidad como una carga de conciencia a vivirla como una plenitud; me había convertido en un ser tan absolutamente racional que llegué a anular mis emociones".

"El padre del bidón"

Muy distinta fue la vía secularizadora de Julio Pérez Pinillos, conocido en la fábrica madrileña en la que aún trabaja como "el padre del bidón", porque siempre se subía a uno para dirigirse a los trabajadores en las asambleas. Pérez Pinillos está casado con Emilia Robles y viven en el barrio de Vallecas. no pidió la secularización porque considera que la Iglesia sobrevalora el celibato por encima del matrimonio. Hasta 1975, fue consiliario de la Juventud Obrera Católica de la zona Centro. Provenía de un ambiente rural -Espinosa de Cerrato (Palencia)- y, tal y como él mismo relata, se integró en la realidad obrera, de donde arrancó su secularización. "Pasé por Madrid, donde debía quedarme un tiempo antes de partir hacia África como misionero, pero en Madrid me quedé", explica. Ordenado en 1964, Pérez Pinillos inició su actividad laboral como repartidor de productos de farmacia, luego ingresó en la empresa en la que aún trabaja, donde tuvo que ocultar que era cura. En las asambleas y en su actividads sindical clandestina, conoció a su esposa: "Mis compañeros de trabajo y los sacerdotes de mi comunidad fueron quienes primero se dieron cuenta de que nos habíamos enamorado", recuerda. Después de pasar unos meses en la cárcel de Carabanchel -debido al contenido de un boletín de la JOC-, se planteó el matrimonio, que se celebró en 1977, en una ceremonia religiosa no presidida por ningún cura.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_