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Entrevista:

Woody y su doble

El cineasta norteamericano afirma que su gran esperanza es morir durmiendo

Woody Allen, director y actor cinematográfico norteamericano, presentó en el festival de Cannes de mayo pasado su última película, Radio Days, de próximo estreno en nuestro país, en la que da una visión nostálgica de un tiempo en que la radio era lo que la televisión es hoy día. Actualmente, Allen Stewart Konigsberg, auténtico nombre de Woody Allen, espera su primer hijo de su compañera, la actriz Mia Farrow, y termina una nueva película, todavía sin título, que se estrenará en diciembre en EE UU. A pesar de que sus filmes están plagados de referencias autobiográficas, se define como un hombre muy tímido al que le resulta difícil hablar de sí mismo. Le Nouvel Observateur entrevista al gran Allen a su paso por París. El director de Radio Days se prestó al juego de la verdad con Claude Weill.

Pregunta. Usted habla mucho de sí mismo en sus películas, pero lo hace muy poco en la vida real. En el fondo es usted un exhibicionista muy pudoroso.Respuesta. En escena es más fácil. Muchos actores no tienen problemas a la hora de actuar ante 10.000 persona, pero fuera de la escena son tan poco expresivos que resulta increíble. Es un poco mi caso. Yo me encuentro cómodo en escena o ante la cámara, pero en las reuniones mundanas soy torpe...

P. ¿Es usted tímido?

R. Sí, claro que soy tímido.

P. Cuando ha terminado una película, ¿qué es lo más importante para usted: la opinión del público, la opinión de la crítica o su propia opinión?

R. Mi opinión, por supuesto. Si a la gente le gusta mi película, pero a mí me avergüenza, siento que es una película que carece de valor. Lo importante es que me guste a mí. Si me gusta, quiero que también les guste a los otros; pero si no ocurre así, ¡qué le vamos a hacer!... Sin embargo, si a mí no me gusta, me importa muy poco la opinión de los demás, eso no impide que me deprima.

P. ¿Le ha ocurrido eso?

R. Claro que sí, muchas de mis películas me han decepcionado.

P. ¿Por ejemplo?

R. Podría citar algunas, por ejemplo, Manhattan. Hay una gran diferencia entre el proyecto inicial y el resultado. Por suerte para mí, el público no conoce la idea inicial y, por tanto, la película ha gustado mucho.

P. "El éxito es un equívoco", decía Cocteau...

R. Estoy completamente de acuerdo con eso. Es algo que ocurre con frecuencia. Hago cualquier cosa y pienso: "Vaya..., esto es un fracaso". Y después resulta que el público descubre en esa película algo que le gusta, aunque yo no sepa qué es... En resumen, el público la adopta, pero yo continúo decepcionado porque sé que he fracasado.

Mejor en Europa

P. Usted dice con frecuencia que el público europeo comprende mejor sus películas que el público americano.

R. Ya me he dado cuenta de ello. Pienso que es debido a que mis películas a menudo se acercan a la tradición europea. Todas las películas que he hecho durante los 10 últimos años han funcionado mejor en Europa.

P. Sin embargo, el humor, los personajes, los recuerdos, la lengua e incluso la música son típicamente americanas. ¿Cómo se puede explicar ese impacto entre nosotros?

R. Pienso que se pone en juego algo universal. Tanto franceses como alemanes, por ejemplo, pueden comprender las emociones que aparecen reflejadas en la película: el miedo a la muerte, a la enfermedad, a la vejez, a la incapacidad de enamorarse, en resumen, los problemas de la vida humana. Eso le ocurre a todo el mundo y ocurre en todos los países. Lo mismo me sucede a mí cuando veo una película japonesa o sueca y no conozco la cultura japonesa o sueca, o cuando veo una película de Fellini en la que habla de su infancia católica, algo que me es ajeno por completo; sin embargo, lo hacen de manera que todo el mundo pueda reconocerse en ellas.

P. ¿Cómo se definiría usted? ¿Como humanista, moralista o como director de comedia satírica?

R. Desde luego, no me veo como director de comedia satírica. Me gustan las historias relacionadas con el individuo. Lo que me interesa es la gente. Mis autores preferidos siempre han sido Ingmar Bergman, Chejov, es decir, aquellos que hacen películas o escriben obras centradas en el ser humano. Se trata de pequeñas historias psicológicas. A mí me interesa eso más que todos los westems, todas las películas de gánsteres o de fantasía científica.

P. Digamos que usted es un humanista que ama al individuo más que a la especie humana y desconfía de toda generalización sobre el mundo y la humanidad.

R. Es cierto; la humanidad no ha hecho hasta ahora un buen trabajo. ¡Haga el balance y dígame si no es sangrante!

P. ¿Se interesa usted por la política?

R. La política no me interesa como creador, es decir, no me interesa hacer una película sobre temas políticos o escribir sobre política, pero me interesa como ciudadano.

P. Usted ha prohibido la proyección de sus películas en África del Sur. ¿Por qué razón?

R. Quería mostrar lo que pensaba sobre la criminal y terrible situación que reina en ese país. En mi opinión, los americanos deberían cortar todo tipo de negocios con África del Sur mientras las cosas no cambien.

P. ¿Ha sufrido personalmente el antisemitismo?

R. No. No lo he sufrido personalmente. Si bien es cierto que en Estados Unidos el antisemitismo ha sido un fenómeno importante; yo he crecido en una época con un nivel bajo de antisemitismo. Por el contrario, el nivel de racismo en Estados Unidos continúa siendo elevado; pero ese es otro problema.

P. ¿Se siente usted profundamente judío?

R. No; eso no me dice absolutamente nada, como tampoco me dice nada ningún grupo religioso organizado. Ser judío, católico o protestante..., se trata de conceptos completamente artificiales.

P. La nostalgia es un elemento importante en sus películas. ¿No cree usted que la nostalgia es un rasgo típicamente judío en una sociedad americana que se considera positivista y volcada hacia el futuro?

R. No; yo no creo que la nostalgia sea un fenómeno judío, en absoluto. La considero algo universal. Cada uno de nosotros, a medida que envejece, acumula recuerdos agradables y desagradables; piense, por ejemplo, en una película como Amarcord, de Fellini, con una ambientación completamente católica y que, sin embargo, es una película nostálgica sobre la infancia.

P. En alguna ocasión, cuando usted habla solo, ¿se llama a sí mismo Konigsberg?

R. Verá... Cuando tenía 16 o 17 años, es decir, muy joven todavía, me publicaron algo. Yo no quería ir a la escuela y que los compañeros dijeran: "Mira, mira lo que ha escrito ése...". Así que cambié de nombre. Quizá no lo haría si tuviera que repetirlo ahora.

P. Su nombre es Allen, pero ¿por qué Woody?

R. Fue una elección casual. Quería un nombre que no fuese conocido.

Familia numerosa

P. ¿Considera que la vida familiar es importante?

R. Sí. Yo he crecido en una familia numerosa y creo que es importante.

P. Además, vive en una familia numerosa.

R. No, yo vivo solo. Pero estoy ligado a una familia numerosa (*).

P. Y trabaja en familia. Le gusta trabajar con los mismos actores y los mismos técnicos.

R. Eso es cierto. Se trata de algo importante para mí. Como trabajo con las mismas personas año tras año, ya sé lo que les gusta y lo que no les gusta. Ellos saben lo que a mí me gusta. Es más agradable y más rápido.

P. ¿Viven todavía sus padres?

R. Sí.

P. ¿Su padre era realmente taxista, como en Radio Days?

R. Sí.

Woody y su doble

P. ¿Se avergonzaba un poco de su profesión?R. Digamos que se sentía insatisfecho. Mi padre ha sido taxista, ha tenido una academia de billar, ha sido corredor de apuestas, barman y camarero en un café. También ha vendido joyas, pero no en una joyería. Ha tenido durante años todo tipo de oficios.

P. ¿Era una persona divertida?

R. Es una persona simpática, pero no divertida. Mis padres no son divertidos, son personas amables, pero no divertidas.

P. ¿Quiere decir que no es hereditario?

R. No.

Leer por las chicas

P. ¿Cómo era usted de niño? Uno se le imagina soñador y caprichoso.

R. Oh, no, era un niño muy normal, pero no era un buen alumno. Sólo me interesaba el fútbol, ir al cine, escuchar la radio...

P. ¿Leía entonces?

R. ¡Qué va! En absoluto.

P. ¿Cuándo empezó a leer?

R. Comencé a leer a los 17 años, cuando empecé a salir con chicas. Yo era un inculto y no podía mantener una conversación con ellas. Eran mujeres seductoras, inteligentes, que leían mucho y yo no las podía seguir. Esa fue la única razón por la que empecé a leer, a pesar de que la lectura no me interesaba en absoluto. Compréndalo, mi familia no era culta. Mis padres nunca me llevaron al teatro, ni a los museos. Ni una sola vez. Jamás he visto a mi padre o a mi madre con un libro en la mano.

P. ¿Qué novelas o qué autores han infludo en usted como adolescente?

R. Cuando empecé a leer me gustó inmediatamente Kafka. Más tarde me han gustado Faulkner y Saul Bellow, aparte, claro está, de los escritores rusos: Tolstoi, Dostoievski y, sobre todo, Chejov. Después me apasioné por dramaturgos tales como lbsen, Strindberg, Tennessee Williams.

P. En el cine, sin embargo, es Bergman quien más ha influido en usted.

R. Ah, sí. ¡Es el más grande!

P. Curiosamente, usted nunca menciona a los grandes de la comedia americana, tales como Lubitsch, Capra...

R. Es cierto, no lo hago y, sin embargo, me gusta Lubitsch. Pero yo no sitúo a los cineastas americanos a la altura de los europeos, si exceptuamos a Orson Welles. Cuando era pequeño, claro está, me encantaban los westerns, la historias de gánsteres, etcétera. Cuando llegué a la adolescencia me di cuenta de que los europeos hacían películas tales como Ladrón de bicicletas, Sciuscia, La gran ilusión. Fue toda una revelación para mí. La primera vez que vi una película de Bergman, Noche de circo, me quedé muy impresionado.

P. Sin embargo, en sus películas no se percibe ese sentido del pecado, que es un elemento tan importante en Bergman.

R. Tengo el sentido de la culpabilidad, eso es seguro. Hay muchas cosas que provocan en mí un sentimiento de culpabilidad.

P. ¿Qué es algo imperdonable para usted?

R. Bueno..., como decía Tennessee Williams, la crueldad deliberada. Ese sería el pecado imperdonable.

P. ¿Sigue analizándose?

R. No. No lo hago desde hace años. Además, esto nunca ha ocupado un lugar preponderante en mi vida.

P. ¿Entonces, todo eso que ha contado sobre sus complicadas relaciones con los psicoanalistas?

R. Son bromas.

P. ¿Sólo bromas?

R. Sí, sí. La gente siempre toma mis bromas muy en serio, y he gastado tantas... Hay temas como ese, por ejemplo, que son minas inagotables.

P. El psicoanalista, el marxismo, la vida en familia...

R. Sí, claro, yo siempre he hecho reír con las cosas que me divierten.

P. Quisiera hacerle una serie de preguntas muy breves en forma de test. ¿La mejor novela que ha leído?

R. Padres e hijos, de Turguenlev.

P. ¿La mejor película"

R. Personalmente, creo que El séptimo sello, de Ingmar Bergman.... y seguramente pondría a su altura La gran ilusión y, Ladrón de bicicletas.

Un gánster americano

P. ¿A qué personaje le hubiera gustado interpretar?

R. Me hubiera encantado hacer el papel de gánster americano.

P. ¿Del tipo James Cagney?

R. Sí, un gánster americano. Durante los años treinta y cuarenta, en Estados Unidos, en los barrios de la confección proliferaban los chantajistas judíos. En alguna ocasión he soñado con hacer una película en la que yo tendría el papel de un personaje similar, pero en plan serio. Luego pensé que el público se reiría al verme en semejante papel ... ¡Una pena! Podría haber sido divertido.

P. ¿La mujer más hermosa?

R. Bueno... Puedo acarrearme problemas... Bien, digamos que la mujer más hermosa que he visto ha sido probablemente Ava Gardner.

P. ¿Sigue usted tocando el clarinete?

R. Claro que sí.

P. ¿En un cabaré de Nueva York con una pequeña orquesta de jazz?

R. Exactamente. Lo hago por placer. No soy muy bueno, pero me lo tomo muy en serio.

P. ¿Su gran esperanza?

R. Morir durmiendo. (Risa.)

P. ¿Su gran temor?

R. Que alguien me diga mañana que tengo un cáncer cerebral. Siempre he tenido miedo de pescar una enfermedad terrible.

P. ¿El mayor error que haya cometido?

R. Creo que, aparte de no haber nacido en una buena familia, quizá el hecho de no haber escojido otra profesión cuando tuve la oportunidad. Debería haberme dedicado a una actividad más física.

P. ¿El éxito del que se siente más orgulloso?

R. La rosa púrpura de El Cairo.

P. ¿Su secreta ambición?

R. Me encantaría hacer una gran película. Bueno, hubiese preferido poder hacer varias, pero como estoy envejeciendo, me conformaría con una. Una película tan importante como La gran ilusión, Ladrón de bicicletas o Ciudadano Kane. Una película que sirviera de referencia cuando se habla de películas de ese calibre.

P. ¿Considera que no ha hecho ninguna por el momento?

R. No, claro que no.

P. ¿Tiene alguna extraña manía?

R. ¿Alguna extraña manía? Bien, digamos que cuando me quito los zapatos y voy descalzo tengo que caminar de puntillas, no me gusta andar con todo el pie sobre el suelo.

* Mia Farrow, su compañera, y sus numerosos niños.

El miedo a los 50 años

Pregunta. Tengo entendido que acaba de terminar el rodaje de una película...Respuesta. Sí.

P. Con Dianne Wiest y Mía Farrow.

R. Entre otros.

P. ¿Puede hablar de la película? ¿De qué trata?

R. Puedo contarle tan sólo que todavía no tenemos el título y que se estrenará en Estados Unidos en diciembre. No tengo ningún papel en ella y se trata de un filme dramático, íntimo, psicológico, con sólo seis personajes. Espero que guste.

P. ¿Está en la línea de Interiores?

R. Sí, en esa línea, pero confío en que haya progresado desde entonces.

P. ¿Y sus proyectos?

R. Pienso rodar un filme dramático en el que no participaré como actor. Desconozco el reparto porque Mía está embarazada y no sé si podrá actuar.

P. Se trata de su primer hijo...

R. Sí, es mi primer hijo.

P. ¿Es un acontecimiento importante para usted?

R. Sí, claro, es interesante. Por el momento es un tanto irreal, porque es algo que no existe. Mia -dibuja con los brazos una mujer embarazada- todavía no está así, está normal, pero quizá cuando llegue el momento haré todo un mundo y empezaré a dramatizar.

P. ¿Cree que el 1 de diciembre será una fecha memorable?

R. No sé cómo será para los demás, pero desde luego para mí será una fecha muy importante.

P. ¿Celebra usted su cumpleaños?

R. Ese tipo de cosas me dejan completamente indiferente, En realidad, cuando uno llega a los 50 años, como en mi caso, el asunto es un poco angustioso.

P. ¿Ha sido duro cumplir los 50 años?

R. Si, ha sido duro. Me habían dicho: "Te impresionará cumplir 30 años". No me impresionó en absoluto. Despuéa me dijeron: "Cuando cumplas los 40, ya verás...". Y nada Pero cumplir los 50 sí que me afectó.

P. ¿Qué inscripción pondría en su tumba?

R. En mi tumba pondría: "No merecía terminar así".

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