Dentro y fuera del cuartel
Uno ya no se sorprende de pensamientos como el del caballero legionario paracaidista Julio Bruno, expresado en su carta Novatadas del pasado sábado 18 de julio: "El Ejército no cambia a las personas, no las hace peores". Pero no por ello va a dejar de intentar rebatirlos.En su misma carta encuentro las bases para mi propósito. Divide el señor J. B. el mundo en dos partes, dentro y fuera, separadas por las puertas del cuartel. Indica así que la vida militar y la vida civil se rigen por leyes distintas, y, lo que es más evidente, los modos de vida son distintos. Todo cambio de leyes lleva consigo un cambio en la personalidad y comportamiento de las personas. Este cambio se manifiesta también al traspasar las puertas del cuartel, y es más violento en cuanto los mozos van a la mili a una edad en la que su personalidad está, en la mayoría de los casos, formándose.
Fuera se puede escoger un camino u otro del laberinto para llegar a la felicidad, y excepcionalmente llega a encontrarse. Uno puede ser albañil, médico, chulo, ministro, militar o vagabundo (incluso los hay que viven de rentas); tiene cierto poder sobre su vida. Puede razonarla.
Dentro, el camino es sólo uno, la patria, la palabra más abstracta y que más muertes ha causado. Incluso la vida es aquí poco importante, y la felicidad, tabú. Se puede alegar en cuanto a esto que los soldados están entrenados para soportar la guerra y que sus mandos lo intentan todo para evitar pérdida de vidas, pero su objetivo es claro: matar al enemigo (la mayoría de las veces, para no ser muerto por él); o que los militares son tan felices como los civiles y que éstos eligen ser militares.
De la mili no voy a salir (si salgo) peor, pero no va a mejorar en nada mi concepto del hombre, y sólo me hará más insensible a su dolor.-