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"Padres" de la Constitución

Los ponentes evocan, 10 años después, el alumbramiento de la ley fundamental española

De los siete, sólo uno, Miquel Roca, permanece en primera línea de la política. Fraga y Peces-Barba han pasado voluntariamente a un segundo plano, y otros, como Miguel Herrero, se encuentran en un compás de espera. Solé Tura, Cisneros y Pérez-Llorca están dedicados hoy día a sus profesiones respectivas. Los siete son los padres de la Constitución. A 10 años vista de la formación de la ponencia parlamentaria encargada de redactar el proyecto constitucional, todos guardan un buen recuerdo y una buena amistad de aquellos días en los que discutían el nuevo orden de España.

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En el discurso de apertura de la primera legislatura de las Cortes de la Monarquía, el 23 de julio de 1977, don Juan Carlos se presentó, ante diputados y senadores allí congregados, como un "monarca constitucional", y les solicitó que urgiesen la redacción de una Carta Magna que diera cabida "a todas las peculiaridades de nuestro pueblo" y que reconociera "la diversa realidad de nuestras comunidades regionales".Todos los líderes políticos se opusieron a la primera idea del Gobierno de crear una ponencia con tres miembros de UCD y dos del PSOE (que iban a ser el propio Peces-Barba y el vicesecretario general del partido, Alfonso Guerra). Carrillo, en una conversación-discusión que mantuvo por aquellas fechas con miembros de UCD, Calvo Sotelo y Abril Martorell entre otros, insistió en que nacionalistas vascos y aliancistas intervinieran en la ponencia. Los primeros, porque era impensable que en Euskadi la Constitución fuese aceptada, y los segundos, porque, en opinión del líder comunista, había que evitar un reagrupamiento en torno a Fraga de la derecha más extrema. Miguel Herrero afirma que aún hoy siente la ausencia de la ponencia de un representante de aquel PNV.

De este modo, y tras árduas negociaciones, el primero de agosto se conformó la ponencia parlamentaria para redactar la Constitución con Manuel Fraga (AP), Gabriel Cisneros (UCD), Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (UCD), José Pedro Pérez-Llorca (UCD), Miquel Roca (Minoría Vasco-catalana), Gregorio Peces-Barba (PSOE) y Jordi Solé Tura (PCE).

El único partido que quedó fuera de esta comisión fue el Partido Socialista Popular (PSP), liderado por el profesor Enrique Tierno Galván; esta formación política estaba incluida entonces en el Grupo Mixto. El PSOE no tenía ningún interés en potenciar un partido socialista alternativo y vetó la presencia en la ponencia de representantes del PSP.

Los trabajos de la ponencia se iniciaron el 22 de agosto de 1977 a la taurina hora de las cinco de la tarde. Pérez-Llorca recuerda que hacía un calor espantoso y que el lugar escogido -una pequeña sala de ponencias de la planta baja del Congreso- "no era especialmente solemne y digno, aunque, al ser un sitio pequeño, incitaba al diálogo y no al discurso".

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En aquel primer encuentro se decidió que la presidencia de la ponencia sería rotatoria, con la consiguiente decepción para el presidente de la Comisión Constitucional, Emilio Attard. También se pactó el secreto de lo tratado en las sesiones -lo que después se dio en llamar confidencialidad patriótica- para huir de una imagen de división entre los ponentes, justo en la fase inicial del consenso.

Fue el ex presidente de AP quien pronto inició la buena costumbre de buscar momentos de mayor distensión entre los ponentes y convocó la primera cena, con su inevitable queimada, que se repetiría en seis ocasiones. Por su parte, Cisneros y Solé Tura tenían por costumbre, para relajarse al salir de las reuniones, acudir a las sesiones de cine que, en el hotel Palace, se ofrecían en versión original. En las conversaciones de los descansos entre sesión y sesión era inevitable que saliera a relucir el madridismo de Peces-Barba frente a las apasionadas defensas del FC Barcelona de los ponentes de periferia. Por su parte, Miguel Herrero deleitaba -y en ocasiones exasperaba- con su erudición jurídica a los componentes de la mesa.

Los tres ponentes de UCD eran los más lentos a la hora de tomar decisiones, al depender directamente de la opinión de los miembros del Ejecutivo presidido por Adolfo Suárez, lo que causaba cierta crispación entre algunos miembros de la ponencia. Por su parte, Roca, Solé Tura y, sobre todo Fraga, disfrutaban de una mayor autonomía, y Peces-Barba tenía la obligación de consultar con la ejecutiva y un grupo de asesores del PSOE los temas más comprometidos.

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