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Antifranquismo

El ministro del Interior se burla de los "héroes luchadores antifranquistas": les descalifica para el presente. Es una burla que amarga y que no corresponde a la realidad. El antifranquismo tuvo sus héroes, si se admite el significado común de la palabra: gentes que se jugaron la vida -y algunos la perdieron, otros pasaron parte de ella en la cárcel o en el exilio difícil- por combatir un régimen dictatorial. Hubo antifranquistas con comportamientos más moderados; los hubo que aprovecharon todos los resquicios para difundir su ideología o los que no tuvieron ocasión más que de resistirse al régimen; sobreviven. El antifranquismo fue, y puede seguir siendo, una manera de negar la dictadura y de propiciar la democracia. El régimen de Franco había caído ya antes de la muerte de quien le dio su nombre gracias a los antifranquistas: no pudo reencarnarse en otro espadón o en ningún civil disponible por la existencia del antifranquismo.Hoy existe todavía un franquismo -de la especie que en historia se llama sebastianismo- que pretende la reencarnación: la restauración de unos ideales autocráticos y representativos de la antigua tensión que puso en marcha Franco. No es sólo golpista: es entrista, como decía la antigua jerga, y prefiere fórmar parte de las instituciones legales o de los grupos de presión para actuar desde dentro. No es ilógico que en la oposición a ese sentido exista también un antifranquismo, aunque sea mudo y tranquilo. Los sucesos del 23 de febrero y las manifestaciones en las calles dejaron claro que puede dejar de ser mudo cuando la situación le reclama. Las sucesivas votaciones en España han tendido siempre a la misma solución democrática: desde la primera fueron antifranquistas.

Algunas de estas votaciones han favorecido al partido del ministro del Interior. De sobra sabe ese partido que no tiene afiliados suficientes, y menos en el momento de las elecciones, como para dar un vuelco electoral, y que el atractivo de sus grandes figuras reposa sobre la tierra fértil del antifranquismo; y no sólo sus figuras, sino un pasado mucho más antiguo, el de sus 100 años de luchas sociales -y de heroísmo- le procuraron un voto suficiente para que gobernara. Representaban entonces lo mismo que el antifranquismo, en una visión muy global: la creación de un bloque sólido de posibilidades institucionales ante un golpe de Estado o ante una involución. Y una voluntad de cambio. Los antifranquistas abandonaron su definición negativa para buscar otra con carácter positivo. No todos se inclinaron hacia el partido socialista; en el momento de la libertad del pacto tácito común algunos se fueron a la derecha, otros renunciaron al partido comunista, una gran cantidad buscó en el centro un posibilismo que les parecía al principio que sólo podía estar ahí. Pero llegaron a cuajar en una mayoría a favor del partido socialista porque entendieron que les representaba mejor.

Muchos de los antifranquistas se retiraron de la actividad política de cualquier especie. Habían entendido que su problema político estaba solamente en el régimen anterior y en la necesidad de que desapareciese para'poder ejercer sus actividades en libertad. Otros fueron retirados, por razones generacionales o porque quizá exigían que el cambio fuera más allá. Pocos han pasado factura de su pasado, o han esgrimido sus mutilaciones de ex combatientes y de ex cautivos, o de militantes del antifranquismo global, para ocupar los nuevos cargos disponibles, que el partido socialista cubría, como es costumbre en España, con sus fieles, y con los menos discutidores de entre ellos. Si estos antifranquistas hubieran intentado su participación en el cambio, probablemente habrían sido ahuyentados por el ministro del Interior, a juzgar por sus declaraciones, o por algunos otros ministros.

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Si aún manifiestan pénsamientos que les parecen mis progresivos que los que se pueden desarrollar ahora desde el Gobierno son calificados de "grupos dogmáticos ariclados en el pasado". Si algunos crecn que José Barrionuevo no trabaja bien en el Ministerio del Interior son calificados como pasadistas, como residuos o como fósiles. No es de extrañar que estas gentes se encuentren z,sí en una posición muy parecida. a la que tuvieron con el franquismo. Este ministro estirna que los "medios públicos de información no deben facilitar la acción de los terroristas" y va a reunirse con los editores privados "para definir una estrategia común contra el terrorismo". Lo que cree parte de los medios de información es que Barrionuevo no dificulta suficientemente la acción de los terroristas. No es un pecado, no es un delito de leso ministro; porque los antifranquistas, de los que formó parte siempre su partido, entienden que unas personas puedan pedir la dimisión de un ministro y otras puedan defenderle y justificarle. Pero entienden muy poco que, después del cambio, después de su rriodesta aceptación de un sisterna que les excluye, después de sus votos, puedan ser burlados y acusados de pasadismo y de dogmatismo. Sin ellos, Barrionuevo no estaría en su ministerio ni Felipe González estaría en su presidencia. Es malo que lo olviden y que busquen su.s votos por otra parte: no los van a encontrar. La cantera es única.

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