Ratzinger y el rebelde Lefebvre se reúnen en un clima de misterio
Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el arzobispo rebelde Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad de San Pío X y suspendido a divinis por el papa Pablo VI, se reunieron ayer por la mañana en el Vaticano durante casi hora y media en un clima de misterio. Del encuentro, lo único que ha quedado claro es la voluntad de ambas partes de guardar un mutismo absoluto.
Lo único cierto y oficial ha sido un comunicado vaticano, que lleva la firma de katzinger y de Lefebvre, en el que se dice lacónicamente que el encuentro se ha desarrollado "en una atmósfera de diálogo abierto y sincero". Al mismo tiempo, ambas partes se han comprometido "a no emitir otros comunicados".
De hecho, cuando el habitualmente locuaz arzobispo tradicionalista salió del ex Santo Oficio, tras su coloquio con Ratzinger, se limitó a sonreír y a dar una especie de bendición a través de la ventanilla cerrada del coche, a modo de respuesta a las preguntas de los numerosos periodistas y fotógrafos que le esperaban.
La importancia del comunicado es evidente, ya que demuestra, en primer lugar, que no ha habido ruptura y que el careo ha dejado la puerta abierta al diálogo. Por otro lado, es importante el hecho de que por vez primera aparezca en un comunicado oficial del Vaticano la firma del arzobispo rebelde junto con la del gran inquisidor vaticano.
Ayuda o cisma
Uno de los sacerdotes que habían acompañado a Lefebvre confirmó que si antes de un año el Vaticano no concede algunos obispos a Lefebvre para que le ayuden en la Fraternidad de San Pío X, él mismo consagrará nuevos obispos, lo que significaría un cisma.El encuentro entre el cardenal Ratzinger y monseñor Lefebvre había sido negado por parte del Vaticano hasta minutos antes de que el arzobispo francés, vestido con sotana negra fileteada de rojo y pectoral arzobispal, entrase por el portón central del palacio del Santo Oficio en un viejo Peugeot 305, abollado y con herrumbre en algunos puntos de la carrocería, a tal velocidad que estuvo a punto de atropellar a algunos de los muchos fotógrafos y periodistas apostados allí desde las primeras horas de la mañana.
En realidad, el verdadero coche del arzobispo es un flamante Audi 200 metalizado, automático, con aire acondicionado, matrícula VS-2867 de Suiza. Este coche había quedado apostado en las cercanías.
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