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Envidiar a España

Ninguna crisis política o militar podrá modificar la costumbre pública más popular y la pasión mejor definida de los argentinos: el fútbol. Pero un nuevo deporte, esta vez de ámbito privado, cruza verticalmente, al igual que el fútbol, por todas las clases sociales: envidiar a España. El menú típico también se ha modificado. Ahora los argentinos se reúnen para el asado a la parrilla, la ensalada mixta, la ensalada de frutas, café y masoquismo. La zona del masoquismo es cubierta totalmente por la envidia de España, lo que permite una mínima cuota de optimismo. En las capas populares, el fondo musical de la reunión se concentra en el troesma Carlitos Gardel y algún rock nacional impuesto por los jóvenes. Ascendiendo en la escala social, la música de fondo es el Adagio de Albinoni, Mercedes Sosa y Paco Ibáñez.Durante todo el siglo XX, uno de los grandes orgullos fue haber inventado el dulce de leche. Una encuesta descubriría ahora que hubiéramos preferido el cantimpalo.

¡Si hubiéramos maniobrado la transición como ellos! Alfonsin es un Felipe González, pero, ¡ay!, el peronismo no tiene un Adolfo Suárez. Si hubiéramos estudiado mejor todo lo del tejerazo, habríamos prevenido la rebelión de los carapintada en Semana Santa, también encabezada por un teniente coronel, Aldo Rico. ¡Si en esos días de la rebelión militar hubiéramos tenido un monarca como don Juan Carlos! Pero el único rey posible, Diego Maradona, estaba, ¡ay!, jugando para el Nápoles en Italia.

Por supuesto que toda actuación masoquista desborda en alguna expresión de humor negro. La idea de una monarquía para Argentina es la parte divertida del humor negro: hay quienes se inclinan por una guerra civil y un millón de muertos, para alcanzar luego un destino luminoso.

Estamos en camino de ser la España del Cono Sur de América Latina. Para ello basta ver el impulso que Alfonsín está dando al turismo. Es cierto que por ahora el avance mayor en este terreno consiste en los centenares de miles de argentinos que ya no se van de vacaciones a Brasil por temor al SIDA y se inclinan por las playas argentinas. Pero estamos creando la infraestructura para atraer a millones de brasileños libres del SIDA que temen contaminarse en sus propias playas. Aun cuando no sepamos por ahora cómo verificar la enfermedad de los posibles turistas, la esperanza en la ciencia es enorme en un país que tiene tres premios Nobel en el campo de la medicina. También hay otros indicadores: producimos un cine que, se afirma, le gusta a Pilar Miró. Como España, estamos reconvirtiendo las industrias obsoletas, incluso la más obsoleta de todas: el Estado. Y también como España, estamos desarrollando la pesca de altura, aunque por ahora en manos de polacos, japoneses y soviéticos. Agreguemos aún que tenemos un conflicto con el Reino Unido y que nos entusiasma descubrir que, como España en el caso de Gibraltar, nos inclinamos ahora por la diplomacia ilustrada y la presión política para recuperar lo que nos fue robado. Como en la transición española, nos agobia el terrorismo de derechas: 40 atentados dinamiteros en los últimos 60 días sin que hasta ahora se haya podido desentrañar el proyecto final ni dibujar la estrategia coyuntural que anima al fascismo argentino. A la altura del tercer café y el segundo trozo de torta, los expertos indican que la falta de diarios democráticos y la poca esperanza de que alguno aparezca nos coloca en desventaja respecto de los españoles frente a la transición. Será por eso que circulan rumores de empresas periodísticas españolas que están por hacer algo en Buenos Aires. Es imposible que en el trayecto final del síndrome café-torta-masoquismo alguien no cite a alguien. El alguien argentino al alguien español. Hasta la derecha argentina es consciente de la carga de convicción automática que encierra una opinión española. El senador conservador por la provincia de Corrientes, Ricardo Leconte, recuerda al rey Juan Carlos al argumentar a favor de una amnistía de todos los militares involucrados en las torturas y asesinatos de la reciente dictadura. Dice Leconte: "El Rey de España, en abril de 1984, en una visita que hicimos con [el vicepresidente argentino] Víctor Martínez, [el senador peronista Eduardo] Menem y [el senador alfonsinista Ricardo] Laferriere nos dijo: 'Les recuerdo, con la experiencia de España, que para cuidar las instituciones hay que saber olvidar'. Sin duda, nos estaba dando un consejo con la experiencia de un millón de muertos en la guerra civil".

Es difícil saber si Leconte sacó de contexto la frase del Monarca español, pero no se puede negar que fue su mejor argumento, aunque olvidó señalar que don Juan Carlos habla de un país donde hubo una guerra (en Argentina no hubo guerra, sólo una masacre sin capacidad ni posibilidad de los masacrados de defenderse); que en Argentina, a diferencia de España, no hubo dos campos políticos, sólo el campo de los asesinos y el de los asesinados.

El senador alfonsinista Hipólito Solari Yrigoyen dedica gran parte de la última edición de su mensual La República al tema de la rebelión militar y a qué hacer con los rebeldes. Una descripción de la vida en prisión de Antonio Tejero Molina, Alfonso Armada Comyn, Luis Torres Rojas, Milans del Bosch, Diego Ibáñez Inglés, Pardo Zancada, es el complemento anecdótico elegido para el plato fuerte: expresiones de un dirigente español. Esta vez, del vicepresidente Alfonso Guerra en su reciente visita a Buenos Aires. El senador Solari Yrigoyen reproduce 1.264 palabras, de las cuales, a la hora del café con torta, los argentinos rescatan 122: "Queríamos asimismo mostrar de una manera clara esa solidaridad, esa confianza puesta en el futuro de Argentina, que se concreta con este acuerdo, mediante el cual Argentina puede utilizar un crédito por 130 millones de dólares destinado a la financiación en términos concesionarios de exportaciones españolas de bienes de equipo y la realización de proyectos por empresas españolas en Argentina. Pero nuestro esfuerzo no acaba ahí, ya que estamos procurando ante nuestros aliados europeos hacer oír la voz y los argumentos del pueblo argentino en referencia a problemas como los que han sucedido en estos días [la rebelión militar de Semana Santa], como el de la deuda externa y ante los conflictos que se presentan en la transición, una transición que nosotros también hemos pasado muy recientemente".

Transición es hoy la palabra mágica en Buenos Aires: los ideólogos de la izquierda hablan de la ingenunidad de la transición; la derecha dice que transición y amnistía son sinónimos; los columnistas políticos, de la confusión de la transición, los políticos alfonsinistas, de la inevitabilidad de la transición; los políticos peronistas, de la imposibilidad de la transición. Todos cuentan con una cita española

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Envidiar a España

Viene de la página anteriorpara avalar sus miedos, fantasías, esperanzas, fobias, obsesiones.

Pero, me cuesta, confesarlo, una de las personas que mayor éxito social ha tenido en el marco del deporte envidiar a España ha sido mi mujer, Risha. Pudo citar, primero en una comida privada con que el presidente Alfonsín nos despidió en su residencia, antes de un viaje, y luego en muchos otros encuentros, a una personalidad española cuya opinión sólo le había sido confiada a ella. En 1983-1984 vivíamos en el barrio de Chamberí, calle de José Abascal, 50, Madrid. En abril de 1984 decidimos regresar a Buenos Aires después de cinco años de exilio. Antes de partir, Risha hizo la ronda de los vendedores del barrio y del mercado vecino que tanto la habían ayudado a entender los productos españoles, a cómo utilizar el aceite de oliva, las proporciones del ajo, que a las chauchas se les llama judías, a las cerezas se las denomina picotas y la forma de freír los carabineros. La vendedora de artículos para el hogar, después de las felicitaciones y los abrazos, le dijo: "Señora, los españoles sabemos que la democracia no es fácil. Vosotros, no os apresuréis. No viene de golpe. Mucha paciencia. Hay cosas que a veces no gustan, pero hay que tener placiencia. Usted, señora, tranquila".

Claro está, el deporte enfrenta algunas veces saltos en el vacío. Nadie hasta ahora ha podido encontrar un punto de referencia español para explicar el macabro episodio de las manos de Perón. ¿Por qué fueron cercenadas las manos del cadáver de Juan Domingo Perón? Los soldados norteamericanos gustaban cortar las orejas y los dedos de los cadáveres vietnamitas para colgarlos en sus cinturones. Más eficientes y prácticos, más pobres, los alemanes hacían pantallas para sus lámparas con la piel de sus víctimas. Esta vez los españoles difilcilmente pueden ayudar.

Habrá que encontrar una explicación argentina para la irracionalidad y el salvajismo argentinos. Pero, al menos, como señaló alguien, reconforta saber que los españoles superaron algo quizá menos macabro, pero mucho más trágico y peligroso y no menos salvaje: los asesinatos de Atocha. Y pudieron continuar con la transición. "Todavía es posible", agregó, "que nos vaya bien, como a los españoles".

Los argentinos están convencidos de que la transición española fue una obra de arte. Si así fuere habrá que reflotar lo que dijo el filósofo alemán Walter Benjamín: "La obra de arte ha sido siempre fundamentalmente susceptible de reproducción. Lo que los hombres habían hecho podía ser imitado por los hombres".

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